Detroit. Once the engine of industrial capitalism, the roaring furnace at the heart of the United States. But after decades of slow decline that only three years ago left its flagship companies – General Motors, Ford and Chrysler — at the brink of collapse, the cradle of the automotive industry needed a ventilator to survive. Today, Detroit is walking on its own again, albeit with difficulty.
Thanks to the multibillion dollar bailout of the sector’s big three — one of the successes that Barack Obama boasts about, although it was initiated by George W. Bush 2008 — Detroit has, in recent years, become an example of the economy’s recovery.
But, it is still a reflection of the country’s other face: Alarming levels of poverty and unemployment, the two great challenges that the winner of Tuesday’s elections will face.
“Where would we be now if there hadn’t been a bailout?” wonders Jack Callahan, a 58-year-old storekeeper of Islandview, a suburb in the city’s east. “Worse. Without a doubt, much worse,” he told La Nación.*
Between 2006 and 2009, the three automakers fired 120,000 people and closed dozens of factories in the United States. But after the bailout, which became one of the central themes of the campaign between Obama and Mitt Romney for its significance in the role of the State in the economy, the companies managed to change course.
Obama’s plan resulted in the creation of thousands of jobs in Michigan, Indiana, Missouri and Ohio. And although it failed to regain the luster of an industry in free fall, it did soften the impact of the crisis.
“This industry is the lifeblood of the city and the state,” said an employee of the Ford factory in Dearborn, west of Detroit, an industrial zone that began its rise to fame in 1913 when Henry Ford created the first auto production line with the Model-T, which became the favorite car of the industrial working class. She added, “It couldn’t be left to fail as Romney intended.”*
The reference to the Republican candidate is rife here, where they have not forgiven him for the article he published in the tumultuous moments of 2008, in which he opposed the bailout and called for the auto companies to be left to their fate.
The big three have passed from the red into the black. Ford — which needed no help to adapt — made more profit in the first six months of this year than in the last five years. General Motors, which received $50 billion, created more than 2,000 jobs. And Chrysler added another 12,000.
Despite a visible revival (it accelerated by 2 percent in the third quarter of this year) distrust about the U.S. economy remains. Michigan, like the rest of the country, has found it difficult to reduce unemployment. Almost 100,000 new jobs are needed each month to keep up with population growth. More than twice this many jobs would need to be constantly generated in order to rapidly reduce unemployment levels.
“Detroit would have collapsed if the auto companies had not been saved. The majority of the city’s economy is tied to the industry, from the factory workers to engineers, lawyers and trade. It’s all linked,” Victoria Mantzopoulos, professor of political science at the University of Detroit, explained to La Nación. She concluded, “It would have been catastrophic.”*
Despite glimmers of life, Detroit is still struggling to regain some of its old glory. In each of its streets, remnants of past grandeur persist: crumbling buildings, thousands of abandoned houses and entire suburbs, closed stores and schools that stopped receiving students years ago.
What was once the fourth largest city in the country is today the poorest of the major North American metropolises. According to the U.S. Census Bureau, 41 percent of homes in Detroit and its suburbs are below the poverty line.
The country has been unable to bring the poverty level below a record 15 percent, although the extension of unemployment insurance payments and the improvement of the labor market have helped to prevent an increase. In total, 46.2 million people were considered poor in the U.S. last year. It was the highest total in more than half a century.
Delray, a southern suburb of Detroit, mirrors that reality. It’s a ghost town and it is difficult to imagine that it was once a booming urban center with banks, shops, churches and schools.
“This was a working class neighborhood. But as the factories closed and thousands of jobs were lost, the people left. The few that remain today live resigned to poverty,”* remembers 56-year-old Ben Emerson, who, as a young man, used to fish in the Detroit River, now one of city’s most polluted areas.
Unemployment — the issue that dominated the campaign — has also been especially cruel to Detroit, where it skirts 20 percent, well above the national unemployment rate of 7.9 percent. That remains the country’s greatest preoccupation. According to diverse studies, in the last ten years the middle class has shrunk, net wealth has collapsed, salaries have decreased and living standards have declined.
“America’s middle class has suffered its worst decade in modern history,”* concluded investigators from the Pew Research Center.
Half a century ago, when Detroit was a city of two million inhabitants – instead of the 700,000 of today – it was the paradigm of industrialized society, with one of the highest incomes per family in the country. No-one would have predicted that it would one day struggle to pull itself out of decay and decline.
* Editor's note: The original quotations, accurately translated, could not be verified.
DETROIT.- Alguna vez esta ciudad fue el motor del capitalismo industrial, el horno rugiente del corazón de Estados Unidos. Pero luego de décadas de lenta agonía, que hace sólo tres años dejaron al borde del colapso a sus empresas símbolo -General Motors, Ford y Chrysler-, la cuna de la industria automotriz necesitó de un respirador artificial para sobrevivir. Hoy, Detroit vuelve a caminar por sus propios medios, aunque con dificultades.
Gracias al multimillonario salvataje de las tres grandes del sector -uno de los éxitos de los que se jacta Barack Obama, aunque lo inició George W. Bush en 2008-, Detroit se convirtió en un ejemplo de la recuperación de la economía en los últimos años.
Pero, a la vez, aún es el reflejo de la otra cara del país, de sus niveles alarmantes de pobreza y desempleo , los dos grandes retos que tendrá por delante el ganador de las elecciones de pasado mañana.
"¿Dónde estaríamos ahora si no hubiese habido un rescate?", se preguntó Jack Callahan, un comerciante de 58 años de Islandview, un suburbio del este de la ciudad. "Peor. Sin dudas, mucho peor", dijo a LA NACION.
Entre 2006 y 2009, las tres automotrices despidieron a 120.000 personas y cerraron decenas de plantas en Estados Unidos. Pero tras el salvataje, que por su significado sobre el rol del Estado en la economía pasó a ser uno de los ejes de la campaña entre Obama y Mitt Romney, las compañías lograron cambiar de marcha.
El plan que apuntaló Obama se tradujo en la creación de miles de empleos en Michigan, Indiana, Missouri y Ohio. Y pese a que no consiguió recuperar el lustre de una industria en caída libre, sí amortiguó el impacto de la crisis.
"Esta industria es el alma de la ciudad y del estado", dijo un empleado de la planta de Ford, en Dearborn, al oeste de Detroit, una zona fabril que inició su ascenso a la gloria cuando en 1913 Henry Ford creó la primera gran cadena de montaje de autos con el modelo T, el que resultó ser el auto favorito de la sociedad trabajadora industrial. "No se podía dejarla caer como pretendía Romney", añadió.
La referencia al republicano es moneda corriente aquí, donde no le perdonan un artículo que publicó en los momentos convulsionados de 2008, en el que se oponía al rescate y pedía que se dejara a las automotrices libradas a su suerte.
Las tres grandes pasaron de la inviabilidad al beneficio. Ford - que no necesitó ayuda para adaptarse - obtuvo más ganancias en los primeros seis meses de este año que en los últimos cinco años. General Motors, que recibió 50.000 millones de dólares, creó más de 2000 empleos. Y Chrysler sumó otros 12.000.
Sin embargo, pese a la visible reactivación norteamericana (en el tercer trimestre de este año se aceleró a un 2%), aún hay desconfianza sobre la economía. A Michigan, como al resto del país, le cuesta bajar el desempleo. Cerca de 100.000 nuevos empleos son necesarios al mes sólo para mantener el ritmo de crecimiento de la población. Se necesitaría generar el doble de manera constante para reducir con rapidez los niveles de desempleo.
"Detroit habría colapsado si no se hubiera salvado a las automotrices. La mayoría de la economía de la ciudad está vinculada a esa industria, desde los trabajadores de las fábricas hasta ingenieros, abogados, el comercio. Todo está unido", explicó a LA NACION Victoria Mantzopoulos, profesora de ciencias políticas de Universidad de Detroit. "Hubiera sido catastrófico", concluyó.
Sin embargo, pese a los destellos de resurgimiento, Detroit todavía lucha por recuperar algo de su antiguo brillo. En cada una de sus calles persisten las huellas de la grandeza pasada: edificios moribundos, miles de casas y barrios enteros abandonados, comercios cerrados y escuelas que hace años dejaron de recibir alumnos.
La que en algún momento fue la cuarta ciudad más grande del país es hoy la más pobre de las grandes urbes norteamericanas. En el área de Detroit y sus suburbios, el 41% de los hogares está por debajo de la línea de la pobreza, según datos de la Oficina del Censo de Estados Unidos.
El país no consigue bajar del 15% el nivel de pobreza, estancada en niveles récord, aunque la prolongación de los pagos del seguro por desempleo y la mejora del mercado laboral contribuyen a impedir que aumente. En total, el año pasado 46,2 millones de personas eran consideradas pobres en Estados Unidos. Fue la marca más alta en más de medio siglo.
El suburbio de Delray, al oeste de Detroit, es espejo de esa realidad. Parecido a un barrio fantasma, es difícil imaginar que alguna vez fue un pujante centro urbano con bancos, comercios, iglesias y escuelas.
"Éste era un barrio de clase trabajadora. Pero a medida que las fábricas cerraron y se fueron perdiendo miles de empleos, la gente lo abandonó. Ahora los pocos que quedan viven en la pobreza, resignados", recordó Ben Emerson, de 56 años, que cuando era joven solía pescar en esa costa del río Detroit, que ahora es una de las zonas más contaminadas del área.
El desempleo -el tema que domina la campaña- también se ha cebado particularmente con Detroit, donde roza el 20%. Muy por encima del índice nacional de 7,9%. Ésa sigue siendo la mayor preocupación en este país, donde en los últimos diez años la clase media se contrajo, el patrimonio neto se desplomó, los salarios bajaron y los estándares de vida decayeron, según diversos estudios.
"La clase media de Estados Unidos padeció su peor década en la historia moderna", concluyeron los investigadores del Pew Research Center en un informe.
Hace medio siglo, cuando Detroit tenía dos millones de habitantes -en vez de los 700.000 de hoy- y era el paradigma de la sociedad industrializada, con una de las rentas por familia más elevadas del país, nadie podría haber presagiado este presente en el que lucha por dejar atrás la decadencia.
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If the Green Party or No Labels candidates steal enough votes from Biden, they will go down in history as the idiot narcissists who helped Trump return to power and possibly finish off U.S. democracy.