Bold Obama

Published in El País
(Spain) on 4 August 2015
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Translated from by Jessica Fernandez Rhodes. Edited by Ashley Pinamonti.
The road toward a global agreement to reduce carbon emissions into the atmosphere during the Paris Conference next December has suddenly begun to clear. First it was Pope Francis with his ecological encyclical on the environment; now it is Obama with his proposal to reduce carbon emissions by 2030 by one third compared to 2005 levels. We can notice that the two cases, both Francis's encyclical and Obama's plan, are built on a clear commitment in favor of alternative energies.

If, in the Supreme Pontiff's case, it is the moral and spiritual authority that plays an important role in the extraordinary repercussion of his green encyclical, in the U.S. president's case, it is his political authority in two directions: On the international scene, it complements the bilateral agreement already reached by China, guarantees the multilateral success in Paris and encourages new major pollutants, which are the emerging countries; and, with regard to domestic policy, it issues a challenge to the denialist and reactionary postures of Republican candidates, which will weigh in the primaries and even more so during the 2016 presidential campaign.

With only 18 months of his presidential term ahead of him, the U.S. president has made the strongest and riskiest bet ever made by his country — the largest emitter of carbon dioxide in the world until 2006, when it was overtaken by China — regarding the energy policy, with a proposal for replacing the existing coal-fired power plants with alternative energies, mainly solar and wind power, which complements the energy independence policy already set in motion in the supply of oil and gas.

The plan presented this week by the Environmental Protection Agency and announced by the White House affects the industrial interests of the most coal dependent states, like Wyoming and West Virginia; it also represents a challenge to state powers, so it will face a very strong opposition in Congress and will most likely end up in the Supreme Court, as already happened with Obama's health care reform. Ultimately, its implementation will depend on the next president, although by releasing the proposal just before the primaries, Obama is going to get a certain effect regarding his legacy, completing his domestic and foreign reform agenda with a plan that places him in the lead in both areas.

This is one of the best [pieces of] news regarding the efforts to reduce emissions into the atmosphere, just as they were established in the Kyoto protocol in 1992, at least since the failure of the Copenhagen Conference in 2009, in which Obama premiered with little success and the European Union disappeared as a global agent in the climate debates. It is also good news for president Obama, who is subverting the rule on sterile or negative second presidential terms. And it is also [good news with respect to] his global leadership and the perspectives of better global governance regarding an issue that, as Obama has stressed, affects the future of economies and the health and safety of people.


Súbitamente ha empezado a despejarse el camino hacia un acuerdo mundial para la reducción de las emisiones de carbono a la atmósfera en la Conferencia de París del próximo diciembre. Primero fue el papa Francisco con su encíclica ecologista sobre el medio ambiente, ahora es Obama con su propuesta de reducción de emisiones de carbono para 2030 en un tercio respecto a los niveles de 2005. Destaca que en ambos casos, tanto la encíclica de Francisco como el plan de Obama, se parte de una apuesta clara a favor de las energías alternativas.

Si en el caso del Sumo Pontífice es la autoridad moral y espiritual la que pesa en la extraordinaria repercusión de su encíclica verde, en el del presidente de los EE UU es su autoridad política en dos direcciones: de cara a la escena internacional, complementa el acuerdo bilateral ya alcanzado con China, garantiza el éxito multilateral en París y estimula a los nuevos grandes contaminantes que son los países emergentes; y de cara a la política interior, lanza un desafío a las posiciones negacionistas y reaccionarias de los candidatos republicanos, que pesará en las primarias y todavía más en la campaña presidencial en 2016.

Con apenas 18 meses de mandato por delante, el presidente de los EE UU ha hecho la apuesta más fuerte y arriesgada que haya tomado nunca su país —el mayor emisor de dióxido de carbono del planeta hasta 2006, cuando fue alcanzado por China— respecto a la política energética, con una propuesta de sustitución de las actuales plantas de generación de electricidad por combustión de carbón por energías alternativas, solar y eólica fundamentalmente, que viene a complementar la política de independencia energética ya en marcha en el suministro de petróleo y gas.

El plan presentado ayer por la Agencia de Protección del Medioambiente y anunciado por la Casa Blanca afecta a intereses industriales de los Estados más dependientes del carbón, como Wyoming o Virginia Occidental, pero constituye también un reto a los poderes estatales, por lo que encontrará una muy fuerte oposición en el Congreso y terminará muy probablemente en el Tribunal Supremo, como ya sucedió con la reforma de la salud de Obama. En último término, su aplicación dependerá del próximo presidente, aunque con el lanzamiento de la apuesta en puertas de las elecciones primarias Obama va a conseguir un cierto efecto respecto a su legado, completando su agenda reformista interior y exterior con un plan que le sitúa en el liderazgo en ambos planos.

Esta es una de las mejores noticias que se produce en relación con los esfuerzos de reducción de emisiones a la atmósfera, tal como fueron establecidos por el protocolo de Kioto en 1992, al menos desde el fracaso de la Conferencia de Copenhague en 2009, en la que Obama se estrenó con escasa fortuna y la Unión Europea desapareció como actor global en los debates sobre el clima. Lo es también para el presidente Obama, que está subvirtiendo la regla sobre los segundos mandatos presidenciales estériles o negativos. Y lo es respecto a su liderazgo mundial y a las perspectivas de una mejor gobernanza mundial en un asunto que, tal como ha subrayado Obama, afecta al futuro de las economías, a la salud y a la seguridad de las personas.
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