To the president of Apple, the fine that he received from Brussels for receiving illegal, individualized, and anti-competitive public funds in the form of taxes in Ireland was “total garbage.”
The pretty expression is not fit for a discussion. It is Cook’s declaration of war against European democratic power: much more democratic than what Eurosceptic braying claims. After all, democratic governments chose it. And now these governments do it, too, as a result of the outcomes of the elections in the European Parliament.
In this war, the courteous Tim Cook is employing insidious weapons. He succeeded in his extortion of the Irish government. Dublin will go to court against the Commission: it was enough for Cook to insinuate that, if Dublin did not do so, he would leave Ireland. Well, he pays less in taxes than a sausage stand, according to Austrian Chancellor Christian Kern. Cook’s promise to give Ireland 1,000 employees as well as multi-million dollar investments if the country supported him also helped. The servile government opted to bend over even more. It prefers to maintain its repugnant prestige as a fiscal paradise in order to attract tax evaders who make more than 13,000 euros of the (glorious) sanction.
Cook also cuddles with the White House, denying to repatriate $220 billion to the U.S., money that he keeps in a Catholic island and other delinquent hiding places… unless they lower his fiscal bill, which would require him to pay 35 percent to social taxes.
And Obama’s criticisms against tax evaders, whom he labeled tax traitors, are being forgotten. His treasury secretary is already applauding the worms in the apple with the help of, oh God, Neelie Kroes, predecessor of the current European Commissioner for Competition, the brave Margrethe Vestager. Kroes, luxuriously employed by American tech companies, is the herald of her delicate lead partner, Durao Barroso, the snazzy Mr. Clean for Goldman Sachs, an investment bank that has shown and admitted to corruption multiple times.
We were seduced by the company with the little apply, the fertile imagination of Steve Jobs, the shape of the garage-based Schumpeterian entrepreneur’s social elevator, his clean enrichments with clean technology. And suddenly we are discovering how long-standing Standard Oil or AT&T, champions of carrion diplomacy, also embody the imperial evil—version 2.0, carrion-eating diplomacy. That said, it's only fiscal, without bullets.
Al presidente de Apple, la multa de Bruselas por recibir ayudas públicas ilegales, individualizadas y anticompetitivas, en forma de exención de impuestos en Irlanda, le parece una “pura basura”.
Aspecto de la fachada de la nueva tienda emblemática de Apple en España.
Aspecto de la fachada de la nueva tienda emblemática de Apple en España. EFE
Al presidente de Apple, la multa de Bruselas por recibir ayudas públicas ilegales, individualizadas y anticompetitivas, en forma de exención de impuestos en Irlanda, le parece una “pura basura”.
La linda expresión no es materia tertuliana. Es su declaración de guerra contra el poder democrático europeo: mucho más democrático de lo que alegan los rebuznos euroescépticos, pues lo seleccionan Gobiernos democráticos. Y ahora lo hacen, también, a resultas de los resultados de las elecciones al Parlamento Europeo.
En esta guerra, el gentil Tim Cook emplea armas insidiosas. Ha triunfado en su chantaje al Gobierno irlandés. Dublín pleiteará contra la Comisión: le bastó insinuar que, si no, abandonaría Irlanda, pues paga menos impuestos que “un chiringuito de salchichas”, según el primer ministro austriaco. Y prometer que, si le apoyaba, le regalaría 1.000 empleos e inversiones multimillonarias. El genuflexo Gobierno ha optado por inclinarse más. Prefiere mantener su repugnante prestigio de paraíso fiscal para atraer evasores fiscales que cobrar los 13.000 millones de la (gloriosa) sanción.
También achucha a la Casa Blanca, negándose a repatriar a EE UU los 220.000 millones de dólares que mantiene en la católica isla y otros zulos delincuentes... salvo si se le rebaja la factura fiscal, que le obligaría a pagar un 35% por el impuesto de sociedades.
Ya se olvidan las críticas de Obama a los evasores fiscales, a los que calificó de “desertores” fiscales. Ya su secretario del Tesoro aplaude los gusanos de la manzana. Con la ayuda, oh dioses, de Neelie Kroes, predecesora de la actual comisaria de Competencia, la valiente Margrethe Vestager. Kroes, empleada de lujo de compañías tecnológicas americanas, es heralda de su delicado jefe de filas, Durao Barroso, flamante don limpio del múltiples veces corrupto y confeso banco de inversión Goldman Sachs.
Nos seducía la compañía de la manzanita, la fértil imaginación de Steve Jobs, la plasmación del ascensor social en el emprendedor schumpeteriano de garaje, su enriquecimiento limpio con tecnología limpia. Y de pronto descubrimos que como la vieja Standard Oil o la antigua ATT, campeonas de la diplomacia de la cañonera, también encarna el mal imperial —versión 2.0—, la diplomacia carroñera. Eso sí, solo fiscal, sin usar balas.
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