Benjamin Netanyahu, the U.S.-licensed assassin who governs Israel, is desperate, shooting left and right in Gaza. Aerial and artillery bombing of schools, hospitals and refugee camps multiply daily. New mountains of rubble bury countless corpses, impossible to rescue.
Meanwhile, allies of the colonialist, ultra-Orthodox extreme right are working toward completely annexing the West Bank and the expelling all Palestinian Arab residents; and seek to kill, evict, occupy, and establish new Jewish colonies and military posts in full view of the Israeli army — doing so even with its repressive and military support.
Each side in the government is clear about its interests and objectives. Netanyahu is fighting a race against dwindling time to be held to account by Israeli voters who considers him guilty of failing to effectively prevent the daring military assault by the Palestinian resistance group Hamas, which took more than 250 hostages as it retreated and left hundreds of military and civilian casualties. All of that was inevitable — a revolt against 75 years of oppression. It does remain on record, however, that in its inefficient response, the Israeli army itself and other armed forces killed its own citizens with tank and helicopter fire.
Some 325 days after that resounding failure, Netanyahu is still pursuing the chimera of physically eliminating the head, or the heart, of the Hamas. Hamas continues to deal daily blows — now leaving more than 2,000 dead and 10,000 wounded, according to official figures — to what was supposed to be the most powerful army in the Middle East. And that army is allegedly backed by the most sophisticated, efficient and infallible intelligence agencies in the region, who search like bloodhounds for Palestinian leaders, and who are advised and supported with all the most advanced technical paraphernalia of the CIA and other U.S. national security agencies.
The White House and the Pentagon have confirmed this, but nothing proves it better than their participation as top negotiators and mediators on behalf of Israel in talks to reach a cease-fire and prisoner exchange with Hamas.
Secretary of State Antony Blinken expended his diplomatic firepower during another trip to the region, yet drew a blank. CIA Director William Burns spent the weekend in Cairo negotiating with Egyptian and Qatari mediators who would brief Hamas on new proposals for a cease-fire agreement, and also came up empty-handed.
New Israeli attacks hit the Gaza Strip on Monday, especially the center of the enclave, from which tens of thousands of families fled once more in the face of new army “evacuation” orders, repeatedly described by the U.N. as forced displacement. The new Israeli evacuation order forced thousands of Palestinians to leave Al-Aqsa Hospital in Deir al-Balah, the last functioning medical center in Gaza's central region.
Those orders, given sometimes minutes before the bombing starts, have already displaced more than 250,000 people, according to the United Nations. Medical sources on Monday raised the total number of dead since Oct. 7 to 40,435. In addition, 66 people were wounded on Oct. 7, bringing the number of injured to 93,534.
On Monday, Hamas called the attacks and forced displacements in the enclave's central region some of “the most disgusting images of a genocide seen in the modern era.” Hamas representative Osama Hamdan, who followed the negotiations without taking part directly, said that Hamas rejected the new conditions imposed by Israel during the talks. He added that Washington's comments about a possible cease-fire agreement were “false” and motivated by the presidential election.
President Joe Biden and his administration face growing protests over their support for Israel. Democratic nominee Kamala Harris affirmed her support for what she called “Israel's defense”; however, her election could deal a mortal blow to Netanyahu, who is counting on Donald Trump's return to the White House.
The stalemate in the cease-fire negotiations occurred on the very day that more than 100 Israeli aircraft attacked Lebanon. The Lebanese resistance movement, Hezbollah, responded by launching more than 340 drones and rockets that reportedly managed to hit military and intelligence units in Tel Aviv, opening a new pressure point for Netanyahu and his claim to be firmly entrenched in his position of power.
BENJAMÍN NETANYAHU, el asesino con licencia para matar extendida por Estados Unidos que gobierna en Israel, anda desesperado, disparando a diestra y siniestra en Gaza. Bombardeos aéreos o artilleros de escuelas, hospitales, de tiendas de refugiados, se multiplican a diario. Nuevas montañas de escombros sepultan incontables cadáveres, imposibles de rescatar.
Mientras, sus aliados de la extrema derecha ultraortodoxa colonialista, que aspira a la anexión total de Cisjordania y la expulsión de todos los residentes árabes palestinos matan, desalojan, ocupan, implantan nuevas colonias judías, puestos militares, a la vista paciente del ejército Israelí, o incluso con su respaldo represivo y militar.
Cada bando en el Gobierno tiene claro sus intereses y objetivos. Netanyahu libra una carrera contra el tiempo, que se agota, para librarse de un pase de cuenta del propio electorado israelí que lo considera culpable del fracaso para impedir a tiempo el atrevido asalto militar de la Resistencia Palestina, que en su retirada cargó con más de 250 rehenes y dejó cientos de bajas militares y civiles, inevitables en una revuelta contra 75 años de opresión. Aunque consta que en su ineficiente reacción el propio ejército israelí y otras fuerzas armadas mataron a sus propios residentes con fuego de tanques y helicópteros.
A 325 días de aquel resonante fracaso, Netanyahu sigue persiguiendo la quimera de eliminar físicamente —mostrar la cabeza o el corazón— del liderazgo del Movimiento de Resistencia Islámica Palestino Hamás, que sigue asestándole golpes diarios —más de 2 000 muertos y 10 000 heridos, según cifras oficiales— al que se suponía es el ejército más poderoso de Oriente Medio. Un ejército respaldado por los presuntos servicios de inteligencia más sofisticados, eficientes e infalibles de la región, que buscan como perros sabuesos a los líderes palestinos, asesorados y apoyados con toda la parafernalia técnica más avanzada de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y otros órganos de la seguridad nacional de Estados Unidos.
La Casa Blanca y el Pentágono lo han confirmado, pero nada lo prueba mejor que su participación como máximos negociadores y mediadores en nombre de Israel en las conversaciones para alcanzar un cese del fuego e intercambio de prisioneros con Hamás.
El secretario de Estado, Antony Blinken, agotó toda su pólvora diplomática durante un nuevo viaje a la región y se fue en blanco. El Director de la CIA, William Burns, se pasó el fin de semana en El Cairo negociando con los mediadores de Egipto y Qatar —que informarían a Hamás de las nuevas propuestas para el acuerdo de cese del fuego— y también se quedó con las manos vacías.
Nuevos ataques israelíes golpearon la Franja de Gaza este lunes, especialmente el centro del enclave, de donde decenas de miles de familias volvieron a huir ante las nuevas órdenes de «evacuación» del Ejército, reiteradamente descritas por la ONU como desplazamiento forzado. La nueva orden de evacuación israelí obligó a miles de palestinos a abandonar el Hospital Al-Aqsa, en Deir el-Balah, el último centro médico en funcionamiento en el área central de la Franja.
Esas órdenes, a veces a pocos minutos del inicio de los bombardeos, ya han desplazado a más de 250 000 personas hasta la fecha, según Naciones Unidas. Fuentes médicas elevaron a 40 435 el lunes el número total de muertos desde el 7 de octubre. Además, en el propio día, 66 personas resultaron heridas, lo que elevó a 93 534 el total de heridos.
Este lunes, Hamás calificó los ataques y desplazamientos forzosos en la región central del enclave como algunas de «las imágenes más desagradables de un genocidio vistas en la era moderna». Por su parte, Osama Hamdan, representante de Hamás, quien siguió las negociaciones sin tomar parte directamente, afirmó que la Resistencia rechazó las nuevas condiciones impuestas por Israel durante las conversaciones. Añadió que los comentarios de Washington sobre un posible acuerdo de alto el fuego eran «falsos» y estaban motivados por fines electorales.
El presidente Joseph Biden y su administración enfrentan crecientes protestas por su apoyo a Israel. La candidata demócrata Kamala Harris ratificó su apoyo a lo que llamó «la defensa de Israel», pero su elección puede significar un golpe mortal a Netanyahu, quien apuesta a un regreso de Donald Trump a la Casa Blanca.
El estancamiento de las negociaciones de cese del fuego ocurrió incluso en la propia jornada en la que más de cien aviones israelíes atacaron el Líbano y el movimiento de resistencia libanés Hezbolah respondió con el lanzamiento de más de 340 drones y cohetes que, según dijo, lograron alcanzar unidades militares y de inteligencia en Tel Aviv, lo que deja abierto un nuevo factor de presión para Netanyahu y su pretensión de atornillarse en el poder.
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[W]hat is extraordinary about this dynamic is that a tiny state, both in size and population, is leading the biggest player on the international stage by the nose.