The refusal of Washington to legalize drugs hinders the ability to take new actions against illegal drugs.
Today Gil Kerlikowske, Obama’s drug czar, began a three-day official tour in Colombia. On his second visit to the country, the director of the White House Office of National Drug Control Policy will hold a meeting with President Juan Manuel Santos and Colonel Oscar Naranjo and get to know firsthand several local experiences.
Regarding protocol statements, the broad outlines of Washington’s position have already been established by Kerlikowske in an interview with this newspaper. While the resources for “Plan Colombia” continue to dwindle, Mexico has become the new battlefront against drug cartels. In fact, the drug czar has visited the country of the Aztecs four times and the Mexican border seven times. However, the presence of the U.S. drug czar in Colombia cannot be seen without remembering some thoughts of a debate on the future of national security. The outlook for production, traffic and consumption of illicit substances has changed in the last years in the U.S. and Colombia.
The failed referendum to legalize marijuana in California makes it clear that the Americans are not only consumers but also large producers. Besides cultivating marijuana, Americans make ecstasy and methamphetamine in home laboratories and traffic prescription drugs. The office of Kerlikowske acknowledged two weeks ago that the emergency care for abuse of legal pharmaceuticals exceeded by 23 percent the amount for the rest of the illicit drugs. According to the 2010 United Nations World Drug report, while cocaine consumption tends to stabilize in the United States, the use of stimulants increases. It is not a surprise that the emphasis of Obama’s administration is, in the words of the drug czar, “to reduce the number of drug users; addiction is a disease.”
Colombia has seen an increase in its domestic consumption and in the ease of obtaining drugs as well. Drug trafficking is used not only to finance guerrilla groups and criminal gangs, but also to help growing retail businesses in cities. The relationship between violence and coca production spreads from “taxes” on the drug crops of the jungle to the “pots” of parks and public squares of the neighborhood. After the murder of two college students in Córdoba, there has been a territorial dispute between two drug gangs, “Urabeños” and “Paisas,” over the traffic of alkaloids.
These changing scenarios in both countries, which have been in agreement for a long time, call for the revision of some current strategies that indicate depletion and the need for exploration of other approaches. Nevertheless, the position of Washington is decisive: "Say no to legalization." Unfortunately, this refusal prevents countries like Colombia from seeking new measures in the fight against drugs: more treatment, prevention and reduction of the demand for drugs in the streets of New York and Bogotá, in addition to the interdiction of our forests.
The funny thing is that that intransigence of the White House is not an obstacle for Washington to endorse community initiatives for “generous” treatment of a drug dealer, such as the “Drug Market Initiative” in some of its cities. New dynamics of consumption and production require fresh approaches in the fight against drugs. Especially the collapse of the taboos surrounding the discussion of other approaches.
La negativa de Washington ante la legalización impide hacer nuevos balances en la lucha antidrogas.
Hoy comienza oficialmente la gira de tres días por Colombia de Gil Kerlikowske, zar antidrogas de Estados Unidos. En su segunda visita al país, el director de la Oficina para la Política Nacional de Control de Drogas de la Casa Blanca se entrevistará con el presidente Juan Manuel Santos, el general Óscar Naranjo y conocerá de primera mano varias experiencias locales.
Más allá de las declaraciones de protocolo, las líneas generales de la posición de Washington ya han sido esbozadas por Kerlikowske en una entrevista a este diario. Mientras los recursos para el 'Plan Colombia' continuarán cayendo, México se convierte en el nuevo frente de batalla contra los carteles -de hecho, el Zar ha visitado cuatro veces el país azteca y siete veces la frontera. Sin embargo, la presencia del encargado de la política antidrogas del gobierno estadounidense en Colombia no puede pasar sin recordar algunas reflexiones para un debate vital en el futuro de la seguridad nacional.
El panorama de la producción, tráfico y consumo de sustancias ilícitas ha cambiado en años recientes tanto en Estados Unidos como en Colombia.
Como el fallido referendo para legalizar la marihuana en California lo pone de manifiesto, los estadounidenses ya no son solo consumidores, sino también grandes productores. Además de cultivar marihuana, los norteamericanos fabrican éxtasis y metanfetaminas en laboratorios caseros y trafican con medicinas de prescripción. La Oficina de Kerlikowske reconoció hace dos semanas que las atenciones de emergencia por abuso de farmacéuticos legales superaron en 23 por ciento a las del resto de drogas ilícitas. Según el Informe Mundial de Drogas de Naciones Unidas del 2010, mientras el consumo de cocaína en Estados Unidos tiende a estabilizarse, el uso de estimulantes está disparado. No sorprende que el énfasis del gobierno Obama sea, en palabras del Zar, "reducir el número de jóvenes que usan drogas. Hablar de la adicción como una enfermedad".
Colombia, por su parte, ha visto aumentar su consumo interno, así como la facilidad para conseguir la droga. El narcotráfico ya no solo sirve de financiación a los grupos guerrilleros y a las bandas criminales, sino también de lubricante para el creciente negocio de venta al detal en las ciudades.
El nexo entre coca y violencia ya se extiende desde los 'impuestos' en los narcocultivos de la selva hasta las 'ollas' de parques y plazas de barrio. Detrás del asesinato de los dos estudiantes universitarios en Córdoba está la disputa territorial de dos bandas de narcos -'Urabeños' y 'Paisas'- por los corredores estratégicos de tránsito del alcaloide.
Estos escenarios cambiantes en ambos países, que ya llevan mucho tiempo en consolidación, invitan a la revisión de algunas estrategias actuales que muestran agotamiento y a la exploración de otros abordajes. No obstante, la posición de Washington es tajante: "No a la legalización". Lamentablemente, esta negativa impide que países como Colombia intenten nuevos balances en la lucha antidroga: más tratamiento, prevención y reducción de demanda en las calles de Nueva York y Bogotá como complemento de la interdicción en nuestras selvas.
Lo curioso es que esa intransigencia de la Casa Blanca no es óbice para que Washington avale iniciativas comunitarias de trato 'generoso' al vendedor de drogas, como la 'Iniciativa del Mercado de Droga' en algunas de sus ciudades.
Nuevas dinámicas de consumo y producción, aquí y allá, requieren aproximaciones frescas en la lucha contra la droga. Y en especial el derrumbe de los tabúes para discutir otros enfoques.
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The economic liberalism that the world took for granted has given way to the White House’s attempt to gain sectarian control over institutions, as well as government intervention into private companies,