La literatura, instrumento de la CIA
La agencia del espionaje estadounidense no sólo usó el poder duro durante la Guerra Fría; también recurrió al poder blando para enfrentar a la Unión Soviética
Son bien conocidas las acciones de la CIA para subvertir gobiernos o para asesinar a líderes contrarios a los intereses de Estados Unidos. Recientemente, la revista Foreign Affairs (julio-agosto de 2014) documentó los casos sobre el papel de la Agencia Central de Inteligencia estadounidense en el derrocamiento del primer ministro iraní Mohammad Mosaddeq (1953), en la caída y asesinato del premier congoleño Patrice Lumumba (1961) y en el derrocamiento del mandatario socialista chileno Salvador Allende (1973).
El argumento, según ex agentes de inteligencia o ex funcionarios estadounidenses, es que se exageró el papel de la CIA en esos casos y que buena parte de la responsabilidad cae en las víctimas, es decir, en los errores de Mosaddeq, de Lumumba y de Allende. Al parecer, la idea sería desmitificar el poder omnipotente de la agencia para causar el mal. En este tenor, la CIA no ha sido tan mala, aunque para ella la mala fama es mejor que la buena: es preferible tener la imagen de una agencia eficaz e implacable en el combate a los enemigos de la seguridad nacional estadounidense que de imposible hermana de la caridad.
Lo cierto es que la de la CIA, fundada por el presidente Harry Truman al término de la Segunda Guerra Mundial, es una historia de fracasos en los que murió una cifra imprecisa de sus agentes y colaboradores en el curso de la Guerra Fría. Los fracasos van desde la Guerra de Corea (1950-1953) hasta el fallo en encontrar las armas de destrucción masiva de Irak (2003), pasando por la incapacidad de advertir sobre el colapso del imperio comunista soviético (1989-1991), de acuerdo con el balance de Tim Weiner, en su libro Legacy of Ashes, que justamente habla del récord negativo de la agencia como un legado de cenizas de la institución sexagenaria.
Pero la CIA no es sólo tema de atención inmediata por su pasado desastroso bajo las presidencias de Truman, Dwight Eisenhower, John F. Kennedy, Lyndon B. Johnson, Richard Nixon, Gerald Ford, James Carter, Ronald Reagan, George H. W. Bush, Bill Clinton, y George W. Bush, en la utilización del poder duro (armas y economía). La revistaThe New York Review of Books (10 de julio de 2014 ) reseña dos nuevos libros sobre las actividades de la agencia, que muestran el uso del poder blando (cultura e ideología), según la tesis del internacionalista Joseph S. Nye Jr. Los libros son The Zhivago Affair: The Kremlin, the CIA, and the Battle Over a Forbidden Book de Peter Finn y Petra Couvée, e Inside the Zhivago Storm: The Editorial Adventures of Pasternak’s Masterpiece de Paolo Mancosu.
Michael Scammell, autor biografías de Aleksandr Solzhenitsyn y Arthur Koestler, y quien trabaja ahora en una nueva traducción de la afamada obra Crimen y Castigo de Fiódor Dostoyevski, presenta ambos libros señalando que en los cuarteles de la CIA en Langley, Virginia, existe un museo generalmente no abierto al público en el que se pueden ver algunos de los artefactos usados por la agencia o capturados por ella en sus guerras: una máquina de criptografía Enigma, la metralleta de Osama bin Laden y, es la primicia, un ejemplar de la novela Doctor Zhivago del escritor ruso Boris Pasternak (1890-1960).
Aunque el libro en exhibición es de una edición comercial, está allí porque la CIA elaboró secretamente una edición en ruso para introducirla de forma clandestina en Rusia (un Samizdat). La novela, menos conocida que la película “Doctor Zhivago”, que filmaron Omar Sharif y Julie Christie, en España en 1965, había sido rechazada por la revista literaria soviética Novy Mir en 1956 y las autoridades del Kremlin, encabezadas por Nikita Jruschov, la consideraron como un “libelo antisoviético”, condenando al ostracismo a su autor, quien se vio obligado a renunciar al Premio Nobel de Literatura en 1958.
La novela de Pasternak —que cuenta la vida de un médico ruso en la época de la Revolución rusa, su affair con la hermosa Lara y retrata excesos bolcheviques— fue un best seller internacional. Fue publicada legalmente en la URSS hasta 1988, en la era de Mijail Gorbachov. Scammell dice que la labor de la CIA no tuvo nada qué ver ni con el éxito de la obra ni con la fama de Pasternak. Tuvo más efecto la “ruidosa campaña de represión” soviética, que la edición del libro por la agencia, pero la experiencia sirvió para el futuro programa de libros del organismo de espionaje que también tuvo nexos con la famosa revista literaria Paris Review, a través del anticomunista Congreso por la Libertad de la Cultura fundado en Berlín en 1950. Era el poder blando de la CIA, el uso de la literatura como instrumento político, un capítulo de su historia que aún está escribiéndose.
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