Islamic State – Cornered Inside Its Territory but Just As Dangerous Outside

<--

El IS, acorralado en su territorio, pero igual de peligroso fuera

Las fuerzas kurdas lanzaron ayer una decisiva ofensiva sobre el noroeste de la ciudad iraquí de Mosul, capital del Estado Islámico. Fue allí donde hace dos años su líder, Al Baghdadi, proclamó el macabro Califato que en poco tiempo se extendería como una balsa de aceite por gran parte de Irak y por un cuarto del territorio sirio, aprovechando el vacío de poder en este país desangrado por la guerra civil. La operación de los peshmergas kurdos está apoyada por los bombardeos de la coalición que lidera EEUU. Y todo apunta a que el IS está cerca de perder el control de Mosul, lo que tendrá un efecto simbólico demoledor para el mayor grupo terrorista de la historia.

La ofensiva coincide con la acelerada descomposición que está sufriendo el Califato tanto en Irak como en Siria. Según el Pentágono, en los últimos meses se ha arrebatado al IS entre el 40 y el 45% del territorio iraquí que controlaba y el 20% del sirio. Ahora bien, pese al claro retroceso de los yihadistas no se puede menoscabar de momento su capacidad mortífera. Y, por el contrario, los expertos alertan de que el Estado Islámico acostumbra a multiplicar sus ataques internacionales para contrarrestar la caída de la moral de sus simpatizantes ante la pérdida de terreno bajo control del Califato.

En este sentido, el pasado julio fue un mes especialmente dramático. El IS mató al menos a 300 personas en una ola de ataques en varios países -Turquía, Bangladesh, Yemen o el Líbano, entre ellos-, dentro de esa estrategia de internacionalización del grupo con la que consigue un enorme efecto propagandístico. Además, habría que añadir otros atentados no protagonizados por células jerárquicamente controladas por el Califato o por redes afines, sino por temidos lobos solitarios, muchos de ellos yihadistas exprés que se han radicalizado con extraordinaria rapidez. Ejemplo de ello han sido los últimos actos de barbarie que han sacudido a Francia, Bélgica o Alemania. El ataque de Niza dejó 84 muertos y supuso un cambio en el modus operandi de los islamistas en suelo europeo al emplear como arma un camión, un modo de atentar que hasta ese momento sólo se había dado en Oriente Próximo, en países como Irak o Afganistán. Estos lobos solitarios actúan por fidelidad al IS aunque en realidad no formen parte de ninguna red. Y eso dificulta notablemente su detección y la labor de prevención de los servicios de Inteligencia. De ahí que resulte tan importante redoblar la coordinación policial y de espionaje en la UE y avanzar en aspectos como la infiltración en redes sociales. En todo caso, no cabe bajar la guardia; todo lo contrario, Europa debe seguir en estado de máxima alerta.

Pero el exitoso combate al IS sobre el terreno tiene unas magníficas consecuencias no sólo para las poblaciones locales que se van viendo progresivamente liberadas del yugo del Califato, sino para la lucha antiyihadista global. Porque su repliegue del territorio se traduce en una sustancial pérdida de combatientes y de muchísimo dinero. Según EEUU, el IS contaba hace un año con unos 33.000 insurgentes armados, reducidos a día de hoy a entre 18.000 y 22.000. En cuanto a la financiación, ha visto muy mermados sus ingresos tanto por tributos como por venta de petróleo. El Estado Islámico ya no controla ninguna gran ciudad salvo Mosul, en Irak, y Raqqa, en Siria. Y la pérdida significativa de población bajo su control supone un importantísimo agujero en la red impositiva creada. También se ha quedado el IS sin acceso a muchas de las áreas petrolíferas que controlaba hace un año en Irak. Y aunque sigue mantiene una cuota del mercado negro del crudo regional, a medida que los ataques de la coalición internacional han logrado bloquear accesos estratégicos, el mercadeo petrolífero se le hace más y más complicado a los yihadistas.

Ahora bien, no todo son buenas noticias. No sólo porque como decimos los servicios de Inteligencia detecten el alto riesgo de nuevos atentados internacionales. También porque los expertos coinciden en que el IS mantiene casi intacto el liderazgo en el terreno ideológico dentro del radicalismo islámico suní. Esto se traduce en que la pérdida de territorio físico aún no ha afectado a la ampliación en la alianza con otros grupos terroristas en cada vez más áreas del mundo: desde el Sahel a Extremo Oriente, donde cada vez preocupa más la fidelidad que algunas redes profesan al IS. Éste sigue siendo, por tanto, el mayor desafío al que se enfrenta Occidente. Combatirlo no es tarea fácil. Pero hoy cabe al menos algo más de optimismo que hace un año.

About this publication