Trump speaks sarcastically about the removal of U.S. officials from Russia, but a lack of personnel paralyzes the State Department.
Donald Trump doesn’t seem to care about the employment issues at the State Department. The U.S. president once again challenged the political orthodoxy on Thursday by scornfully thanking his Russian colleague, Vladimir Putin, for his decision to remove 755 U.S. diplomatic workers from Russia in retaliation for the new sanctions imposed on Moscow that were approved by Congress.
“I want to thank him because we're trying to cut down our payroll, and as far as I'm concerned I'm very thankful that he let go a large number of people because now we have a smaller payroll. There's no real reason for them to go back,” Trump told the press from his New Jersey golf club, where he’s spending his vacation. “We’re going to save a lot of money.”
Trump’s praise of Putin – whom he views as a stereotypical strongman and whom he scarcely criticizes – is in contrast to the position of the Department of State and of Congress, which condemned a decision by Moscow that evoked the Cold War, and which issued a warning about the harm this would cause to diplomatic efforts.
The real estate tycoon’s words symbolize his contempt for the foreign service and highlight the absence of appointments that torments the department run by Rex Tillerson.
As part of his isolationist doctrine (embodied in the “America First” slogan), Trump has proposed a 31 percent cut in the State Department budget. He also proposed a drastic cut in foreign aid and an 8 percent reduction of the workforce, which currently numbers around 75,000.
Tillerson, who before his appointment was the CEO the ExxonMobil oil and gas company, has called on his executive skills in an attempt to reorganize the diplomatic web of Foggy Bottom, as his department is known. He has hired two consulting firms to conduct an internal analysis of the department’s functions, and has decided to halt new hires for secretary and registrar positions until he familiarizes himself with the organizational chart of upper management. The paralysis that lives within the department has brought Tillerson a rainstorm of criticism in diplomatic and military circles.
The result is that the U.S. diplomatic mission is filled with temporary positions, and senior workers are leaving, bothered by the secretary of state’s management. In his first six months as president, Trump nominated 20 people to senior positions at the State Department (eight of which have been confirmed by the Senate), a much lower figure than that of his predecessors. A similar pattern is apparent in other government agencies. The Republican president blames Democratic opposition for the slow confirmation rate.
The empty seats are especially noticeable in U.S. embassies. The diplomats named to political positions by Barack Obama stepped down in January with the change in the White House. According to the American Foreign Service Association, Trump has only named 31 ambassadors, of which 13 have been confirmed by the Senate. Of the most important destinations, only Beijing, Tel Aviv, Tokyo, Ottawa, Rome and London are occupied. The number of Trump’s appointments is once again fewer than his predecessor’s.
The lack of diplomats in Europe worries the Pentagon. “It hurts not having ambassadors,” Ben Hodges, commanding general of the U.S. Army in Europe, told Politico at the end of July. He holds that, above all, it is a “bad moment” not to have an ambassador in Germany, an important ally for Washington and the location of the United States’ main base on the continent.
There also is no U.S. ambassador in Russia, while Trump’s nominee awaits confirmation. The U.S. relies on 1,200 diplomatic workers in the country, most of whom are Russian. It is probable that they will be those most affected by Putin’s order to reduce the number of personnel to 450 as of September.
Trump does not hide his desire to reach out to Moscow. Even though he ended up signing, he opposed the sanctions Congress approved to punish the alleged Russian cyberattack during the 2016 election. Thursday wasn’t the first time Trump broke the basic rules of diplomatic conduct, particularly with a supposed rival like Russia. In July 2016, Trump called on the Kremlin to hack the erased emails from Hillary Clinton’s private server.
Trump ironiza con la expulsión de funcionarios de Rusia, pero la falta de personal paraliza el Departamento de Estado
A Donald Trump parecen importarle poco los problemas laborales del Departamento de Estado. El presidente estadounidense volvió a desafiar el jueves la ortodoxia política al agradecer con sorna a su homólogo ruso, Vladímir Putin, la decisión de expulsar a 755 trabajadores del cuerpo diplomático de EE UU en Rusia como represalia por las nuevas sanciones a Moscú aprobadas por el Congreso.
“Quiero agradecerle porque estamos tratando de recortar nuestro gasto en nóminas. Estoy muy agradecido por el hecho de que él haya dejado ir un número grande de personas. No hay ninguna razón real para que vuelvan”, dijoTrump a la prensa en su club de golf de Nueva Jersey, donde está pasando sus vacaciones. “Vamos a ahorrar mucho dinero”.
El elogio de Trump a Putin —al que percibe como un estereotipo de hombre fuerte y al que apenas critica— contrasta con la posición del Departamento de Estado y del Congreso, que reprocharon la decisión de Moscú, que evoca la Guerra Fría, y advirtieron del daño que infligirá en las tareas diplomáticas.
Las palabras del magnate simbolizan su desdén hacia el servicio diplomático y la ausencia de nombramientos de personal que atenaza el departamento que dirige Rex Tillerson.
Como parte de su doctrina aislacionista (encarnada en el lema “América primero”), Trump ha propuesto un recorte del 31% del presupuesto del Departamento de Estado. Incluye un descenso drástico de la ayuda exterior y una rebaja del 8% en el número de trabajadores, que ahora ronda los 75.000.
Tillerson, que hasta su designación era el máximo responsable de la petrolera ExxonMobil, ha recurrido a sus dotes ejecutivas en su intento de poner orden en la telaraña diplomática de Foggy Bottom, como se conoce al Departamento. Ha contratado a dos consultoras para efectuar un análisis interno de su funcionamiento y ha decidido no designar subsecretarios y secretarios adjuntos hasta familiarizarse con el organigrama de altos cargos. La parálisis que vive el departamento le ha costado a Tillerson una lluvia de críticas en círculos diplomáticos y militares
El resultado es que la diplomacia estadounidense está colmada de puestos interinos y que los trabajadores más veteranos se están marchando, molestos por la gestión del secretario de Estado. En sus primeros seis meses como presidente, Trump nominó a 20 altos cargos para el Departamento de Estado (ocho de los cuales han sido confirmados por el Senado), una cifra muy inferior a la de sus predecesores. Un patrón parecido se repite en otras agencias del Gobierno. El republicano culpa a la oposición demócrata del lento ritmo de confirmación.
Las sillas vacías son especialmente visibles en las embajadas estadounidenses. Los diplomáticos nombrados como cargos políticos por Barack Obama dimitieron en enero con el cambio en la Casa Blanca. Trump solo ha nominado a 31 embajadores, de los que 13 han sido confirmados por el Senado, según la Asociación Americana del Servicio Exterior. De los destinos más relevantes, solo están ocupados Pekín, Tel Aviv, Tokio, Ottawa, Roma y Londres. El número de designaciones es de nuevo inferior al de su predecesor.
La falta de diplomáticos en Europa preocupa al Pentágono. “Nos hace daño no tener embajadores”, dijo a finales de julio a la publicación Politico el general Ben Hodges, comandante del Ejército de tierra en Europa. El militar sostuvo que sobre todo es un “mal momento” para no tener un embajador en Alemania, un aliado clave para Washington y donde está la base central de EE UU en el continente.
En Rusia tampoco hay un embajador estadounidense, a la espera de que reciba la aprobación el designado por Trump. EE UU cuenta con unos 1.200 trabajadores diplomáticos en el país. La mayoría son rusos, por lo que es probable que sean los más afectados por la orden de Putin de rebajar, a partir de septiembre, el número de personal hasta unos 450.
Trump no esconde su deseo de acercamiento a Moscú. Aunque acabó firmándola, se opuso a la ley de sanciones aprobada por el Congreso para castigar el supuesto ciberataque ruso durante la campaña electoral. Y el jueves tampoco fue la primera vez que rompió reglas básicas de conducta diplomática, sobre todo con un país considerado rival como Rusia. En julio de 2016, Trump instó al Kremlin a piratear los correos electrónicos borrados en el servidor privado de Hillary Clinton.
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