Los electores norteamericanos dieron una muestra de su capacidad para organizarse y no permitir que los siga gobernando un hombre con los defectos del todavía Presidente
Joe Biden se convertirá en presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, y ni el hombre más poderoso del mundo podrá evitarlo. Trump tratará de ganar por la vía legal, aquello que no obtuvo en las urnas; pero será infructuoso, los electores ya tomaron una decisión y será defendida. A pesar de la tormenta, el todavía presidente seguirá fiel a su estilo, es su naturaleza, tratará de conseguir eso que lo obnubila: el poder absoluto; aunque para ello tenga que descomponerlo absolutamente todo, no le importa si para obtenerlo, tiene que arrasar con la credibilidad de las instituciones democráticas o generar más confrontación entre su propio pueblo, para él, tener el poder es algo por lo que bien vale la pena echar leña al fuego.
Trump se sigue dibujando de cuerpo entero, es previsible que hasta el último día de su mandato continúe “gobernando” como hasta ahora, a base de descalificaciones, de amagos, de confrontación, de manotazos insensatos para imponer su voluntad, seguirá en el juego de dividir a su pueblo entre buenos y malos para conseguir el apoyo de los suyos. No ha caído en la cuenta de que algo ya cambio, algo muy importante, aquella mayoría que lo convirtió en presidente no existe más, la fue perdiendo de a poco, y no por el talento de sus adversarios, sino por cada una de sus palabras proferidas que lograron ofender a alguien, a algunos, a muchos, a millones.
No se puede soslayar que el presidente Trump tuvo aciertos durante su gobierno, principalmente en temas económicos, sigue siendo un hombre querido y admirado por millones de estadounidenses quienes salieron a votar a su favor en la elección, pero esa devoción a su persona, la construyó mediante el acoso y la descalificación de aquellos que se negaron a rendirle pleitesía. Quiso mantener la mayoría con la misma fórmula que le dio el triunfo en 2016, nunca comprendió que se convirtió en víctima de su propia estrategia, el enemigo común que construyó mediante su discurso intolerante cambió de rostro, ya no son los demócratas ni los migrantes, ahora su nombre es Donald Trump.
Los electores norteamericanos dieron una muestra de su capacidad para organizarse y no permitir que los siga gobernando un hombre con los defectos del todavía presidente, saben que apostar por Biden, sobretodo en tiempo de crisis, los conduce a la incertidumbre; pero aún así, la mayoría decidió no aceptar más como presidente, a un hombre que ellos mismos definen como; misógino, xenófobo, intolerante y mentiroso.
Entendieron que el poder público tiene que usarse para unir y conciliar, no para confrontar y dividir, cualquier discurso de intolerancia proferido desde las instituciones, debe de ser repudiado, el liderazgo de una nación no puede estar en manos de un demagogo.
La democracia siempre dará una nueva oportunidad para corregir las cosas, esa es la gran lección del pueblo norteamericano.
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