The Difference Is in the Treatment

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La diferencia está en el trato

Para algunos la mayor “contribución” de Trump a la relación bilateral fue mostrar que era posible presionar abiertamente al gobierno mexicano

Un dicho clásico en la política mexicana señala que “en política, como en poesía, la forma es fondo”.

La frase, atribuida a don Jesús Reyes Heroles, un distinguido político de la vieja escuela, podría ser aplicada al momento actual de las relaciones entre Estados Unidos y México, y muy en especial a las maneras usadas por el aún nuevo gobierno de Joe Biden, para enfrentar la crisis migratoria en la frontera entre los dos países.

La visita de una delegación encabezada por Roberta Jacobson, encargada ahora de temas fronterizos en un puesto a horcajada entre el Consejo Nacional de Seguridad y el Departamento de Seguridad Nacional, puso acento en la diferencia.

La línea limítrofe se convirtió, como ocurrió en 2019, en la barrera última entre millares de presuntos migrantes y peticionarios de asilo, especialmente centroamericanos, y sus posibilidades de entrar a territorio estadounidense.

La retórica usada entonces por la administración de Donald Trump fue de enfrentar la “invasión” con medidas de fuerza y poner al recién iniciado gobierno de Andrés Manuel López Obrador frente a la abierta amenaza de incrementos en tarifas arancelarias, en caso de no detener las caravanas.

De hecho algunos en Washington afirman que la mayor “contribución” de Trump a la relación con México fue mostrar que era posible presionar abiertamente al gobierno mexicano y obtener una respuesta positiva.

El gobierno Trump estableció también el llamado plan “permanecer en México”, paralelo a sus publicitados esfuerzos por cumplir una de sus más simbólicas promesas de campaña: la construcción de un muro fronterizo para detener a migrantes y delincuentes.

Pero la política de Trump llevó a uno de los grandes escándalos de su gobierno: la división de familias, la retención de niños que llegaban sin acompañantes y el arresto de menores.

La situación no ha cambiado mucho en cierta forma. La frontera sigue cerrada, parte como reflejo de la situación sanitaria en los dos países, y parte porque no han cambiado las disposiciones legales en vigencia.

Pero ahora hay la promesa formal de cambio y sólo se pide tiempo.

Migración fue uno de los temas medulares de la campaña electoral de Biden, que buscó establecer un contraste entre su visión de Estados Unidos, la tradicional imagen del país de inmigrantes, con la más restrictiva, y aún xenofóbica propuesta de Trump.

La visita de la delegación encabezada por Jacobson marcó diferencias. Hay coincidencia de metas respecto al problema migratorio, el tema fronterizo y la necesidad de soluciones, que implican la posibilidad de planes de desarrollo para el sur de México y los países del llamado “Triángulo Norte” de Centroamérica (Guatemala, Honduras y El Salvador).

Lo que está claro es que cualquier plan estadounidense para el problema migratorio y la actual crisis en la frontera necesita de la asistencia de México.

La forma elegida por Biden es el diálogo público y quizá la presión discreta. Pero esto ha sido parte de la relación por décadas.

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