No hay manera de comenzar a desglosar semejante disparate sin indignarse. En primer lugar, por la condición humana de las víctimas de esta jugada cruel
El traslado fue ordenado y pagado por el gobernador de Florida, Ron De Santis, y no tuvo otra razón que hacer un show político. Nuestros compatriotas fueron arrojados a la buena de Dios cerca de la residencia del expresidente Barack Obama, de quien De Santis es adversario.
Siendo Obama miembro del Partido Demócrata, más abierto a la inmigración, los republicanos, de postura antiinmigrante, justificaron: “Que se alojen en la casa de Obama. Que él se haga cargo de ellos”.
No hay manera de comenzar a desglosar semejante disparate sin indignarse. En primer lugar, por la condición humana de las víctimas de esta jugada cruel.
Y es muy difícil apartar el hecho de que son nuestros compatriotas y nos duelen aún más, porque sabemos muy bien de lo que están huyendo y las esperanzas que le jugaron a ese viaje, hecho con sacrificio extremo.
No existe tal cosa como una persona “ilegal”. La “ilegalidad” se asigna a los inmigrantes indocumentados para justificar el quitarle sus derechos.
El término adecuado es “indocumentado” La migración no autorizada, o indocumentada, no es un ilícito penal, sino, un delito civil. Estos inmigrantes tienen derechos humanos, como solicitar asilo, acceso a un proceso legal y no ser detenidos arbitrariamente.
Una vez atravesada la frontera, nuestros inmigrantes se entregaron a las autoridades estadounidenses, con lo cual entran en un marco de legalidad. Muchos de ellos ya habían sido escuchados y estaban en un estatus de esperar por un proceso de asilo.
Especialistas en DDHH del sur de Texas aclararon que esa región está capacitada para manejar estos casos, que se presentan cotidianamente y en grandes números desde hace décadas.
Ya se encontraban en un refugio y lo que procedía era facilitarles el traslado hacia otras ciudades, donde muchos tenían familiares que se podían hacer cargo, incluso económicamente. Hay diversas instituciones civiles, religiosas y gubernamentales laborando en la zona. Luego podrían ir a corte con sus casos de asilo, muchos ya tenían citas.
El abrupto traslado rompió con lo poco que habían logrado y los dejó a su suerte en un sitio donde no había personal, refugios ni instituciones que los atendieran; mucho menos posibles fuentes de trabajo.
El objetivo era hacer pasar un mal rato a los habitantes de una isla con una tendencia política opuesta a la del gobernador de Florida. Una isla “de ricos”, como ellos mismos la calificaron.
Por fortuna no fue así. Los vecinos se organizaron rápidamente para atender a los recién llegados. Aparecieron autoridades para atenderlos y fueron trasladados a la base militar de Cape Cod, en el mismo estado, para continuar con su proceso legal.
Valga aclarar que, según expertos, Estados Unidos aún necesita mucha mano de obra. Entre uno y dos millones de nuevos puestos de trabajo al año son cubiertos por inmigrantes, que no les quitan empleo a estadounidenses, ya que muchas veces desempeñan trabajos que los nacionales no aceptan, como agricultura o construcción.
Y muchos de quienes asumen públicamente posturas contrarias a la inmigración, han contratado bajo cuerda a inmigrantes indocumentados. ¿Por qué proceden así? Quizá para tenerlos aterrorizados y de ese modo poder pagarles su trabajo a precios muy por debajo del mercado.
La reflexión final que cabe es: ¿por qué se utilizó a nuestros compatriotas como fichas de una diatriba política?
En este caso era posible un enfoque de ganar-ganar, que tratara con dignidad a los migrantes y que estuviera abierto a la posibilidad de que el nuevo país se beneficie de ellos.
Si el objetivo es dañar al contrario por el simple hecho de perjudicarlo y, si para colmo se juega con la condición de seres humanos en situación de vulnerabilidad, entonces el concepto de la política que tienen estos personajes es muy pobre.
Ojalá el debate político estadounidense logre elevarse por encima de las miserias que trae la polarización. Los venezolanos ya sabemos bastante de eso.
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