China and the US: New Conversations

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Existe una interdependencia económica entre China y Estados Unidos que hace prácticamente imposible delimitar los campos como ocurría en la era de la confrontación con la Unión Soviética.

En un artículo reciente de la revista Foreign Affairs, titulado “América, China y la virtud de las bajas expectativas”, el autor, Ryan Hass, se refiere a la relación actual entre estos dos países y cómo tener metas modestas y diplomacia activa puede reconducir esta relación.

No se esperaba mucho de la reciente visita del secretario de Estado Antony Blinken a Pekín, más allá de estabilizar la relación y reabrir canales de comunicación; y al menos esto parece haberse logrado. Blinken pudo reunirse con varias autoridades, cerrando con Xi Jinping, lo cual es una señal positiva de apertura a futuros diálogos. El canciller Qing irá pronto a Estados Unidos, y varios secretarios estadounidenses visitarán Beijing, comenzando por la secretaria del tesoro, Janet Yellen, quien es muy respetada en China.

Existen aún grandes diferencias: el ambiente interno en ambos países es de desconfianza hacia el otro, lo que da poco margen de maniobra para buscar puntos de compromiso. Del lado estadounidense, hay una competencia entre los dos partidos sobre qué lado es más duro con China, algo que se volverá aún más difícil a medida que se acerquen las elecciones. Biden ha tomado varias medidas restrictivas con respecto a las exportaciones de semiconductores avanzados y se espera que imponga restricciones a las inversiones en China por parte de ciertos sectores estratégicos.

Por otro lado, existe una posición cada vez más asertiva por parte de China hacia Taiwán, con constantes ejercicios militares ante cualquier acto que se considere provocación o apoyo a una posible posición de independencia de la isla por parte de Estados Unidos. Uno de los objetivos no alcanzados de la visita fue promover comunicaciones de carácter militar, pa

Parece inexorable que en las próximas décadas siga habiendo competencia entre estas dos potencias, pero lo que hay que evitar a toda costa es llegar a un nivel de confrontación armada.

Por otro lado, existe también una interdependencia económica entre ambos (y con Europa) que hace prácticamente imposible delimitar los campos como ocurría en la era de la confrontación con la Unión Soviética. De hecho, parte del mensaje inicial de desacoplamiento económico ha ido cambiando por el de “reducción del riesgo” (de-risking), que implica que solo determinados sectores estratégicos como tecnologías avanzadas o defensa serían los que realmente estarían restringidos. En su reciente viaje a Europa y en una reunión del Foro Económico Mundial, el premier chino, Li Qiang, lo tuvo como tema principal, lo que demuestra el interés de China por mejorar la relación con las potencias occidentales, buscando que estas medidas no afecten más a su economía que hoy enfrenta grandes retos demográficos, medioambientales e inmobiliarios, entre otros.

Dentro de este contexto, la realidad es que en este ambiente cada vez más hostil de competencia abierta entre ambas, que involucra temas sensibles como la seguridad (reciente expansión militar china en Cuba), tecnología, soberanía y sanciones, entre otros; el solo hecho de reiniciar comunicaciones reduce riesgos de confrontación y da mayores luces a la comunidad internacional sobre los cambios que se avecinan por parte de las dos principales potencias.

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