Los ayudan también las evidentes dudas alrededor de la edad y la fragilidad del presidente Joe Biden. Con todo, algunas de las propuestas de los republicanos son harto controversiales por sí mismas
A tres meses de las actuales votaciones, voces republicanas se levantan para advertir contra el exceso de confianza y la creencia de que prácticamente su partido, con Donald Trump a la cabeza, tiene asegurado ya el triunfo en las elecciones de noviembre próximo.
El primero en hacerlo fue Donald Trump Jr., el influyente hijo mayor del exmandatario y ahora candidato. Y tiene razón. Faltan tres largos meses para la votación, y aunque el ya formal candidato republicano mantiene la ventaja que ha llevado todo el año, se trata hasta ahora de uno o dos puntos y el impulso que pueda salir del atentado del sábado y la actual convención de Milwaukee enfrentarán todavía la prueba de los Juegos Olímpicos de París a fines de julio y la reunión demócrata de Chicago, la segunda mitad de agosto.
En todo caso, los republicanos parecen optimistas y en su convención se dicen convencidos de que su país está en crisis, que la responsabilidad del problema es de los demócratas, y Biden en particular, y que Trump es el mejor candidato para sacarlos del hoyo.
A su favor está que los Estados Unidos son un país políticamente dividido casi a la mitad y los actuales puntos de ventaja generales pueden transformarse en una victoria masiva en el Colegio Electoral, la peculiar forma de elección presidencial indirecta y estado por estado que caracteriza a ese país.
Los ayudan también las evidentes dudas alrededor de la edad y la fragilidad del presidente Joe Biden. Con todo, algunas de las propuestas de los republicanos son harto controversiales por sí mismas.
Pero las cosas no son tan simples.
Para empezar, pese al atentado del sábado y la convicción de que se salvó gracias a la “mano de Dios”, Trump no parece haber recibido hasta ahora el empujón que muchos esperaban y su ventaja en las encuestas generales subió, pero a cambio fortaleció su imagen ante sus seguidores y mantiene su superioridad en los estados “bisagra”, donde perdió hace cuatro años por márgenes pequeños.
Quien sabe si también a su favor, como partido de “ley y orden”, un 80 por ciento de los participantes en una encuesta en línea después del atentado del sábado piensa que el país está “fuera de control”.
La retórica de la actual campaña electoral no ayuda. Y de hecho, a pesar de los mensajes de unidad y calma emitidos tanto por Biden como por Trump el domingo, continúa tan acalorada como hasta antes del atentado del sábado.
Los republicanos se quejan de que las acusaciones de Biden y los demócratas contra Trump y sus afirmaciones de que dará al traste con la democracia estadounidense son incitaciones al odio, mientras los demócratas apuntan a las declaraciones del propio Trump y sus seguidores en torno al “corrupto Joe”, el apodo que el exmandatario puso al actual, y el “extremismo de izquierda” de los demócratas que dicen destruirá al país.
Los oradores republicanos citaron lo mismo las demandas de derechos por minorías sexuales que los reclamos por discriminación racial, y rechazaron acusaciones de que su partido trata de promover las diferencias. A cambio, se presentan como igualitarios y en favor de oportunidades iguales para todos.
Pero al mismo tiempo describieron escenarios apocalípticos por la llegada de inmigrantes indocumentados, acompañada por los carteles de la droga, mientras se limita y se obstaculiza la acción de la policía.
Las promesas republicanas son las de un país donde la economía sea buena, las fronteras “seguras” y sin “el caos” creado por Biden; sin inflación e impuestos bajos.
Pero la realidad es que hasta antes del ataque, la mayoría de los estadounidenses mantenían sus reservas hacia un Biden demasiado viejo y hacia un Trump que consideraban indigno de ocupar el puesto.
Por ahora, nadie sabe qué tanto puede cambiar esa perspectiva si alguno de los candidatos actuales puede cambiarla.
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