When we look at the Forbes billionaire list, it inevitably reminds us of the world in which we live. The 225 greatest fortunes amount to almost half of the world population's income.
The Gross National Product (GNP) of the 41 poorest and most indebted countries, comprising 567 million citizens, is less than the total possessions of the seven richest people in the world.
The personal assets of the 15 most wealthy individuals is greater than the GNP of all the Sub-Saharan nations combined. The money spent every year on cologne, perfume and cosmetic products in the U.S. is equal to half of the economic aid sent to developing countries. A board director in the United States earns 400 times the salary of the average worker. This is the outcome of voracious capitalism.
The root of all immorality lies in this inequality that makes social justice the biggest myth of modernity.
But startling us with the economic and social asymmetry of the globe was not sufficient for Forbes; it now informs us that one may also access the billionaire club via illegal means. Joaquín "El Chapo" Guzmán, a judged and convicted criminal, who is perhaps the icon of organized crime in Mexico, is a recent addition among the elite of the famous magazine.
Here is how Guzmán met the criteria to be considered for the list: Mexicans and Colombians laundered between 18 and 39 billion dollars in 2008, money obtained from the wholesale of drugs shipped to the U.S. El Chapo Guzmán probably earned 30-50 percent of these profits, which would be enough for him to pocket billions of dollars during his criminal career and, in turn, secure a place on the list.
This causes me to react in two very different ways. On one side, I see it as a grotesque offense. The symbolic importance of including a criminal in the most prestigious list of the wealthy is enormous.
The implicit message could be the following: economic power is amassed through legal or illegal means, and, in any case, if you accumulate enough then you have a spot reserved in our little club. Whether Forbes even questioned the validity of the calculations of Guzmán's fortune is beside the point - suspicion is obligatory when it comes to organized crime. They made a profoundly cynical decision upon putting aside all ethic considerations relevant to the source of his earnings.
Luisa Kroll, editor of the publication, explained that the decision was based on the individual's success rather than taking into account his sinister persona. Forbes, then, is saying to the world that the success obtained by amassing a fortune is one thing while the manner in which one does so is another. For a global audience of incalculable dimensions, the message could not have been clearer: even wealth built over rivers of blood is justified among the elite.
The other reaction is a very different one: Forbes did nothing but recognize a fact. In this world, organized crime has free rein and operates with increasingly greater economic, social and political power. It's about the inclusion of a major-league drug dealer who travels the world after having escaped a maximum security Mexican prison.
From this perspective, the magazine jolts us with another indisputable reality: organized crime challenges the state, occasionally defeating it, and also amasses personal fortunes equal to the world's richest. It is not difficult to understand: both legal and illegal markets produce millionaires.
In Mexico, the news hits hard at the worst of times. I can imagine the anger and pain of those who, having witnessed first hand the brutal force of this character, now see him sharing the fame with the world's most successful businessmen. Think of those who have given or risked their lives to investigate and hunt down the networks that depend on Mr. Guzmán. No one deserves this. Forbes’ billionaire list is a disgraceful and unnecessary affront.
Cuando miramos la lista Forbes de multimillonarios es inevitable recordar el mundo en el que vivimos. Las 225 mayores fortunas equivalen al ingreso anual de casi la mitad de la población total del planeta.
El Producto Nacional Bruto de los 41 países más pobres y endeudados del mundo, con 567 millones de personas, es inferior a lo que poseen las siete personas más ricas del mundo.
El patrimonio sumado de las 15 personas más adineradas del planeta es mayor al Producto Interno Bruto de todos los países subsaharianos. Lo que se gasta al año en perfumes y cosméticos en Estados Unidos equivale a la mitad de los recursos destinados como ayuda a los países en desarrollo. Y en ese país un directivo gana 400 veces el salario promedio. Este es el saldo del capitalismo voraz.
La madre de todas las inmoralidades es esa desigualdad que hace de la justicia social el más grande de todos los mitos de la modernidad.
Pero la lista Forbes no tenía suficiente espetándonos la asimetría económica y social de nuestro mundo; ahora nos informa que al club de los multimillonarios también se accede por la vía criminal. Joaquín El Chapo Guzmán, delincuente juzgado y condenado, y quien es quizá el icono de la criminalidad organizada de México, fue agregado entre los grandes millonarios de la famosa publicación.
El criterio de inclusión fue el siguiente: los traficantes mexicanos y colombianos lavaron entre 18 mil y 39 mil millones de dólares en 2008, en recursos obtenidos de la venta al por mayor de embarques de drogas a Estados Unidos. El Chapo Guzmán probablemente ganó entre 30 y 50% de ello, suficiente para que durante su carrera delictiva se haya embolsado mil millones de dólares, y ello lo hace merecedor de un lugar en la lista de multimillonarios.
El hecho me provoca dos reacciones muy distintas. Por un lado, lo percibo como una grotesca provocación. La carga simbólica de incluir a un criminal en la más prestigiada lista de acaudalados es enorme.
El mensaje implícito puede ser así: el poder económico se concentra por la vía legal o ilegal y en cualquier caso, si lo logras, tienes un asiento reservado en nuestro pequeño club. Más allá de que los cálculos de la fortuna sean válidos o no —la duda es obligada cuando se habla de delincuencia organizada—, la revista Forbes tomó una decisión profundamente cínica cuando pone al margen cualquier consideración ética en torno a los métodos del enriquecimiento.
Luisa Kroll, editora de la publicación, explicó que la decisión se basó en el éxito del sujeto, más allá de que se trate de un personaje oscuro. Forbes le dice así al mundo que el éxito al amasar una fortuna es una cosa y la manera como lo hagas es otra. Para un auditorio de dimensiones incalculables a lo largo del orbe el mensaje debe haber quedado claro: aun las fortunas construidas sobre ríos de sangre tienen acreditación entre las élites.
La otra reacción es muy distinta. Forbes no hizo más que reconocer un hecho. En este mundo la delincuencia organizada tiene permiso y opera cada vez con mayor poder no sólo económico, sino también social y político. Se trata de la inclusión de un líder narcotraficante que anda por el mundo luego de haber escapado de una prisión mexicana de “máxima seguridad”.
Visto desde esta perspectiva, la revista nos espeta otra realidad inocultable: la delincuencia organizada desafía al Estado, en ocasiones lo vence y además acumula patrimonios a la par de los más acaudalados. El hecho es simple: los mercados ilegales producen millonarios, tal como lo hacen los legales.
En México la noticia cae mal y en mal momento. Imagino la ira y el dolor de quienes han vivido en carne propia el poder brutal de ese personaje, y ahora lo miran compartiendo la fama entre quienes el mundo considera los más exitosos emprendedores. Piense el lector en aquellos que han dado la vida o la ponen en riesgo investigando y persiguiendo a las redes que dependen de ese individuo. Ninguno merece esto. Forbes lanzó una provocación oprobiosa e innecesaria.
Director ejecutivo del Instituto para la Seguridad y la Democracia, AC
This post appeared on the front page as a direct link to the original article with the above link
.