The centrism is over. Obama is a politician who has until now been conciliatory and open to dialogue, who always sought, when possible, bipartisan congressional agreements between Democrats and Republicans. This has worked well, sometimes even very well, during his electoral ascent and his first year in the White House. Some of the victories achieved represent historic milestones that can never be erased: the first African-American to achieve the highest office in the country, the change in America’s image in the world, the prohibition of torture and illegal detentions...But all this is now over. He had already received signs that he needed to vary his slightly naïve politics. But what happened this week, coinciding with the first anniversary of his inauguration, could not be more worrisome for the president. The response has arrived quickly in the form of a new Obama, who has been immediately branded as populist and radical. We can expect plenty of surprises from the new tougher, more committed version of Obama.
The president received two loud slaps as an anniversary gift. The first came from the electorate in the Democratic fiefdom of Massachusetts, where a previously unknown local senator has removed the Democrats from the Senate seat which was practically Kennedy family property for more than half a century. The second was provided by the Supreme Court, which has authorized unlimited campaign contributions from businesses in the name of freedom of speech as protected by the First Amendment to the Constitution. Both wallops constitute a lesson on the limits on the power of the most powerful president in the world. Within his sphere, Obama has less leeway than Zapatero, Berlusconi or Sarkozy, just to name three very different examples. Nonetheless, the power that any of the three Europeans has is tiny compared with Obama’s power.
The U.S. president can do a lot - punish Wall Street banks, for example. But he cannot do everything: we will see if he is able to pass health care reform. And it remains to be seen what will happen with the mid-term elections, which occur this coming November, where punishing the ruling party tends to be the norm; in Obama’s case, this effect was felt in advance in Massachusetts in the form of a special election to fill the vacancy left by Ted Kennedy, whereby fortune has given him advanced notice which could allow him to correct his mistakes. The decision of the Supreme Court, the highest judicial authority, whose members serve for life, has also been a warning for a president who wants to make many changes; he should never forget that these judges, all of whom were appointed by his predecessors, except for one, Sonia Sotomayor, will have the ultimate and final say over the significant questions which effect the country. They decided the 2000 presidential election, and now they have decided to opt for a money-driven electoral democracy, which gives the Republicans an advantage over the Democrats.
22 enero, 2010 - Lluís Bassets
Obama 2.0
Se acabó el centrismo. Obama ha sido hasta ahora un político conciliador y dialogante, que ha buscado siempre que ha podido los acuerdos transversales en el Congreso entre republicanos y demócratas. Respondía a su carácter, a su fe en la palabra y el diálogo y a su programa de cambio moderado. Todo ha funcionado correctamente, e incluso muy bien en algunos momentos, durante su ascenso electoral y su primer año en la Casa Blanca. Algunas de las victorias conseguidas constituyen hitos históricos que nada podrá ya emborronar: el primer afro americano que alcanza la máxima magistratura del país, el cambio de imagen de Estados Unidos en el mundo, la prohibición de la tortura y de las detenciones ilegales…Pero todo esto se acabó. Ya había recibido varias señales inequívocas sobre la necesidad de matizar su política un tanto ingenua. Pero lo ocurrido esta semana, coincidiendo con el primer aniversario de su toma de posesión no puede ser más preocupante para el presidente. La respuesta no ha tardado en llegar en forma de un nuevo Obama, que ha sido tachado inmediatamente de populista y radical, y del que cabe esperar abundantes sorpresas en su nueva versión más acerada y comprometida.
Dos sonoras bofetadas ha recibido el presidente como regalo de aniversario. La primera de parte del electorado en el feudo demócrata de Massachusetts donde un hasta ahora desconocido senador local ha desposeído a los demócratas del escaño senatorial que era prácticamente patrimonio familiar de los Kennedy desde hace más de medio siglo. La segunda se la ha propinado el Tribunal Supremo, que ha autorizado la financiación sin límite de las campañas electorales por las empresas privadas en nombre de la libertad de expresión que protege la Primera Enmienda de la Constitución. Ambos sopapos constituyen una lección sobre los límites del poder del presidente más poderoso del mundo. Obama tiene dentro de su ámbito menos márgenes que Zapatero, Berlusconi o Sarkozy, sólo para mencionar tres casos bien distintos. Aunque el poder que tengan cada uno de los tres europeos en términos absolutos sea ínfimo comparado con el poder de Obama.
El presidente norteamericano puede mucho: castigar a la banca de Wall Street, por ejemplo. Pero no puede todo: veremos si consigue la aprobación de su reforma sanitaria. Y habrá que ver lo que suceda en las elecciones de mitad de mandato, que se celebrarán el próximo mes de noviembre, donde el castigo contra el gobernante en plaza suele ser la norma: en el caso de Obama este efecto se le ha adelantado en Massachusetts, por una elección especial para llenar la vacante de Ted Kennedy, con lo que la fortuna le ha proporcionado un aviso adelantado que puede permitirle corregir sus errores. La sentencia del Supremo, la máxima autoridad judicial cuyos miembros son vitalicios, ha sido también una advertencia para un presidente que quiere cambiar muchas cosas: nunca deberá olvidar que estos magistrados nombrados todos ellos por sus predecesores, menos uno, Sonia Sotomayor, son los que tendrán la última y definitiva opinión sobre las cuestiones trascendentales que afectan al país. Ellos decidieron las elecciones presidenciales de 2000 y ellos han decidido ahora decantarse a favor de la democracia electoral del dinero, que da ventaja a los republicanos sobre los demócratas.
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