BP has been fighting two simultaneous battles for 50 days. Their desperate fight to put a “plug” on the oil spill in the Gulf of Mexico is evident. However, little progress has come from the British company’s bold efforts to put a “plug” on the truth, to systematically deny the evidence, distance the media, mobilize its political influences and enlist top experts in the dubious art of manipulating public opinion.
BP began contracting the services of the Brunswick Group, one of the most powerful offices in Washington, specializing in “challenges from the critics.” A week ago, BP directly appointed Anne Womack-Kolton, former campaign manager of former Vice President Dick Cheney’s campaign. Just this week, former Bush strategist Alex Castellanos, adds himself to the list through the company Purple Strategies.
In a show of brazenness or sarcasm, BP seems ready to round up the “usual suspects” to undo the damages to which they so generously contributed when Bush and Cheney bowed down before the oil companies. However, the oil spill, of course, also splashes the Democrats as the sticky tentacles of BP knock on the door of White House Chief of Staff Rahm Emanuel, the former head of Obama’s transition team; John Podesta, and even the deceased Ted Kennedy (to mention a few).
BP fights back by any means possible in trying to remake its image, from Facebook to Twitter, where it appears as an irrational “defendant.” The British company has also placed its “sponsored link” at the top of the page on Google searches whenever the damned words “oil spill” are keyed. On television and in every newspaper page, we see controversial executive director Tony Hayward actively and passively apologizing: "The gulf spill is a tragedy that never should have happened … I am deeply sorry.”
However, the most lamentable part, without a doubt, is BP’s persistence in trying to make the disaster “invisible.” We were able to verify it with our own eyes several times during the first days when we ran into the yellow tape — just like the kind police use to mark out the “scene of the crime” — to block us from access to the beaches, Shell Beach and Grand Isle, among others. One week after the spill, we verified that BP demanded that the fishermen be prohibited to “speak with the media” as a condition of their joining in the “response” operation. The fishermen of Venice cautioned that the Coast Guard even went as far as to threaten significant fines if they dared to take journalists to the area of the spill.
Shortly afterwards, security guards of another oil company — Shell — shut the door in our faces when we tried to access, at an inconvenient time, a press conference at the fort near Robert [Louisiana] (can someone explain to us why they would put the information center 200 kilometers off the coast?). Less than two weeks ago, we attended the pathetic choreography with which BP entertained Obama, who gave his own press conference on Grand Isle less than 500 meters from the headquarters of Exxon Mobil in the Gulf of Mexico (we’re surrounded!).
The Associate Press, CBS and the Times-Picayune denounced BP’s recent efforts to block access to media, though the smoke screen could not have lasted much longer. The horrifying photos of the pelicans smeared on Grand Terre Island ended the unwritten slogan that has worked almost to perfection to date: “No photos of dead animal, please.”
The existence of underwater oil plumes is finally now confirmed, 10 days after the ubiquitous Tony Hayward put his hand in the water before the press: "The oil is on the surface … Oil has a specific gravity that's about half that of water. It wants to get to the surface because of the difference in specific gravity."
Elementary, my dear Hayward … We will continue to deceive.
08 JUN 2010 23:39
BP está librando desde hace 50 días dos batallas simultáneas. De su lucha desesperada por ponerle un “tapón” al vertido de petróleo en el Golfo de México tenemos constancia sobrada. Poco ha trascendido sin embargo de los denodados esfuerzos de la compañía británica por ponerle un “tapón” a la verdad, por negar sistemáticamente la evidencia, por mantener a distancia a los medios, por movilizar sus influencias políticas y por alistar a los máximos expertos en el dudoso artes de manipular a la opinión pública.
BP empezó contratando los servicios de Brunswick Group, uno de los despachos más poderosos de Washington, especializado en “retos críticos de comunicación”. Hace una semana, BP fichó directamente a Anne Womack-Kolton, ex jefa de campaña del ex vicepresidente Dick Cheney. Esta misma semana, el ex estratega de Bush Alex Castellanos se suma a la lista, a través de la firma Purple Strategies.
En un alarde de desfachatez o socarronería, BP parece dispuesta a alistar a los “sospechosos habituales” para deshacer el entuerto al que tan generosamente contribuyeron cuando Bush y Cheney se bajaron los pantalones ante las petroleras. Aunque la mancha de petróleo salpica por supuesto a los demócratas, y los pringosos tentáculos de BP llaman a la puertas del jefe de Gabinete de la Casa Blanca, Rahm Emanuel; del ex jefe de la transción de Obama, John Podesta, y hasta del fallecido Ted Kennedy (por citar unos cuantos).
BP contraataca por todos los medios posibles para rehacer su imagen, de Facebook a Twitter, donde le ha salido por cierto un “replicante” disparatado. La compañía británica ha colocado también su “enlace patrocinado” en lo más alto de las búsquedas de Google, cada vez que se teclean las palabras malditas: “oil spill”.
En televisión, y en toda página en los periódicos, vemos al controvertido director ejecutivo, Tony Hayward, pidiendo perdón por activa y por pasiva: “El vertido es una tragedia que nunca debería haber ocurrido... Lo siento profundamente”.
Pero lo más lamentable es sin duda el empeño de BP por hacer “invisible” el desastre. Lo pudimos comprobar en carne propia varias veces durante los primeros días, cuando nos topamos con cintas amarillas –como las que usa la policía para delimitar la “escena del crimen”- para bloquearnos el acceso a las playas de Shell Beach o Grand Isle entre otras.
Una semana después del vertido, comprobamos que BP exigía a los pescadores la prohibición de “hablar con los medios” como condición para poder sumarse a las operaciones de “respuesta”. Los pescadores de Venice advirtieron que la Guardia Costera les llegó a amenazar con multas cuantiosas si se atrevían a llevar periodistas a la zona del vertido.
Poco después, los guardias de seguridad de otra compañía petrolera –Shell- nos dieron con las puerta en la narices cuando pretendíamos acceder a deshora a una conferencia de prensa en el fortín de Robert (¿alguien nos explica por qué ponen el centro de información a 200 kilómetros de la costa?). Hace menos de dos semanas asistimos a la patética coreaografía con la que BP agasajó al propio Obama, que dio su rueda de prensa en Grand Isle a menos de 500 metros del cuartel general de Exxon Mobil en el Golfo de México (¡rodeados estamos!).
La agencia AP, la cadena CBS y el diario Times-Picayune denunciaron recientemente los esfuerzos de BP por bloquear el acceso a los medios, aunque la cortina de humo no podía resistir mucho más. Las fotos espeluznantes de los pelícanos embadurnados en la isla de Gran Terre acabaron con la consigna no escrita que funcionó casi a la perfección hasta la fecha: “Prohibido fotografiar animales muertos”.
Se confirma por fin ahora la existencia de manchas submarinas de petróleo, diez días después de que el ubicuo Tony Hayward pusiera la mano en el agua ante la prensa: “El petróleo está en la superficie... El petróleo tiene una gravedad específica, que es la mitad que la del agua, y tiende a salir a la superficie por esa diferencia de gravedad”.