Memories of Joplin

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Qué será de la vida de Carmen, aquella joven mexicana “sin papeles” que acababa de conseguir trabajo en una casa de comida para llevar en Joplin. En aquel momento –2008, plena campaña electoral y profunda crisis económica– era tal la ansiedad de Carmen por tener un empleo que tenía problemas para dormir y se peleaba con su pareja. Esa mañana, la joven ayudaba a pintar y limpiar los vidrios del restaurante de tacos que estaba a punto de abrir, en la avenida principal.
Como Carmen, Joplin intentaba salir a flote de la crisis. Pero la ciudad, en sólo una noche, lo ha perdido todo. Este lugar, que Clarín visitó en una recorrida por todo Estados Unidos a través de la Ruta 66, es hoy tierra arrasada. Joplin es –¿era?– una ciudad extraña. A mitad de camino entre el este y el oeste, casi en la puerta de entrada a la “América profunda”, que comienza a pocos kilómetros de allí, en Kansas, se jacta de tener unos 50 mil habitantes pero era difícil encontrar algún ser vivo caminando en la vereda. La avenida principal, que coincide en su trazo con la mítica ruta, parecía entonces un desierto, con pocos autos, casi sin gente. La vida latía más en los comercios o en las viviendas.
¿Qué habrá sido de Lorn, el de la licorería? Un grandote con bandana, dueño de un bar lleno de botellas salpicadas de tierra, en una estación de servicio abandonada que parecía salida de una película. ¿Y del señor Evans? Veterano de la guerra de Corea, entonces de 83 años, solía transcurrir sus tardes inmóvil, sentado en la puerta de su casa llena de trastos abandonados, custodiando a su hija ciega.
El tornado pasó justo por el centro de la ciudad, en una faja de destrucción de unos 800 metros de ancho. Ojalá no haya arruinado la vida a Lorn, al señor Evans. O devastado el restaurante donde Carmen imaginaba su futuro.