Diagnosing the Obama Issue

Published in El País
(Spain) on 8 November 2014
by Moisés Naím (link to originallink to original)
Translated from by Beth Holding. Edited by Gillian Palmer.
In the United States, political consensus is verging on extinction. Nobody agrees with anything anymore — except one thing: It’s all Obama’s fault. The president is seen as being responsible for the poor financial situation, deteriorating economic inequality and the fact that the likes of Vladimir Putin and Bashar al-Assad have become ever bolder since learning that they can get away with most anything without the U.S. warning them, or anyone else for that matter, that it’s best not to play games with a superpower.

The list of mistakes Obama can be blamed for is long and varied. He’s even managed to achieve the impossible, finally giving Republicans and Democrats something to agree on. Both parties think that Obama is responsible for the results of the recent midterm elections. In fact, such a noticeable Republican victory hasn’t been observed since 1931. Several Democratic leaders and many unsuccessful electoral candidates have publically announced that the White House has a lot to answer for following their recent defeat at the ballot box. The Republicans couldn’t be more in agreement.

What’s happened to Obama? How is it that the president who started his term in office generating so much hope and support inside and outside of America is today perceived so negatively?

According to surveys carried out at the exits of various polling centers, 60 percent of voters in America harbor negative feelings toward their government. The reasons as to why Obama has failed to live up to expectations are as varied as the criticisms made against his leadership.

The faults and limitations most frequently attributed to Obama by his critics can be grouped into four categories.

Inexperience: “His political career has always taken the fast lane. He hasn’t had the opportunity to prepare himself for a stretch in office. Obama went from young community leader in Chicago’s poorest districts to U.S. senator, and a mere three years later found himself arriving at the White House.” His critics accuse him of being a bad politician, of not knowing how to build alliances or how to achieve necessary compromises with the opposition. They also claim that he is a bad leader, and blame him for leading the country in a destructively centrist fashion.

Personality: “Obama is an intellectual, an introvert; his indifferent disposition makes it hard for him to connect with his allies, fellow Democratic politicians and international world leaders. And these are all people he has to work with. He’s even worse at getting along with the opposition, who he actually does dislike.” An extreme version of this criticism claims that Obama is suffering from psychological issues, which have demotivated him and, in turn, minimized his effectiveness.

Ideology: The president is a stubborn idealist whose opinions on ruling the country clash with those of the majority of the population. He’s statist, isolationist and extravagant. He prefers the public sector to the private sector, and his policies are very much concentrated on benefiting America. His attempts at international politics are timid, even hesitant. Obama feels that the Armed Forces should only intervene in international conflicts that directly impact America. According to his critics, “public expenditure has skyrocketed under his leadership.”

Anti-Americanism: “Barack Obama was actually born in Kenya, is secretly a Muslim, and his presence in the White House is part of a successful conspiracy led by U.S. enemies in order to weaken the country’s position.” This version of events could seem a bit over-the-top, exaggerated or even deluded. However, it is surprising to note that among the more extreme opposition, certain racist theories — some clandestine, others publicized — still remain deeply rooted. Following this perspective, the presumed errors, defects, negligence or limitations present in Obama’s leadership strategy are all deliberate.

I don’t share any of these views. Even though it’s obvious that Obama and his team have made mistakes, I maintain that many of the honest criticisms (those that aren’t biased, economic or ideological, and that aren’t simply irrational reactions) are based on assumptions that exaggerate the power of today’s American president, whoever he may be. I think that there is strong evidence to suggest that Washington is currently faced with more restrictions than ever before when it comes to governing inside and outside its borders. I also think that a similar thing happens to all the other governments in the world. It’s not Obama’s fault.

*Editor’s Note: The quotations in this particle, accurately translated, could not be verified.


El presidente de EE UU ha logrado poner de acuerdo a demócratas y republicanos, aunque solo en la crítica

En Estados Unidos los consensos políticos están en peligro de extinción. No hay acuerdos sobre casi nada. Excepto una cosa: la culpa es de Barack Obama. El presidente es percibido como el responsable de la mala situación económica, de la agudización de la desigualdad económica, o de que los Vladímir Putin y los Bachar el Asad del mundo estén envalentonados, ya que han descubierto que pueden hacer casi lo que sea sin que EE UU les dé una lección que les enseñe a ellos y al resto del planeta que con una superpotencia no se juega.

La lista de culpas que se le achacan a Obama es larga y diversa. Obama ha logrado incluso algo que parecía imposible: que demócratas y republicanos estén de acuerdo. Ambos bandos piensan que él es responsable de los resultados de las recientes elecciones legislativas de mitad de mandato. Los republicanos obtuvieron una victoria que no se veía desde 1931. Algunos líderes del Partido Demócrata y muchos de los candidatos derrotados en estos comicios han dicho públicamente que la Casa Blanca tiene mucha culpa de la paliza electoral que recibieron. Los republicanos no pueden estar más de acuerdo.

¿Qué le pasó a Obama? ¿Cómo puede ser que un líder que llegó a la presidencia generando tantas esperanzas y con tanto apoyo dentro y fuera de su país, tenga hoy una imagen tan mala?

Según encuestas hechas a la salida de los centros electorales, el 60% de quienes votaron esta semana en EE UU albergan sentimientos negativos hacia su Gobierno. Las razones que se ofrecen para explicar por qué Barack Obama no ha tenido el desempeño que se esperaba de él son tan variadas como las críticas que se hacen a su gestión.

Las explicaciones de las fallas y limitaciones de Obama más comúnmente ofrecidas por críticos y comentaristas se pueden agrupar en cuatro categorías.

Inexperiencia. “Su meteórica carrera no le dio oportunidad para prepararse para la presidencia. Obama pasó de joven líder comunitario en los barrios pobres de Chicago a la política local y de allí rápidamente al Senado de EE UU para, solo tres años después, ser candidato a la presidencia y llegar a la Casa Blanca”. Sus críticos lo acusan de ser mal político, de no saber cómo crear alianzas y lograr los necesarios compromisos con sus opositores. También lo acusan de ser mal gerente y manejar la presidencia de una manera perniciosamente centralizada.

Personalidad. “Obama es un intelectual, un introvertido, tiene un temperamento distante que le hace difícil conectarse eficazmente con sus colaboradores, con los políticos de su partido u otros líderes internacionales con los que debe trabajar y mucho menos con sus opositores, a quienes desdeña”. Una versión extrema de esta crítica es que Obama sufre de problemas psicológicos que lo desmotivan y minan su efectividad.

Ideología. El presidente es un ideólogo empeñado en imponerle al país una agenda que choca con las preferencias de la mayoría de la población. Obama es estatista, aislacionista y dispendioso. Prefiere al sector público más que al privado y sus políticas tienden a agrandar el tamaño del Estado. Sus ambiciones internacionales son tímidas, reticentes. Obama siente que sus Fuerzas Armadas solo deben intervenir en los conflictos internacionales que afectan directamente a los intereses de EE UU. Además, dicen sus críticos, “el gasto público se ha disparado bajo su presidencia”.

Antiamericanismo. “Barack Obama realmente nació en Kenia, es secretamente musulmán y su ascenso a la Casa Blanca forma parte de una exitosa conspiración de los enemigos de EE UU para debilitar al país”. Esta variante de las críticas al presidente puede parecer extravagante, exagerada y hasta delirante. Sin embargo, es sorprendente cómo aún sigue fuertemente arraigada en los círculos más extremos de la oposición, en muchos casos muy cargada de velados —o no tan velados— tintes racistas. Desde esta perspectiva, los presuntos errores, defectos, omisiones o limitaciones de la gestión de Obama en la Casa Blanca son deliberados.

Yo no comparto ninguna de estas críticas. Si bien es obvio que el presidente Obama y su equipo han cometido errores, sostengo que muchas de las críticas honestas (las que no obedecen a intereses partidistas, económicos, ideológicos o a reacciones irracionales) se basan en suposiciones que exageran el poder que tiene el presidente de Estados Unidos hoy en día, quienquiera que sea. Creo que hay sobradas evidencias de que actualmente Washington tiene más restricciones que nunca para moldear la realidad dentro y fuera de sus fronteras. También creo que algo parecido les pasa a todos los demás Gobiernos del mundo. El problema no es Obama.
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