¡Perforad, perforad, malditos!
Una instalación petrolífera. (Foto: EL MUNDO)
CARLOS FRESNEDA desde Nueva York
18 de julio de 2008.- “¿Perforar o no perforar?”. El presidente Bush ha resuelto esta semana el dilema como era previsible: dando el banderazo de la salida la nueva era de las prospecciones petrolíferas en las costas norteamericanas.
Como si sintiera nostalgia de su su vida como explorador petrolífero en Texas, Bush confía ahora en exprimir hasta la última gota de oro negro en los 50 estados y despedirse de sus compatriotas con una apocalíptica consigna: “¡Perforad, perforad, malditos!”.
Mientras en Europa, donde aún pagamos hasta tres veces más por el litro de gasolina, se habla de eficiencia y de energías renovables (la opción nuclear la dejamos para otra ocasión), los norteamericanos sólo piensan en qué hacer para que el precio baje de los cuatro litros por galón, incluidas las plegarias en las gasolineras.
“¡Adiós, de parte del mayor contaminador del mundo!”, fue la gracia con la que despidió George W. Bush en la reciente cumbre del G-8. Hace tres años, en un sorprendente arranque de honestidad, el presidente reconoció la “adicción” al crudo de sus compatriotas, pero todo lo que ha hecho desde entonces ha sido fomentar esa adicción y barrer para las petroleras, que tan generosamente contribuyeron a su ascenso.
Con la mano negra, Bush ha dado instrucciones a la Agencia de Medio Ambiente para que siga cuestionano el cambio climático durante seis meses más y posponiendo cualquier intento de regular las emisiones de gases invernadero. Arnold Schwarzenegger se ha atrevido a denunciar su desfachatez y darle incluso clases de americanidad: “No podemos esperar a que otros marquen el camino o hagan lo mismo que tendríamos que haber hecho nosotros”.
Obra del artista Kayti Didriksen llamada ‘Hombre de Ocio, el rey George’, en el que aparece el presidente de EEUU, George W. Bush desnudo y el vicepresidente Dick Cheney le acerca una corona con un pozo de petroleo. (Foto: AP)
Hasta el magnate del petróleo T. Boone Pickens le ha pedido a Bush un cambio de rumbo: “La única manera de reducir nuestra dependencia exterior es invertir en tecnología americana y en fuentes alternativas de energía”.
California, Arizona y Nuevo México son ahora mismo la proa, pero el interior del país está varado en la era de ‘Pozos de ambición’ (cuyo título original era ‘Habrá sangre’). En una reciente travesía de este a oeste tardamos más de mil millas en ver los primeros aerogeneradores o las placas solares desde la carretera. Estados como Dakota del Sur, Kansas, Oklahoma y grandes partes de Texas viven de espaldas al viento y al sol, azotados por los fantasmas perpetuos de la Gran Depresión.
“El estilo de vida americano no es negociable”, fueron las históricas palabras de Bush, padre, en la cumbre de Río. Bush hijo, dice ahora lo mismo con otras palabras: “Ha llegado la hora de que el Congreso afronte el dolor que el alto precio de la gasolina está causando a los americanos”. Eso es todo, amigos.
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