No son los días de la llamada Crisis de Octubre, cuando la ex URSS y EE.UU. negociaron el retiro de los cohetes soviéticos en Cuba, ocurrida que entre el 16 y 28 de octubre de 1962. Estos nuevos 13 días son el tiempo que lleva el nuevo gobierno en EE.UU. hasta el 1 de febrero, cuando la intensidad da un paso al costado, y abre un respiro con la celebración de la final del American Football, uno de los eventos deportivos más importantes del año.
El breve período destila una sensación de haber sido más largo por la cantidad de medidas adoptadas y la tensión política generada en torno al “plan estrella” de recuperar la economía. La oposición republicana a este plan ha sido sin contemplaciones, y con ella se puede detectar el devenir de la nueva administración.
Desde el cierre de la cárcel de Guantánamo, pasando por las nuevas directrices para fiscalizar los lobbies, establecer normas éticas en la función pública, hasta el plan de recuperación económica, son medidas donde no están presente los temas que más concentraron la preocupación de la administración anterior por ocho años: guerra y terrorismo. Pocas veces en el período pos Segunda Guerra Mundial en EE.UU., la actividad política al inicio de un mandato presidencial ha sido tan intensa en cuestiones no relacionadas a una guerra.
Esta vez, la clave para iniciar bien el mandato reside en el plan de recuperación y reinversión económica, o plan de estímulo, como también se le llama. El objetivo central es crear y proteger entre 2 millones 500 mil y 3 millones de empleos en 18 meses, y simultáneamente movilizar inversiones en los sectores de servicios, infraestructura pública, y energía “limpia”.
Pocas veces también, se había hablado tanto del Partido Republicano como en estas dos últimas semanas, por su oposición a este plan. Le ha entregado una plataforma de visibilidad pública única y no se observa con claridad si el interés de la oposición al plan es por integrar fuerzas, o por recuperar espacio frente a la adversidad de tres derrotas electorales.
Por cierto, el nivel de especificidad demostrado por los republicanos para desmenuzar el proyecto no se aplicó en la fiscalización del manejo de información que contribuyó a la invasión de Iraq en 2003. De todas formas, para demócratas y republicanos este plan es la oportunidad para rectificar los errores colectivos de haber desmantelado el circuito socio-productivo en los últimos 30 años, a través del ajuste estructural.
El plan lo aprobó la Cámara de Representantes, con una mayoría de demócratas y la oposición de toda la bancada republicana y algunos demócratas. Se discute esta semana en el Senado donde se anticipa la misma oposición republicana y la de algunos demócratas.
El debate se centra en la concepción misma del estímulo. ¿Qué es lo que se estimula? ¿La inversión, o el gasto y el consumo? ¿Ambas cosas? Está en discusión la proporción o el equilibrio (en el Plan de Estímulo), entre el dinero de la inversión (o gasto directo en obras) y la recirculación del monto proveniente de los impuestos (para consumo). Los críticos señalan que el monto de la devolución del impuesto a las personas es muy pequeño para que tenga un peso significativo en el consumo. Para algunos consiste en entregar 40 dólares de ingreso adicional al mes. Se plantea también si el dinero será ahorrado o gastado. Los estudios favorecen ambas tendencias y no son concluyentes.
En el tráfico, se ha perdido de vista el significado del término estímulo y de que indefectiblemente la economía es la que recibirá un paquete adicional de liquidez en base a la situación real y no cómo a los políticos o a los teóricos les gustaría que fuera.
Tanto especialistas como legos y periodistas, han desempolvado el manual de economía agitando banderas. Independiente de las recomendaciones específicas, Barack Obama ya instaló un tema en la agenda, y en un debate cerrado por 30 años, cual es la necesidad de integrar nuevamente sistema productivo con inversión social. En los intercambios, se detecta la incomodidad que provoca el debate, tal vez por un conocimiento en desuso, en los medios particularmente.
Era previsible que los republicanos en su mayoría, expresen una oposición al proyecto del nuevo gobierno de “aggiornamiento” del país, a través de introducir un mayor equilibrio entre las determinantes del mercado y las consideraciones del estado en pos del bien común, que es en síntesis el contenido de este plan de estímulo.
La apuesta republicana consiste en reconstruir el partido y su espacio de poder a través del expediente más directo, empantanar el proceso que lidera Obama. Algunas voces republicanas lo desmienten, sin embargo en la base neoconservadora se persiste con una resistencia a la idea un nuevo contrato social, postergando así la oportunidad de integrar y construir.
Con el estilo de la campaña, Barack Obama se dio el espacio para la ironía. En su discurso en la Cena de la Alfalfa del sábado, un tradicional evento para conmemorar a Robert E. Lee, el general de la Guerra Civil, dijo: “Ahora, esto no se ha informado aún, pero en realidad fue una idea de Rahm (por R. Emmanuel, su Jefe de Gabinete), la de hacer el juramento nuevamente. Por supuesto, para Rahm, cada día es una ceremonia de juramento”.
El filo de la última frase se dejaba caer en los 13 días desde que asumió, y un presagio de lo que está por delante. Todos los días un nuevo examen, una posible equivocación. La última ya la admitió, respecto al insistir con el renunciado Tom Daschle. “I screw it up”. (La embarré). “Lo importante es que no se repita”. El sello del cambio continúa.
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