La esperanza de un Nobel
Desde hace ya bastante tiempo, el Nobel, en las categorías de literatura y paz, dejó de ser un galardón a una obra para convertirse en un instrumento de carácter político. Lo anterior parece confirmarlo la concepción del premio de paz 2009 otorgado al presidente estadounidense, Barack Obama, y a la escritora alemana Herta Müeller en literatura.
Al mirar el listado de los nombres que este año llenaron las expectativas en ambas categorías, uno se pregunta cuáles han sido las contribuciones de Obama a la paz del planeta en sus nueve meses como mandatario de la primera nación del mundo, o qué aportes ha hecho la señora Müller a la literatura universal para merecer tan alto reconocimiento.
Bastaría solo con nombrar a la señora Sima Samar, una activista que ha dedicado su vida a defender los derechos de la mujer en zonas de conflicto y quien lidera la Comisión Independiente de Derechos Humanos de Afganistán, o a la senadora Piedad Córdoba, que, aunque controvertida, merecía mucho más el galardón que Obama. En literatura, los nombres que hacían parte del listado eran verdaderos gigantes de las letras, maestros que han influido en muchas generaciones de nuevos escritores, como el peruano Mario Vargas Llosa, el argentino Ernesto Sábato o el español Miguel Delibes, por citar solo los de lengua castellana.
Si se mira con cuidado el registro cronológico de la concepción del Nobel en estas dos categorías, se puede advertir que han sido más los desaciertos que los aciertos. Es sabido que las políticas de la Fundación Nobel han venido cambiando en las últimas décadas y, más que el reconocimiento de una obra, lo que se busca es catapultar un nombre. De ahí que, en literatura, históricos fundacionales como Joyce, Kafka o el mismo Borges hayan sido borrados de la lista de los académicos suecos, y desconocidas como la misma Müeller lo hayan obtenido.
En el caso de Obama, el otorgamiento de la preciada medalla Nobel, acompañada de un millón de dólares, es un reconocimiento a un discurso pacífico y respetuoso. Una apuesta por un mundo de esperanzas, pero también por un planeta sin bombas nucleares.
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