La Cumbre de Copenhague, entre el 7 y 18 de diciembre, debería concluir con el compromiso de las principales naciones desarrolladas de reducir sus niveles de escape de dióxido de carbono en tasas progresivas hasta el 2050. El país con mayor producción de dióxido de carbono per cápita en el mundo, Estados Unidos, apenas promete una reducción del 6 por ciento para el 2020, con respecto a los niveles de 1990, cuando los científicos sostienen que esa reducción debería ser de entre el 25 y el 40 por ciento.
El principal problema, según los científicos, consiste en que para evitar una subida media de dos grados en la temperatura del planeta, cuyas consecuencias serían desastrosas para el planeta, los países más industrializados necesitarían limitar en el 2020 entre un 25% y 40% sus emisiones de dióxido de carbono con respecto a los niveles de 1990, mientras que los países en desarrollo deberían hacerlo entre un 15% y un 30%
Obama ofrece menos de lo esperado y posible
Las enormes expectativas de un cambio de enfoque de Estados Unidos en la materia, después que el anterior presidente George Bush negó que el calentamiento global fuera una consecuencia de la actividad del hombre, apenas se sostienen tras el escaso compromiso del presidente Barack Obama. Si bien su anuncio de ofrecer, por primera vez en la historia, una rebaja de las emisiones de gases, supeditado a la aprobación del Congreso, despertó ciertas esperanzas, la decisión de sólo concurrir un día a la Cumbre de Copenhague, y en la primera semana, cuando no estarán los demás jefes de Estado, despertó otra vez las críticas.
“No se trata de hacerse una foto, sino de conseguir un acuerdo global para detener el caos climático. Obama debería estar a la vez que el resto de líderes” fue el comentario de la organización Greenpeace. El ministro de Medio Ambiente sueco y, por tanto, ministro de turno de la UE, Andreas Carlgren, se felicitó en un comunicado del hecho de que “EEUU presente ahora una oferta de reducción de emisiones”, aunque añadió: “Lamento, sin embargo, que el nivel no sea muy elevado, ya que estimaciones previas indican que EE.UU puede hacer más”.
Obama acudirá el 9 de diciembre, un día antes de recoger el premio Nobel de la Paz en Oslo. El ministro sueco explica en su comunicado que entiende que la visita de Obama “aumente las expectativas”, pero añade: “Yo esperaba que participara en el encuentro de jefes de Estado y de gobierno” al final de la cumbre.
La directora del programa climático del Fondo Mundial para la Naturaleza, Keya Chatterjee consideró que la presencia de Obama “en los últimos días de la COP es necesaria para asegurar los debidos compromisos, esperamos que el presidente esté dispuesto a volver a Copenhague junto al resto de los líderes mundiales durante las etapas finales de las negociaciones”.
EE.UU el mayor emisor per cápita
Estados Unidos es el segundo mayor emisor de gases contaminantes del mundo (primero si se mide per cápita), sólo superado por China en volúmenes totales, y no firmó el Protocolo de Kyoto, acordado en esa ciudad japonesa en 1997 y puesto en vigor en 2005 para frenar el ritmo del recalentamiento planetario. Los gases contemplados en ese texto son el dióxido de carbono (CO2), metano, óxido nitroso, hexafluoruro de azufre, hidrofluorocarbonos y perfluorocarbonos.
El acuerdo de Kyoto obligaba a los 37 países industrializados que lo ratificaron a reducir sus emisiones de gases invernadero a volúmenes 5,2 por ciento inferiores a los de 1990, en un plazo que acaba en 2012. La reunión de Copenhague fue convocada, precisamente, para convenir un nuevo tratado superador del firmado en Japón. Si bien el entonces presidente Bill Clinton firmó el tratado de Kyoto, nunca fuec ratificado por el Congreso entonces de mayoría republicana, y mucho menos después durante las dos administraciones de George Bush.
El recorte que propone Obama del 17% de las emisiones (rebaja que sería progresiva, hasta alcanzar una reducción del 85% en el año 2050) tiene como referencia las emisiones de EE.UU en 2005 y no las de 1990, fecha fijada por el Tratado de Kyoto y en las que todos se basan. Haciendo el ajuste a ese año, la oferta de Obama se queda reducida a un magro 6%. La cifra, comparada con la oferta de otros países, incluso de aquellos que no están obligados a una reducción importante, parece ridícula.
A principios de año, Gran Bretaña propuso una reducción de 34 por ciento para 2020. Poco después Japón prometió un descenso del 25 por ciento, ambos con respecto a los niveles de 1990. Brasil anunció recientemente que estaba dispuesto a reducir sus emisiones entre 38 y 40 por ciento para 2020, pese a que como nación en desarrollo podría ofrecer menos de la mitad. La Unión Europea ha ofrecido en tanto una reducción del 20% de sus emisiones, en relación a 1990, y asegura estar dispuesta a llegar al 30% si otros países industrializados se comprometen a cifras similares. Los científicos sostienen que debería ofrecer entre el 25 y 40 por ciento.
China ofrece nueva fórmula
El gobierno de la República Popular de China anunció dos semanas antes de la Cumbre que se comprometía a reducir su intensidad energética entre un 40% y un 45% para 2020, duplicando así su oferta inicial. Además, el primer ministro Wen Jiabao, adelantó que acudirá a la reunión de Copenhague. El Consejo de Estado, gabinete chino, pretende reducir su intensidad de carbono, es decir el volumen de gases emitidos por cada punto porcentual del producto interno bruto (PIB), entre 40 y 45 por ciento para 2020. “Tendremos que pagar un alto precio para cumplir nuestro objetivo”, declaró en la conferencia de prensa del jueves Xie Zhenhua, vicepresidente de la gubernamental Comisión Nacional de Desarrollo y Reforma, responsable de los programas de planificación de este país. Beijing impuso, además, una condición: se trata de un compromiso interno que se incorporará a los planes de desarrollo a mediano y largo plazo y se supervisará en el ámbito local. Es un objetivo voluntario, pero de carácter obligatorio frente a la comunidad internacional, añadió. “Hicimos un compromiso y los chinos cumplen su palabra”, remarcó Xie.
En tanto que nación en desarrollo, China no está obligada a limitar sus emisiones y, mantener ese beneficio será uno de los objetivos de cualquier nuevo acuerdo que surja en Copenhague para reemplazar el Protocolo de Kyoto.
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