New Year’s is a time for well wishes, given to friends and strangers alike. At this time of year you can’t help but realize that peace is a prized thing for everyone and the foundation for a better, happier life.
For this reason, the content of this article is addressed to every man and woman looking and aspiring for a little piece of tranquility in their world.
It also may serve as a warning sign to president Obama, who was unexpectedly declared a Nobel Prize winner.
Peace is the right of every human being and is symbolically represented by a white dove. However, at the moment, as has often happened in the past, the dove is badly injured and bears a heavy soul. It is in mourning for the craziness and senselessness caused by those who have launched an unjust war, through which they are really trying to reach an impossible dream – supreme power.
The new year has come and despite so many problems accumulating in so many different areas, some so bad that they even risk the existence of the human race, it seems that the leaders of the most powerful nations do not see the crimes against the environment and the wars against nations. This is all being funded with enormous spending of all kinds of resources, causing horrendous destruction and suffering for people all over the world. The world leaders are not solving the suffering or the problem of the rapidly deteriorating environment, but instead are making these problems irreversibly worse. The failings of the climate change summit in Copenhagen and the ongoing wars in Iraq and Afghanistan, along with the expansion into Pakistan and Yemen, are a clear demonstration of the disasters taking place in the international arena.
How can we understand that Barack Obama, who promised change and was encouraged by the U.S. and the world, who expressed with euphoria and conviction his motto of “yes, we can,” unfortunately seems to be moving farther away and quickly distancing himself from the ethics with which he launched himself into the White House.
How can Barack Obama, an informed and intelligent man of character, follow the military strategy of George W. Bush, a paranoid and brutal man, like a lost sheep? How can we understand that, in spite of the position of the international community, which is against the illegal embargo on Cuba? How can he dare, with inexcusable ignorance, to include Cuba on the list of terrorist countries?
How can we not be shocked that his speeches about war sound the same as the arguments of Bush and Cheney, or that his secretary of defense is the same person that Bush appointed at the end of his presidency to continue the war he started.
In these years of ruthless wars, of real threats from others, of attacks against many countries, all that has been achieved up to now is a mountain of defeat and pain. The aggressors feel none of the impact and those attacked are hugely affected.
Nothing good has happened since these international wars were ordered. The graves of those that have fallen from both sides and the suffering of their families and communities are the most powerful sign of all the evil that has happened in this sad time in human history.
In 2010, it seems as if the prospect of world peace and the development of the current wars are continuing down the same bad path; it looks to be continually getting worse.
However, in spite of all the predictions, the world clings on to the hope that one day salvation will prevail and triumph.
Those who act in contradiction to their prestige, promises and prospects, like what Barack Obama is doing today, should know and remember that there is nothing good about war except for the end of it.
The end of war is the true victory, said Colonel Freeleigh, in the novel “Summer Wine” by the North American writer Ray Bradbury.
Obama should forget about Bush and his macabre messianic aspirations of never ending wars. He should remember Martin Luther King, Jr., who defended the impossible dream and fought, even giving his life, for civil rights. He made possible the recognition of equality between blacks and whites, which some years after his assassination allowed Obama to reach the White House in a nation supposedly founded on democracy and freedom.
In conclusion, it might be useful for Obama and the other people waging these wars to know that wars can never be won; there is only irreparable loss. He so far has resisted recognizing this and has acted in the imperialist style of the cowboy George W. Bush.
At the same time, one must recognize that perhaps Obama’s new-found power is causing him to act in unexpected ways. Maybe he should just give up on these unjust wars. The horses of Texas, in spite of their strenuous stampede and desire to run, don’t seem to trot or gallop well in land that is occupied by Arabs. By continuing, they run the risk of injuring the rider, too.
En ocasión del año nuevo uno no puede dejar de expresar sus deseos de una vida mejor y feliz para amigos y extraños, para los semejantes cercanos o lejanos, para los seres íntimos y para todos los seres que forman la humanidad, esa patria común. Y uno no puede dejar de pensar que la paz constituye un bien preciado para todos y es el basamento de la vida mejor y la felicidad.
Por eso, el contenido del presente artículo, va dirigido y compete a cada hombre y mujer que buscan o aspiran a un rinconcito de paz bajo el techo de sus casas, en su país o en el planeta, pues lo que suceda en estos sitios repercutirá indefectiblemente en sus vidas.
Pero este puede ser también un mensaje admonitorio para el presidente Obama, quien ha sido declarado sorpresivamente Premio Nobel de la Paz.
Como es conocido la paz, ese derecho e ideal de los hombres y de los pueblos, es representada simbólicamente por una paloma blanca; pero en estos tiempos, como en muchas épocas anteriores de la humanidad, la paloma vuela gravemente herida y con el alma triste y enlutada por tanta insania e insensatez de quienes apelan a la guerra injusta para alcanzar, por esta vía, un sueño imposible, aunque en realidad se trata de ambiciones de supremacía infinitas.
Empezamos un nuevo año y a pesar de tantos problemas acumulados de las más variadas naturalezas, algunos tan graves que amenazan la existencia misma de la especie humana, tal parece que la locura y la irracionalidad no dejan comprender a los dirigentes de las naciones poderosas que el crimen contra la naturaleza y las guerras contra naciones, librados a expensas de fabulosos gastos de recursos de todo tipo, y con horrendos resultados en víctimas humanas, en destrucción desoladora y en sufrimientos, no solucionan los graves padecimientos y dolores de la humanidad sufriente ni del medioambiente deteriorado, sino los agravan en forma mortífera. El fracaso de la Cumbre sobre el Cambio Climático en Copenhague y la continuidad de las guerras en Irak y Afganistán y la ampliación hasta Pakistán y Yemen, son una demostración palmaria de los desatinos vigentes en la arena internacional.
¿Cómo puede explicarse que Barack Obama, quien prometía cambios esperanzadores para los Estados Unidos y el mundo, quien expresaba con euforia y convicción su consigna de “yes, we can”, se vaya distanciando y alejando cada vez en forma más alarmante y defraudante, del verdadero rumbo que le catapultó a la Casa Blanca y le granjeó tanto el respaldo de su pueblo como la simpatía del mundo?
¿Cómo entender que Barack Obama, individuo informado e inteligente, siga como una oveja amaestrada los pasos trazados por W. Bush, un ser anodino, paranoico y brutal, en lo que se refiere a las guerras de Irak, Afganistán y otras que se asomaban en el horizonte? ¿Cómo comprender que a pesar de la posición de la comunidad internacional, solidaria con Cuba y condenatoria del bloqueo criminal, ose, con una estulticia crasa, incluir a Cuba en la lista de países terroristas?
¿Cómo no asombrarse que sus discursos sobre este tema de la guerra retomen argumentos similares a los de Bush y Cheney, o mantenga en el puesto de Secretario de Defensa al mismo personaje que nombrara Bush para apuntalar su debacle guerrerista al final de su período presidencial?
En estos años de guerras despiadadas, de amenazas reales de otras, de agresiones de diversas índoles contra muchos países, todo lo que se ha conseguido, hasta ahora, es un montón de derrotas y penas, humanamente menores en los agresores e infinitamente mayores en los agredidos, pero moralmente mayores en las huestes de los agresores.
Nada bueno ha ocurrido desde el primer día en que se ordenó el estallido de esta hecatombe guerrerista. Las tumbas de los caídos de todos los bandos, el sufrimiento de sus familiares y sus pueblos, son el más impactante y sensible indicio de todo lo terrible y malo que ha acontecido en este lapso luctuoso de la historia humana.
Este año del 2010 las cosas relacionadas con la paz mundial y con el desarrollo de la contienda en los actuales escenarios bélicos, se perfilan como de continuidad por la senda equivocada, para acentuar con ello y las crisis concomitantes, los males de la humanidad.
Sin embargo, a pesar de todos los vaticinios previsibles, el mundo se aferra a la esperanza y a la utopía realizable de que un día prevalecerán y triunfarán, a través de hechos, actos y conductas tangibles, las ideas salvadoras.
Los que sacrifican el prestigio, las promesas, las expectativas y el papel legítimo en la historia, como hoy hace Barack Obama, deben saber y grabar en la conciencia, que nada es bueno en la guerra, sino el fin, y más cuando se trata de guerras injustas.
El fin de las guerras es la verdadera victoria, parangonando al personaje coronel Freeleigh, de la novela “El vino del estío”, del escritor norteamericano Ray Bradbury.
Obama debiera olvidarse de Bush y sus macabras aspiraciones mesiánicas de guerras infinitas, debiera recordar, por el contrario, con veneración y fidelidad a Martin Luther King, quien defendió un sueño sublime y luchó hasta dar la vida por los derechos civiles para los norteamericanos negros y por la paz, y quien, sin duda alguna, desbrozó el camino que hizo posible, a partir de la conquista del reconocimiento esencial de la igualdad entre blancos y negros, la llegada a la Casa Blanca, unos años después de su asesinato, de un representante, el primero, de la raza históricamente esclavizada, explotada, empobrecida, discriminada y hasta encarcelada, asesinada y linchada en una proporción significativa en el país que blasonaba hipócritamente, desde su fundación, de reino de la democracia y la libertad. ¿Alguien podría afirmar que hay algo incierto en lo expresado anteriormente?
En conclusión, puede ser útil para Obama y los otros segundones en las guerras, que éstas nunca se ganarán, pues se perderán irremediablemente siempre y, en su caso, aunque él se resista a reconocerlo, con ínfulas imperiales al estilo del cawboy W. Bush.
Hay que recomendarle, a la vez, que debe desmontarse a tiempo, después de un año en el poder, de la cabalgadura que le impuso, tal vez por la fuerza de las circunstancias, su predecesor jinete de triste y repudiado recuerdo. Los caballos de Texas, a pesar de su estampida estruendosa a los conjuros de su amo texano, no parecen trotar ni galopar bien en las tierras árabes ocupadas. Se corre el riesgo, pues, de que tanto caballos como jinetes nunca arriben a las metas o destinos propuestos.
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