De un zarpazo, los republicanos están de vuelta, con algún peso, en el debate sobre la reforma federal de salud.
El republicano Scott Brown venció anoche decisivamente a la demócrata Martha Coakley (53% a 46%) para reclamar el escaño que por 46 años le perteneció al fallecido senador liberal Edward Kennedy.
Al convertirse Brown en el republicano 41 del Senado, los demócratas pierden el mágico número 60 que les ayudó a superar el rechazo unánime republicano y aprobar en una votación preliminar la reforma de salud.
Bajo las reglas del Senado, un sólo senador puede prolongar indefinidamente el debate en torno a una medida hasta que 60 se ponen de acuerdo para cerrar la discusión y llevarla a votación final.
Ante la polarización del Senado, sin los 60 votos en este momento no se prevé que sea posible que los demócratas – cuyos líderes han intentando durante el último mes armonizar su proyecto con el aprobado en la Cámara de Representantes – puedan volver a retomar una medida de reforma de salud similar a la que se aprobó preliminarmente en la víspera del pasado día de Navidad.
Los demócratas tienen quizá como única alternativa real aprobar en la Cámara de Representantes la versión del Senado, que es rechazada por muchos de sus liberales y conservadores por razones distintas. El propio portavoz de la mayoría demócrata en la Cámara baja, Steny Hoyer (Maryland), horas antes del cierre de los colegios de votación en Massachusetts, había comentado que la versión del Senado “es mejor que nada”.
Otros, sin embargo, todavía piensan que los demócratas pueden enfrascarse en un complicado proceso para aprobar la versión del Senado junto a unas enmiendas en un proyecto de reconciliación fiscal, que sólo requiere una mayoría simple de 51 votos.
Pero, el senador demócrata James Webb, reconociendo el golpe que supone que un estado tradicionalmente demócrata como Massachusetts les haya dado la espalda, recomendó anoche que no haya ninguna otra votación en el Senado hasta que Brown asuma su puesto, lo que se calcula puede tardar unos 10 días. Y varios demócratas de la Cámara baja – incluyendo el liberal Anthony Weiner (Nueva York)- expresaron también anoche que es momento de repensar las cosas.
“Esta algarabía se escucha en Washington D.C.”, indicó Brown – quien centró su campaña en la posibilidad de convertirse en el voto que descarrile la reforma de salud de los demócratas – en su mensaje de victoria.
Los resultados de Massachusetts pueden ser un duro despertar para los demócratas, sobre todos los que representan distritos conservadores, de cara a las elecciones legislativas de noviembre, en que se renovará un tercio del Senado y toda la Cámara de Representantes. Y ocurre justo al cumplirse un año de la presidencia de Barack Obama.
“Demás está decir que estamos decepcionados por los resultados de esta noche. Habrá tiempo para analizar la campaña y poner en práctica las lecciones que hemos aprendido de ella durante las campañas de este otoño”, indicó, por su parte, el presidente del Partido Demócrata, Tim Kaine, quien hasta el pasado fin de semana fue el gobernador de Virginia.
Las encuestas han indicado que los independientes de Massachusetts, que ayudaron a Obama a barrer en el estado (en el que ganó 61% frente a36 sobre el republicano John McCain hace 14 meses), se le viraron en contra.
Y los comentaristas coinciden en que además de desarrollar una mejor campaña que la demócrata Coakley, Brown se aprovechó de la cada vez más alta insatisfacción del electorado en torno a la situación económica y las dudas que ha generado la reforma de salud, entre otros asuntos.
El portavoz de la minoría republicana en la Cámara de Representantes, John Boehner, ha pronosticado que la victoria de Brown “le pone fin a la agenda de Obama”.
“
Con el resultado de hoy, es más importante que nunca que los republicanos trabajen con nosotros y no contra nosotros, si queremos rebasar diferencias para mejorar las vidas de nuestros compatriotas”, señaló, por su lado, el líder de la mayoría demócrata del Senado, Harry Reid.
Pero, esto es ahora un nuevo juego. En el que ha quedado en el aire la reforma de salud, que para Puerto Rico representaría entre $500 y $1,000 millones anuales adicionales en asignaciones para el programa Medicaid.
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