Cada vez se ve más lejana la posibilidad de que la reforma al sistema de salud de Estados Unidos sea aprobada por los cauces normales. Con la pérdida de la “supermayoría” que los demócratas tenían en el Senado, la posibilidad de que los republicanos boicoteen la votación mediante el alargamiento de la discusión es un hecho.
Con la mayoría simple que ahora tienen de 59 senadores por 41 de los republicanos, el presidente Obama tendrá que optar por el “proceso de reconciliación”, conocido en términos coloquiales como “la opción nuclear”, para que su proyecto estrella se convierta en realidad. Mediante dicho proceso, cualquier proyecto de “legislación mayor” puede ser aprobado por mayoría simple.
El procedimiento ha sido empleado en 11 ocasiones por los presidentes republicanos, el más reciente para aprobar una sensible reducción de impuestos en la presidencia de George W. Bush. Los presidentes demócratas lo han empleado en cinco ocasiones: una de ellas para aprobar un programa de seguros para los menores de edad. No es difícil adivinar que los primeros han usado ese recurso para aprobar planes diseñados para reducir impuestos, restringir regulaciones y reducir el tamaño del gobierno. Los segundos principalmente para el apoyo presupuestario de planes destinados a la protección social, entre ellos la salud.
Tal vez este procedimiento sea la única salida que le quede al presidente Obama para que su proyecto de transformar el sistema de salud sea aprobado. También será una fórmula para convencer a quienes lo han acusado de faltar a su promesa de cambio. Lo que se demostró en los pasados meses fue que las reformas de gran envergadura no pueden efectuarse solamente con la buena voluntad de quien las propone. Si se imponen por la fuerza de la mayoría, corren el riesgo de romper con el de por sí deteriorado tejido social de EU. Los críticos del presidente tendrán que reconocer que su poder no es omnímodo, y que está acotado por poderosos intereses que no ven con buenos ojos que éstos se vean afectados.
Por limitado que sea el cambio del sistema de salud, no es poca cosa que, en un primer paso, se integre a 30 millones de personas que hoy carecen de servicios médicos, y tampoco que se ponga un freno a las desmedidas ambiciones de las compañías de seguros mediante una regulación más estricta en sus operaciones.
Ciertamente no es “un presidente más”, como algunos de sus críticos han afirmado. Las iniciativas y los cambios realizados en los primeros 12 meses de su mandato son ejemplo de ello. Sin embargo, la experiencia demostró que el complejo funcionamiento del sistema democrático en EU dificulta cambios radicales, incluso para corregir anomalías que atentan contra sus principios más elementales, más aún con una derecha tan rabiosamente opuesta a esos cambios. Obama lo intuía, ahora lo sabe por experiencia y se ve obligado a actuar en consecuencia.
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