Obama Has No Appetite and Hispanics are Nauseated

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La declaración de Barack Obama la hizo casi de manera casual, en una charla con los periodistas a bordo del “Air Force One”. Dijo este miércoles pasado que el Congreso puede carecer de “apetito” para acometer la reforma migratoria este año. Lo puede decir más alto, pero no más claro: la reforma migratoria no interesa a la clase política estadunidense; ni a los congresistas, que sólo tienen en mente a sus posibles votantes de cara a las elecciones legislativas de noviembre, ni al presidente, que vino a decirles a los periodistas que había quedado exhausto después de meses batallando por sacar adelante su reforma de la salud.

Con declaraciones que, efectivamente, denotan cansancio, Obama trató de explicar a los periodistas que telefoneó a varios senadores republicanos para pedirles su apoyo a la prometida reforma migratoria, pero que no logró nada. En otras palabras, que el presidente también está “inapetente”. Punto final.

La pasión y el entusiasmo que puso el presidente en defender un seguro médico para los millones de estadunidenses que no lo pueden pagar está brillando por su ausencia con otra de sus grandes promesas de campaña: la de una reforma que saque de la ilegalidad a más de doce millones de inmigrantes (en su gran mayoría mexicanos).

Obama olvida que la comunidad hispana fue decisiva en su triunfo en las elecciones de noviembre de 2008; que lo votó en masa porque el candidato demócrata pidió en campaña que confiaran en él, que él lucharía por integrarlos en ese nuevo Estados Unidos con el que muchos soñaron a la hora de depositar su voto en el candidato demócrata negro.

No es suficiente que Obama haya pensado en hispanos para importantes cargos en su administración y que incluso haya apostado para que un miembro de esa minoría sea admitido, por primera vez en la historia de EU, en el selectísimo club de jueces de la Corte Suprema, y con más mérito además si se trata de una mujer, la puertorriqueña Sonia Montemayor.

El presidente de EU sigue resistiéndose a cumplir la promesa mayor, la de presionar al Congreso para que saque adelante una ley que legalice a esa docena de millones de trabajadores ilegales y sus familias, aunque lo haga mostrando a los legisladores republicanos (y también algunos demócratas) que sin ellos la economía en muchos estados se hundiría y su clandestinidad sólo fomentan el mercado negro, el tráfico de personas, el fraude al fisco de las empresas que contratan indocumentados e incluso el esclavismo.

Peor que todo esto, sin embargo, es que la falta de una reforma migratoria que integre a los que ya están en EU (aunque para ello redoblen las medidas de control para frenar la entrada ilegal desde la frontera) es la que está fomentando la “cacería” al hispano, con arrestos arbitrarios (¡ay del que tenga rasgos latinos y sea detenido por la policía sin los documentos en regla!) y deportaciones masivas.

Hoy es Arizona el símbolo en estado puro del racismo y la intolerancia, mañana, quién sabe.

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