El miércoles pasado participé en una rueda de prensa destinada a comentar la situación en que se encuentra el derrame de petróleo causado frente a la costa de Louisiana por la explosión y hundimiento de una plataforma de perforación en aguas profundas del golfo de México. Debido al interés y a la reiteración de las preguntas de los reporteros presentes en la entrevista en la Secretaría de Marina, con la participación del secretario almirante, pensé que sería interesante dedicar esta entrega al tema, tanto por la dimensión del problema para las condiciones ambientales de buena parte de la costa de Estados Unidos, como por los eventuales efectos que este derrame podría llegar a tener en nuestras costas y aguas mexicanas.
La explosión que desató el evento del derrame ocurrió el 21 de abril; desde entonces no ha parado el flujo de crudo a un ritmo cercano a los 800 mil litros diarios, lo que representa a estas alturas unos 20 millones de litros petróleo. La mancha de petróleo se ha ido desplazando lenta, pero consistentemente, hacia el norte acercándose a la costa de Louisiana y sigue situada justo enfrente de la desembocadura del río Mississippi; vista en una imagen de satélite a la escala de la vastedad del golfo de México, aparece de un tamaño muy modesto, a pesar de tener más de 1,200 km cuadrados. Si situásemos la extensión de la mancha sobre el espacio del Distrito Federal, veríamos que lo cubre totalmente, más 25% del estado de Morelos, casi 30% del estado de México, y entre 5 y 7% de los estados de Hidalgo, Tlaxcala y Puebla, lo cual da una mejor idea de su extensión.
Los bordes del derrame se encuentran a unos 900 km de la parte más norte de la costa de Tamaulipas y a unos 750 del norte de la península de Yucatán. La presentación de estos datos puede verse en www.conabio.gob.mx.
La tendencia de los vientos en esta época del año es hacia el norte y noreste, lo cual significa que mientras esta situación se mantenga, las probabilidades de afectación a la costa mexicana a la distancia que se encuentra el derrame, son en extremo bajas. Sin embargo, en unas cuantas semanas dará inicio la temporada de tormentas tropicales y los ciclones y su efecto en el desplazamiento de la mancha de petróleo, especialmente de los últimos, es difícil de predecir por lo variable de sus trayectorias. Lo que parece claro es que, incluso con una tormenta tropical no demasiado intensa, que produzca olas de un par de metros de alto, las defensas de barreras de plástico y de piedra que se han instalado en partes de la costa de Louisiana para proteger los extensos e importantes humedales de la zona, serían del todo insuficientes para impedir que el crudo penetrase tierra adentro.
Resulta claro que lo que México tiene que hacer ahora es mantener contacto con las instancias pertinentes que están responsabilizadas de la situación en EU (Guardia Costera y Secretaría del Interior, cosa que está ocurriendo), monitorear con nuestra capacidad instalada de sensores remotos el derrotero de la mancha de petróleo y el efecto que los ciclones puedan tener sobre su ubicación y fragmentación, y dedicar atención a las especies migratorias que llegan a nuestro territorio, tanto de mamíferos como tortugas y algunas aves, que podrían resultar afectadas por tener contacto con las manchas de crudo.
Afortunadamente, la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp) cuenta con buenas estimaciones de las colonias de anidación de tortugas lora y laúd, que podrían ser especialmente vulnerables si el crudo llegase a las playas mexicanas. Necesitamos estar alertas, reaccionar con prontitud y valorar daños a la diversidad biológica de México, en caso de que el petróleo llegase a nuestras costas.
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