Del vertido de petróleo en el Golfo de México, el mayor desastre medioambiental en la historia de Estados Unidos, se puede aprender una lección: que los gobiernos deben liderar la respuesta en situaciones de catástrofe a gran escala.
El pasado 29 de mayo, British Petroleum (BP) fracasó de nuevo en su último intento de taponar con lodo y cemento la fuga de crudo, el denominado método “top kill”. Del pozo han salido hasta el momento entre 18 y 40 millones de barriles de petróleo que se extienden por el Golfo de México.
Los políticos estadounidenses han cuestionado y criticado el liderazgo del gobierno a la hora de responder a este desastre.
“El pueblo estadounidense se merece saber por qué la administración fue tan lenta en su respuesta, por qué no se llevó el equipo necesario a la zona y por qué el presidente no envió a miembros del gabinete federal” a la costa del Golfo de México hasta el 30 de abril, indicó el diputado estadounidense Mike Pence.
Aunque el presidente Barack Obama se ha defendido de las críticas, ha admitido que el gobierno federal erró al sobreestimar las capacidades de la industria petrolera y depender demasiado en ella para abordar el problema.
Así pues, durante las primeras cuatro semanas, BP fue el único actor que estimó la cantidad de petróleo vertido y tomó acciones para evitar su extensión, aunque todas ellas fallidas. No hubo supervisión ni regulación por parte de las autoridades.
Los grupos conservadores de EEUU han denunciado en duros términos esta ausencia de liderazgo por parte de las autoridades federales.
“BP dispone de todo incentivo financiero para minimizar la escala del vertido y sus daños”, dijo Jeremy Symons, vicepresidente de Conservación y Educación de la Federación Nacional de la Naturaleza.
La administración Obama ha tratado de defenderse en dos aspectos:
En primer lugar, la Ley de Contaminación Petrolera de 1990 en EEUU les da a las compañías petroleras, y no al gobierno, las principales responsabilidades en cuanto a la preparación ante un vertido, y eso incluye proporcionar barreras de contención y desnatadores, desplegarlos en caso de ser necesario, controlar cualquier accidente y desarrollar las tareas de limpieza.
En segundo lugar, el gobierno no tiene una tecnología mejor que la de BP para resolver el problema con eficacia.
“Es cierto que, respecto a la detención del vertido, el gobierno no dispone de una tecnología superior a la de BP”, afirmó Obama.
La prensa estadounidense, sin embargo, ha revelado otras dos razones que explicarían el poco protagonismo del gobierno ante esta catástrofe.
“Mother Jones”, un periódico de EEUU, publicó recientemente un artículo titulado “La problemática respuesta de Obama al vertido de petróleo”. En él analizaba dos posibles razones que explicarían la reticencia de la administración para ocuparse de las tareas de recuperación.
Uno de los motivos sería que “nadie -ni BP, ni la administración Obama- parece saber cómo detener el vertido. Ni siquiera saben hasta qué nivel podría llegar. La administración prefiere que la sangre se quede en manos de BP”.
La otra razón que esgrime dicho periódico es que, apenas 18 días antes de la explosión en el pozo Deepwater Horizon, operado por BP, la Casa Blanca anunció una gran ampliación de las perforaciones submarinas. De ahí que el gobierno federal quiera mantener un perfil bajo para evitar que se cuestione su promoción de las perforaciones.
Obama argumenta que el gobierno federal se ha ocupado del desastre desde que comenzó, pero eso no le da al pueblo estadounidense lo que quiere: detener el vertido de petróleo.
El petróleo ha afectado a más de 160 km. de la costa del estado de Luisiana, según informó el miércoles el gobernador Bobby Jindal. El departamento de Comercio declaró recientemente que en Luisiana, Mississippi y Alabama, estados productores de marisco, se había registrado una “catástrofe pesquera” debido al vertido. Este también habría causado enormes pérdidas en el sector turístico de Florida.
Tras el huracán Katrina, en EEUU se ha llegado a una conclusión sobre el rol del gobierno en situaciones de desastre.
“El gobierno federal tiene un único e importante rol que cumplir”, afirmó James Carafano, investigador de la Fundación Heritage, en su ensayo “Mejorar la respuesta nacional en catástrofes”.
En situaciones de desastre, los gobiernos no pueden dejar de desempeñar ese irremplazable rol y deben adoptar medidas inmediatas. Los gobiernos de todo el mundo deberían tener siempre esta lección en mente”.
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