Tal como ha sido presentado el hallazgo, pareciera que en el convulso Afganistán fue encontrada —¡por fin!— la gallina de los huevos de oro. Claro, los descubridores no fueron los afganos, sino geólogos estadounidenses y oficiales del Pentágono, quienes ya anunciaron su existencia e importancia.
El ave no tiene plumas, y se trasmutó en esas tierras, ocupadas y en guerra, en un prominente yacimiento mineral aún sin explotar. Está por confirmar la riqueza exacta de la veta, pero se calcula en un billón de dólares, según la información difundida por el New York Times.
Oro, cobre, cobalto, hierro, y sobre todo litio, convertirían a la empobrecida nación —dicen— en una «potencia» minera. No importa que ahora mismo no posea infraestructura y que tardará años en poder explotar lo que con bombo y platillos se ha anunciado. Comoquiera, ya los buitres se afilaron las garras. Quizá por eso están ahí desde 2001.
El solo hecho de la existencia de litio, indispensable en el desarrollo de las nuevas tecnologías y cuyo valor se ha multiplicado por diez en un lustro, ya hace muy codiciado el descubrimiento. Este mineral, tan deseado como escaso, permite hacer baterías con menor peso y volumen, para almacenar energía. Hasta el momento, las mayores reservas se encuentran en Bolivia, pero según trascendió, la afgana podría ser mucho mayor. Las grandes potencias corren detrás del mineral, y es fácil adivinar para quién serán los ya famosos «huevos».
Resultan interesantes los pronósticos en torno al hallazgo. Algunos aseguraron que se trata del «vuelco» que necesita la economía afgana, ahora sostenida por la producción y el comercio del opio, sin embargo, otros —con los pies más en la tierra—, aseguran que la verdadera dimensión la dará el curso de la guerra. Sin dudas, tanto EE.UU. como sus aliados de la OTAN, buscarán sacar los mayores beneficios. Y no debe descartarse que la zona «premiada» se convierta en moneda de cambio en medio del conflicto.
Ahora no se trataría solo de «pacificar» al país —aunque este no lo ha pedido—, ni de derrotar a Al Qaeda; quizá hasta los muertos les pesen menos a los ocupantes en la medida en que logren quedarse con la mayor parte del botín, para el que seguramente ya existen planes «estratégicos» y compañías listas para invertir.
Pero, lamentablemente para las potencias que operan en Afganistán, la «gallina-de-los-huevos-de-minerales-altamente cotizados» fue localizada justo al sur del país, donde los talibanes tienen importantes feudos. No será fácil saquear —desplumar al avecilla—, aunque la experiencia da fe de que buscarán los mecanismos para hacerlo. Solo hay que mirar al Congo, en África. Allí se encuentran las mayores reservas de coltán, otro mineral indispensable para la fabricación de celulares. Por obtener su control, como antes por los diamantes, ese país ha sido víctima de guerras y golpes de Estado, muy bien azuzados desde el exterior.
De acuerdo con el panorama en la nación centroasiática, donde todos los días aparecen indicios del fracaso de la ocupación, el descubrimiento del yacimiento puede convertirse en la piedra angular para más violencia, más guerra… como si no fuera suficiente casi una década.
Lo más triste es que no será precisamente la población afgana quien disfrute de la fortuna. Ellos, quienes en su mayoría ni se enteraron de la noticia que circuló a principios de semana a través de las grandes trasnacionales de la información, posiblemente a partir de ahora tengan una preocupación más. El litio y el resto de los minerales podrían ser fuente de riqueza, pero tal como se mueven las ambiciones, lo más probable es que se conviertan en fuente de nuevos conflictos.
Nada asegura que los cotizados huevos de litio (o de oro, o de cobre, o…) queden en nido afgano. Demasiados buitres allí donde fueron vistos.
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