Destabilize Iran: Unilateral Reasons and Implications (Part 1)

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Cuando Irán aún no mostraba abiertamente la intención de persistir con un programa de desarrollo nuclear, los estudios del Pentágono señalaban la república islámica no tenía una necesidad estratégica de desarrollar capacidad bélica nuclear. (SSI- Sokolski y Clawson. 2004).

Se pensaba entonces que Irán no tenía un enemigo cercano con aspiraciones de expansión, y descartaba que la Alianza Transatlántica tuviera en mente invadir a Irán militarmente. Ese período es previo al atentado del 11 de septiembre de 2001 a la torres gemelas en Nueva York, y los vínculos entre Irán y Al Queda no eran tema. Después del 11 de septiembre y las invasiones a Afganistán e Irak, se alteró definitivamente esa postura del Pentágono de que Irán no tendría por qué aspirar a montar un artefacto bélico nuclear. Sin embargo, mientras avanzaba la estabilización en Irak después de la invasión, Irán se transformó en un importante colaborador para su normalización, manifestándose además explícitamente contra del terrorismo.

Algo pasó en el camino, y tanto la precipitada invasión a Irak, como el continuo fracaso en Afganistán, contribuyeron a la idea de que Irán tomaría con más vigor la senda nuclear. Era inevitable para una nación con el pedigrí de la antigua Persia, que después se transforma en un vigoroso espacio de autonomía política y cultural como nación islámica, tener un respaldo bélico potente y atómico si fuera posible.

En la época del derrocado Reza Pahlavi, la ambición nuclear de Irán era una realidad que las grandes potencias nucleares no podían enfrentar con ecuanimidad de criterio, ni menos con un débil tratado de no proliferación, en medio de la confrontación bipolar entre la Ex URSS y EEUU. Si India, Israel, y Pakistán poseían un artefacto bélico nuclear, entonces: ¿por qué la nación iraní que históricamente ha sido un pivote en negociaciones para disputas territoriales en la región debía desprenderse de la misma aspiración que cumplieron las naciones mencionadas con el apoyo de las grandes potencias?

Estalló la guerra entre Irán e Irak, estimulada principalmente por EEUU, convirtiéndose en el punto de inflexión vital: Irán no podría quedar desprovisto de un arsenal nuclear estando rodeado de naciones con poderío bélico atómico, incluyendo las naciones del área de influencia de la Ex URSS.

Sin embargo, mientras Irán intentaba cumplir con su diseño estratégico vital de protección, en estricto rigor, lo que se montana paralelamente era el expediente para invadir a Irán con el respaldo de un gran consenso internacional, incluyendo algunos países islámicos y árabes. La idea base consistía en construir ese enemigo central y ese no era otro que Irán: la esquiva presa occidental desde tiempos remotos.

El actual Tratado de No Proliferación Nuclear descansa sobre una premisa de frágil legitimidad moral: está concebido a partir de un virtual Apartheid Nuclear en el cual se mantiene un exclusivo club de poseedores de armas atómicas. El concepto de no proliferación es permanentemente violado, por ejemplo en el último acuerdo de cooperación nuclear entre EEUU e India. Cada vez más, el poder bélico nuclear es el que cuenta, y no en vano hoy es el club de naciones más exclusivo. El resto de las legitimaciones de fuerza queda a la deriva. Es así que el acoso Occidental a Irán obligó a éste adoptar la opción nuclear para su defensa. Surge así la encrucijada de una invasión que es forzada, porque si el gobierno iraní no hubiera manifestado una autonomía antagónica a Occidente, y sobretodo si su régimen no hubiera alienado a sus oponentes con las consignas contra Israel, es probable que las negociaciones hubieran derivado a que Irán sí podía tener desarrollo nuclear incluyendo la “adorada bomba atómica”. Desde el punto de vista de los equilibrios de poder en la zona era lo más razonable, aún desde la perspectiva de la supremacía occidental.

Es más eficiente tener poderes subsidiarios que velen por los intereses centrales que compitan y claudiquen, que arriesgar el propio poderío (central) en batallas importantes pero periféricas. Esta ha sido la doctrina esencial de las grandes potencias que han dominado a través de los siglos.

Aún considerando las premisas del tratado de no proliferación – al que Irán adhiere- desde el punto de vista de los equilibrios de poder bélico, es incuestionable que Israel no puede ser la única fuerza bélica nuclear en una región que es un polvorín histórico. La trayectoria de conflictos ha contribuido para formar un principio de que a mayor desigualdad y desequilibrio de poder, mayor es la posibilidad de la acción unilateral. Israel, quiérase o no, está expuesta a esa situación, al igual que lo está EEUU respecto a su poder omnipresente, o en su defecto, el de la Alianza Transatlántica.

Después de un proceso de tensión que escaló con deficiencias de negociación en ambas partes, Estados Unidos y la Alianza Transatlántica están empeñados en aplicar drásticas medidas a Irán en el caso de que esta nación viole la resolución 1929 del Consejo de Seguridad de la ONU. La SCR 1929 como se le llama, impone sanciones económicas por su empecinamiento en continuar con su programa de desarrollo nuclear. Estas medidas pueden incluir la invasión militar que no se ha podido implementar hasta ahora, pero que existe como un dossier en espera del consenso y la coyuntura apropiada.

EEUU y la Alianza Occidental mantienen tropas voluminosas en Irak, en países del golfo pérsico, en Afganistán y solo faltaría Irán para completar un cuadro de control militar casi completo de la zona. El discurso del Presidente Jimmy Carter del 21 de enero de 1980 cuando señala al Congreso “que cualquier interferencia extranjera en la zona del golfo pérsico y del mar arábigo sería considerada como una agresión a los intereses estratégicos de EEUU y una amenaza a su seguridad nacional”, es el punto de partida para el plan maestro de obtener control del esquivo Irán.

Las sanciones se imponen a 41 empresas afectando el flujo comercial y financiero de Irán que gira en torno al petróleo, la base de su economía. Congela capitales iraníes en bancos europeos y aspira a que la economía colapse. En el fondo la resolución 1929 aspira a que el régimen también colapse y es insólito que la ONU respalde una estrategia para derribar un régimen político, sin medir las implicancias en todo sentido.

El informe del senado de EEUU sobre la invasión a Irak determinó que no se anticiparon en forma completa las implicancias políticas y económicas de la invasión. Sin embargo entrelíneas se lee que “el mundo no se vino abajo” y de que un régimen anti Occidental había sido derrocado. En definitiva, justificaba la invasión. En el caso de Irán, las implicancias de una invasión o ataque militar a Irán son inmateriales. El objetivo es derribar un régimen. Las sanciones en Irak provocaron un aumento de la pobreza y un estudio previo a la invasión, (UNICEF (A. Rao-Singh.2000), señala el aumento significativo de la mortalidad infantil.

Las sanciones derivan en tragedias sociales y económicas, y una conflagración determinará en muchas naciones -hasta en Suramérica- las doctrinas de seguridad, y en algunos casos serias mermas económicas.

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