Según las últimas declaraciones emanadas de la Casa Blanca, Estados Unidos y por extensión la alianza transatlántica, parecen empeñados en aplicar drásticas medidas a Irán en el caso de que éste viole la resolución 1929 del Consejo de Seguridad de la ONU que impone sanciones económicas por su negativa de suspender su programa nuclear. Estas medidas pueden incluir la anhelada invasión que no se pudo implementar desde la administración de Jimmy Carter.
Es de antología el discurso de este Premio Nóbel de la Paz, del 21 de enero de 1980 cuando señala al Congreso de EEUU que, cualquier interferencia “extranjera” en la zona del golfo pérsico y del mar arábigo sería considerada como una agresión a los intereses estratégicos de EEUU y una amenaza a su seguridad nacional. Allí se delineó la asignatura pendiente de obtener el control del esquivo Irán desde los tiempos de la dinastía Pahlavi.
Hoy EEUU y la Alianza Occidental tienen tropas voluminosas y de alto poder de fuego en Irak, en países del golfo pérsico, en Afganistán y solo faltaría Irán para completar un cuadro de control casi total de la zona.
Las sanciones se imponen a 41 empresas afectando el flujo comercial y financiero de Irán que gira en torno al petróleo principalmente, la base de su economía. Congela capitales que Irán tiene en bancos europeos y aspira a que la economía iraní colapse.
En el fondo la resolución 1929 aspira a que el régimen de la revolución islámica colapse. Es inaudito que se use el multilateralismo a través de la ONU, para derribar un régimen político con el cual la política de supremacía de las potencias tradicionales no ha podido establecer un diálogo de igual a igual.
Los líderes de las naciones que componen el actual consejo de seguridad le deben una explicación a sus gobernados en caso de que estas sanciones deriven en tragedias sociales y económicas en la nación islámica y en una conflagración que determinará en muchas naciones -hasta en Suramérica- las doctrinas de seguridad, y en algunos casos mermas económicas.
Una invasión forzada
Más grave aún son los aprontes de una invasión que parece cada vez más obligada por las características del actual contexto económico y político global.
Si uno toma como base los discursos de concordia y paz de Barack Obama, su gobierno está siendo presionado por los bloques de poder del neoconservadurismo. Por otra parte, en la mirada a largo plazo, para que Barack Obama pueda ser reelegido con un grado de certeza, debe impactar a la población estadounidense con un logro mayor en su presidencia.
Por la continuidad de la crisis económica en el tiempo, al menos por los próximos dos años, ni el empleo ni la recuperación económica se ven como los espacios donde Barack Obama pueda hacer sentir su peso y lograr dividendos políticos. Obras son amores y en ambas áreas la crisis capitalista mundial conspira en contra de las medidas de su programa en el nivel interno. Es así que ese esquivo logro por el cual las poblaciones se ven atraídas para votar a los políticos en las altas magistraturas, proviene de dinámicas externas, y en este caso, es estampar la supremacía estadounidense en el planeta, algo que en EEUU es siempre un factor de popularidad para el político.
El desplome del régimen de la Revolución Islámica en Irán, la gran asignatura pendiente de todas las administraciones, sean demócratas o republicanas desde 1979, cumpliría esa función del logro esperado para consolidar su liderazgo interno.
Las implicancias de una devastación de Irán producto de una confrontación sea con Israel o con EEUU, es la gran incógnita. Al parecer, por lo que se rescata en la información, esas implicancias no serían más devastadoras que las que hubo en Irak. Los estudios desarrollados por el Pentágono que están disponibles en la WEB no indican lo contrario.
Es decir por los estragos, la invasión a Irán es más viable de lo que ha sido la de Irak y Afganistán. La tesis central descansa en que en Irán hay un proceso político de oposición fuerte y es un país altamente organizado de grandes capacidades humanas.
En búsqueda de consenso para la invasión
La declaración de los G 8, el grupo de países más ricos e industrializados que se firmó en la reciente reunión en Canadá, hace una fuerte condena al terrorismo, a la proliferación nuclear. Las últimas resoluciones de la Organización de Naciones Unidas exhortan a Irán a cumplir los protocolos de inspección nuclear y advirtiendo de la suspensión de toda actividad nuclear.
Irán se ha mostrado desafiante con estas sanciones que congelan una parte sustancial de su ingreso en divisas y el comercio exterior.
Invadir Irán para desestabilizar el actual régimen clerical que gobierna Irán y en última instancia derrocarlo, ha sido la aspiración de la Alianza Occidental liderada por EEUU.
No hay una doble lectura respecto al despliegue y el volumen inédito de fuerzas bélicas navales de EEUU en el Mar Arábigo.
En medio de la actual crisis financiera y económica mundial, se hace indispensable para Occidente tener otro pie estratégico que controle las fuentes energéticas en el Golfo Pérsico y el Mar Arábigo, ambas ricas en petróleo.
La actual crisis financiera mundial requiere de máxima seguridad y de un contexto previsible en el sistema energético y pareciera ser que la explosión de la plataforma petrolera en el Golfo de México está acelerando ese plan de atacar militarmente a Irán.
Al mismo tiempo, de cara a las elecciones parlamentarias de noviembre y considerando el descenso de los índices de popularidad del presidente Obama, la Casa Blanca ha optado por una operación en Irán que encontrará ciertamente adeptos en los grupos de presión que manejan medios y finanzas y que son claves en procesos eleccionarios en las potencias occidentales.
Hay detractores para esta operación militar que desestabilice al actual régimen en Irán. Principalmente India, Brasil, Turquía, y una mayoría de países islámicos repartidos en el mundo, han manifestado su contrariedad. Como siempre, Rusia y China tendrán algo que decir en medir las implicancias de una desestabilización mayor en las zonas adyacentes a Irán como resultado de una invasión.
India por ejemplo, después de Indonesia, es el país que tiene más población de cultura islámica. En diversos tonos, importantes analistas indios que escriben en el prestigioso y longevo semanario Economic and Political Weekly, han advertido de las implicancias políticas y financieras de invadir militarmente Irán para desestabilizar el régimen, y han exigido mayor claridad al Gobierno Indio para adoptar una posición más decidida contra de la invasión.
Para el cordón de países de Asia Central como Kyrgistán, Uzbekistán y Kazakstán -todos islámicos y todos con riquezas energéticas- una invasión militar a Irán abriría una herida difícil de cerrar. En Pakistán de produciría una desestabilización pero de la que está produciendo la guerra en Afganistán.
Es clave escudriñar en los intereses estratégicos de Rusia y China en la zona. Hasta el momento por lo que está disponible, la lectura de sus posiciones es entre líneas. Hay un silencio que se hace aún más sospechoso con la estela de humo y resplandor que deja este mundial de fútbol.
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