Obama Does Not Believe In Jefferson

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Todos estamos de acuerdo con que la política involucionó en los últimos cien años y quizá todo comenzó aquel día funesto en que los gobernantes perdieron la pericia para hablar de temas económicos, quiero decir de temas reales, y se volvieron diestros en “problemáticas sociales”. ¿Existen en realidad los problemas sociales? Quizá no y a juzgar por los mensajes de las pancartas que se enarbolan en los mítines, siempre estamos enfrascados en problemas de dinero, es decir, en problemas reales.

Las consignas no mienten, “más dinero gratis, más dinero barato, más dinero estatal”. Sin embargo, casi todos los gobernantes intentan responder a las demandas públicas con el consolador y a la vez desolador lenguaje socialista.

Tarde o temprano, todos los líderes terminan aprendiendo el idioma perfecto de la mentira piadosa, todos acaban metiéndose en un capote socialista para inyectar en su imagen ese aire de grandeza incierta, ese tono de prédica pública que aplaca los reclamos y alivia la conciencia. Barack es un buen ejemplo de esto; pocos presidentes norteamericanos han obtenido las cifras de popularidad alcanzadas por el actual Presidente norteamericano. En su impecable campaña de ascenso a la Presidencia se dio un baño tibetano en las aguas socialistas y sucedió un milagro: de candidato con opciones pasó a ser, en cosa de días, la celebridad imparable ya no únicamente del elector local, sino también de la gran fanaticada populista que agita las matracas en todo el mundo.

Pero la gente ha aprendido –ojalá Obama también– que para ganar una contienda electoral quizá haga falta volverse una celebridad, pero que para gobernar un país no hay cosa más efectiva que ser simplemente un gobernante. La perfección propagandística demostrada por Obama en la campaña contrasta con la prematura desilusión de los estadounidenses. Porque Barack Obama no cree en Thomas Jefferson… porque Obama incurrió en la demagogia social demócrata y terminó crucificado en medio de malos y buenos ladrones. Jefferson decía “estoy a favor de un gobierno austero y sencillo”, pero la prédica de Obama ha ido en sentido contrario. Para el actual Presidente norteamericano, el derroche no es pecaminoso si va destinado al hambriento. Mientras Obama sigue creyendo en la verdad altruista de doctos y expertos que viven entre la predicción y el apostolado popular, Jefferson decía: “Nunca he entendido que los seres racionales traten de asentar su felicidad en el dominio de los otros”.

Los Estados Unidos es un país que se fundó con modelos de rectitud jurídica y estos modelos evolucionaron a dos partidos tradicionales de derecha. Todos sabemos que el derechismo no es sinónimo de rectitud, pero también sabemos que en las tierras de Jefferson no se pegan las semillas socialdemócratas porque Jefferson, el fundador de la patria inmensa, dijo una vez “si impedimos que el gobierno desperdicie el trabajo del pueblo so pretexto de beneficiarlo, el pueblo vivirá feliz”. Lo que está a la vista no necesita anteojos, el pueblo norteamericano no está feliz y lo ha expresado claramente en las urnas.

Aunque por momentos la sociedad norteamericana parece ofuscada, siempre es posible invocar los venerables ideales de los fundadores. Jefferson no dejó recetas eternas para la felicidad de su pueblo, pero sí legó un pensamiento simple. Y cuando Estados Unidos caen en el oscurantismo de complicadas ideologías martirizantes… no hay cosa más saludable que volver a Jefferson.

El autor de la declaración de la independencia norteamericana puso la piedra angular de un país envidiable y lo hizo sin alardes… Dialogando con un cenzontle que siempre estaba posado sobre sus hombros. Un cenzontle de nombre Dick.

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