¿Podrá Jerry Brown reverdecer laureles y sacar a California del hoyo fiscal en que la deja su antecesor, el ‘gobernator’ Arnold Schwarzenegger?
Jerry Brown recibe de Arnold Schwarzenegger un estado con una deuda pública descomunal.
Jerry Brown regresa esta semana a la oficina que hace exactamente 28 años dejó con un cómodo superávit de 5.000 millones de dólares. Hoy, las circunstancias han cambiado. Del gobernador saliente, Arnold Schwarzenegger, recibe un estado con un déficit fiscal que oscila entre los 25 y los 30.000 millones de dólares y una deuda pública descomunal.
Brown fue gobernador del estado de 1975 a 1983, una época en la que California estaba a la vanguardia de la innovación, en el crecimiento de su economía, en la modernidad de su infraestructura, en la superioridad de su sistema educacional y en su visionaria conciencia ambiental.
De la famosa frugalidad del joven gobernador que renunció al sacerdocio para ingresar a la política hay miles de anécdotas y unos cuantos hechos contundentes. Por ejemplo, su decisión de rehusarse a ocupar la mansión del gobernador y rentar un modestísimo departamento cerca de la oficina y su ejemplo de austeridad y conservadurismo fiscal que le permitió dejar un superávit fiscal al fin de su mandato.
Su ascetismo, sin embargo, no le impide proponer una exención de impuestos a quienes instalaran paneles para aprovechar la energía solar en los techos de sus casas. Y es precisamente en este contexto en el que Brown propone que California lance su propio satélite al espacio para explorar el Universo. Una loable iniciativa que hará que, por décadas, Brown tenga que sobrellevar el apodo de ‘Gobernador Moonbeam’, que el columnista del Chicago Tribune Mike Royko le endilga.
Arnold Schwarzenegger, el actor de Hollywood que ganó la gobernación prometiendo imposibles, termina su gestión dejando un déficit presupuestal semejante al que había en el 2003, y que le sirvió de pretexto para desbancar al gobernador Gray Davis, y con dos agravantes más, una deuda pública mayor a la de entonces y un índice de popularidad que ronda los 20 puntos.
Algunos analistas han dicho que la carrera política de este republicano moderado que empezó con fuegos artificiales y motivó a muchos a pensar en la posibilidad de modificar la Constitución para permitir que este inmigrante pudiera llegar a ser presidente, hoy termina en sollozos.
Otros dicen que la gestión de Schwarzenegger no fue tan mala como parece. No niegan la severidad del déficit, la deuda pública y la caída de su popularidad, pero argumentan que la precaria situación del estado se debe a la recesión, a la profundidad de los problemas y al inmanejable juego de intereses políticos del estado. También dicen que los logros de Schwarzenegger se dieron en el último tramo de su administración y que sus políticas para mitigar los efectos del calentamiento global y aprovechar la energía solar son de tal envergadura que no sería descabellado pensar que el presidente Obama lo llamara a su gabinete para ocupar el ministerio de Energía.
Quienes piensan así, saben que el propio Brown es el mejor ejemplo de que en la política la llamada “reinvención” es cuestión de rutina. Tres veces buscó la candidatura de su partido a la presidencia y una al Senado. Y cuando se le consideraba un político acabado, reapareció ganando la elección a una alcaldía, a la Procuraduría de Justicia del estado y ahora empieza su tercer mandato como gobernador del estado.
Yo no sé cuál será el futuro de Schwarzenegger y no estoy muy seguro de que el tema sea un asunto de interés público. Lo que sí nos importa a todos los que aquí vivimos es saber qué va a pasar en California dado el lamentable estado de sus finanzas. Lo que nos importa es saber cómo va a hacer Brown para someter a la insufrible clase política del estado y obligarla a que anteponga a sus intereses personales los intereses de los ciudadanos que lo eligieron.
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