Fútbol de verdad
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CAYÓ EL TELÓN SOBRE EL COLISEO de los tiempos modernos, en Arlington, Texas, durante el Súper Tazón XLV. ¿Hay algún evento deportivo tan propio de la cultura estadounidense como el juego por el campeonato anual de la Liga Nacional de Fútbol (americano)?
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El fútbol americano no es tan propiamente estadounidense nada más porque nadie más en el mundo pueda entender las miles de reglas de un juego que se mide en yardas y se detiene cuando tiran pañuelos amarillos; o identificarse con las 45 personalidades de los jugadores que los equipos tienen en su planilla en cada juego; o seguir con seguridad cuáles once, de los 45, son los que están en el campo en un determinado momento, en un deporte sin límite de cambios o paletas para anunciarlos.
El Súper Tazón es tan propiamente estadounidense porque su cita anual marca el momento cuando se hace más borrosa la línea entre el entretenimiento, la cultura, el consumo y la publicidad.
Una semana antes al domingo, recibí la invitación de un amigo que vive en Washington para ver el partido en su casa. No era él hincha de ninguno de los dos equipos, pero resaltó que la reunión estaría acompañada de su ya tradicional asado de Súper Tazón. “Tienes que venir”, me dijo, “no hay otro lugar donde puedas entender mejor a los americanos”. Decliné, a pesar de las advertencias de que me perdería la oportunidad de ver el partido en su nueva televisión gigante, la trasmisión especial en HD, y “las costillas BBQ con la receta especial de mi familia”.
Durante los días previos, según una encuesta de la Asociación Publicidad en Comercios y Marketing (RAMA), se proyectaron ventas relacionadas con el evento de más de 10 mil millones de dólares. Por ejemplo, se esperaba que 4,4 millones de personas compraran un televisor, y que otras dos millones compraran muebles. No hay nada más gringo que sentarse con los amigos en un sofá frente al televisor para ver el juego. Cada uno de los amigos, según la encuesta, habría gastado un promedio de 60 dólares en comida, bebidas y accesorios. No pueden faltar la cerveza y las gorras.
Salvo las proporciones y el juego, nada parece muy distinto a cómo sería un juego de fútbol de la Selección Colombia. Siempre y cuando los televisores, los sofás y la cerveza sean sólo aderezos para la tradicional justa deportiva y el posterior alicoramiento.
Pero están los comerciales. El 26% de las personas encuestadas respondieron que éstos eran la parte más importante del Súper Tazón (frente a 35% que afirmaron que era el partido). Y del total de televidentes, el 75% opinó que los comerciales eran sobre todo para entretener.
Todo esto hace que me pregunte si el Súper Tazón es simplemente parte de una cultura tradicionalmente orientada hacia el consumo, o si el consumo y la publicidad han mercantilizado el origen cultural del fútbol americano. Tal vez simplemente no existe aquí un problema válido, más allá de mi gusto por el fútbol de verdad.
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