Obama, Calderón y los narcos
El narcotráfico, la seguridad, la inmigración y asuntos comerciales enturbian los vínculos entre ambos países, que comparten más de tres mil kilómetros de frontera. Para EE.UU., los mexicanos no hacen todo lo posible por controlar el desbordado tráfico de drogas que inunda el mercado norteamericano, e irrita a México que Washington no ponga coto a un comercio de armas que permite que los mafiosos se apertrechen en el norte y las lleven al otro lado de la frontera, y que no desmantele las operaciones financieras del narcotráfico en ese país.
Con una violencia que ha aumentado hasta extremos que para muchos mexicanos es inaceptable, la opinión pública se debate entre apoyar la guerra contra el narcotráfico lanzada por Calderón apenas asumió en 2006, y condenar el esfuerzo militar que no ha logrado erradicarlo, a pesar de los éxitos que ha tenido al capturar a numerosos capos de la droga. Este éxito es a la vez un fracaso, pues por cada cabecilla encarcelado o muerto, otros secuaces luchan en las calles por ganarse su territorio.
De eso dio cuenta la semana pasada el Departamento de Estado de EE.UU. en un informe en que asegura que los carteles mexicanos han expandido su presencia, encontraron nuevas rutas de ingreso de la droga a ese país y aumentaron la producción local de estupefacientes. Dicho informe no se centra sólo en México, sino que también incluye a otros países que, como Venezuela y Bolivia, han “fracasado manifiestamente” en el control del narcotráfico. Este último país está en la mira de Washington especialmente después de que un alto jefe de inteligencia antinarcóticos fuera detenido en Panamá, presuntamente haciendo negocios de drogas. En el informe también está mencionado Chile, como un país proveedor de elementos químicos para la elaboración de drogas.
A pesar de que su visita a Washington no fue un viaje de placer ni mucho menos, Calderón logró volver a casa con un espaldarazo de Obama, quien no sólo alabó su “coraje” en la lucha contra los carteles, sino que además comprometió más ayuda para llevarla a cabo.
Después de todo y pese a sus diferencias, México y EE.UU. -obligados por los hechos- están empeñados en seguir luchando mano a mano en esta guerra mientras no se ponga fin al verdadero detonante de ella: la demanda por drogas de los consumidores estadounidenses. El gobierno de Obama reconoce esta responsabilidad, y por eso, según el “zar antidrogas” de la Casa Blanca, se destinarán el próximo año más de 10 mil millones de dólares al desarrollo de programas que disminuyan el consumo y de planes destinados a la prevención de nuevas adicciones. Está por verse si ellos, a fin de cuentas, obtendrán resultados o no.
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