To Be Partners: A Hope That We Cannot Give Up

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Ser socios en busca del progreso de los Estados Unidos es una oportunidad que el país debe valorar y aprovechar

La tradición de los países latinoamericanos ha significado, en las relaciones frente a los Estados Unidos, pedirle o reclamarle algo a ese país. La visita del presidente Barak Obama nos dice que hay un tercer camino: asociarnos para buscar el crecimiento económico y el desarrollo social. De lo que se trataría, como quedó claro ayer, es que El Salvador sería el cuarto miembro de un exclusivo club de países a los que los Estados Unidos no sólo le enviarían un cheque con cargo a la cooperación sino que expertos de ambas naciones se sentarán a la mesa y se distribuirán las tareas para encontrar nuevos caminos de progreso.

Ser socios significaría que las dos naciones tendrían intereses comunes. Es muy probable que El Salvador recibiría dinero para mejorar el transporte público, ampliar el aeropuerto de Comalapa o atraer inversiones pero, a cambio de eso, nuestra contraparte nos dirá que tendremos que hacer cambios institucionales o eliminar barreras que frenan las iniciativas. Sin duda, el sendero a recorrer es nuevo. Ya no se trata, simplemente, de pedir dinero para construir una carretera. Se tratará de construir una estrategia común, sin que eso signifique la pérdida de una porción de la soberanía. Eso es ir de la mano a encontrar el horizonte.

Obama dijo ayer algo más: que pondrá sobre la mesa $200 millones para que los centroamericanos, unidos, apliquemos una nueva estrategia de defensa contra la embestida del crimen organizado. Eso significa que al problema de la seguridad le ha dado un enfoque regional pero que, en lo individual, El Salvador tendrá como socio a la nación más poderosa del mundo, como una oportunidad única para encontrar una linterna que nos alumbre en un mundo globalizado. Para cumplir el papel de socios, primero tenemos que entendernos nosotros. Esa es nuestra primera tarea.

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