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Posted on June 13, 2011.
Debatir las drogas sin tabúes
Por: EDUARDO POSADA CARBÓ | 7:41 p.m. | 09 de Junio del 2011
La iniciativa de los ex presidentes latinoamericanos merece más difusión.
Romper el tabú y abrir el debate sobre la “guerra contra las drogas”. Nadie debería oponerse a tan sana sugerencia,
reiterada por el informe de la Comisión Global sobre el tema, que se publicó la semana pasada. Tres ex presidentes
latinoamericanos, entre ellos César Gaviria, han liderado la propuesta, acompañados en esta ocasión por otras
personalidades mundiales, como Richard Branson, Kofi Annan y George Shultz.
El debate tendría que ser particularmente intenso en países como Colombia, donde hemos sufrido más de tres
horrorosas décadas de violencia extrema, alimentada en buena parte por organizaciones criminales asociadas al tráfico
ilícito de drogas.
Para que el debate sea fructífero, se requiere un ánimo desapasionado y reflexivo, en vez de respuestas que cierren de
antemano la posibilidad de cualquier diálogo. De Perogrullo, claro.
Hay que destacar la importante tarea de la Comisión Global, cuyo resultado se encuentra no solo en su informe final,
sino en una serie de documentos de trabajo que le sirvieron de apoyo (www.globalcommissionondrugs.org). Es un valioso
informe, punto de partida para la discusión. Contiene muchas recomendacione sensatas. Pero, como advierte el ex
vicepresidente Francisco Santos, incluye premisas cuestionables (El Colombiano, 7-6-11). Y hay también omisiones.
Una de sus recomendaciones centrales más sensatas es la de “terminar la criminalización, marginalización y la
estigmatización de las personas que usan drogas, pero que no les hacen daño a otros”. El consumo de drogas no debería
tratarse como un problema criminal, sino de salud pública. Este principio tendría que servir de base fundamental para la
reformulación de cualquier política global frente a las drogas.
El informe, sin embargo, parece darle prioridad al tema del consumo, por encima del de la producción, el tráfico y otras
actividades asociadas a las drogas. Casi ninguno de los principios identificados por los comisionados para guiar las
políticas toca directamente estos últimos aspectos. Solo dos de las once recomendaciones las tocan directamente.
Su enfoque en la demanda responde quizás a que la comisión identifica allí el origen del problema y la solución. Sin
embargo, como observó el ex vicepresidente Santos, un régimen de regulación legal de las drogas no necesariamente
acabará con las organizaciones criminales. Pero puede ser también que la prioridad dada el tema del consumo en la
Comisión sea la mejor estrategia para motivar la atención de los Estados Unidos y Europa en el debate. Sin su interés, el
debate podría ser inconsecuente.
Uno de los documentos de apoyo para el trabajo de la comisión fue escrito por Moisés Naím, precisamente sobre el
problema de las organizaciones criminales. Naím hace allí señalamientos de “estados mafiosos” que habría que verificar.
No obstante, plantea una distinción relevante: “La lucha contra el narcotráfico ya no es más sobre drogas… El foco
principal de la lucha no debe ser el de impedir a los adictos que usen drogas. Debe ser el de impedir que los criminales se
apoderen de los gobiernos del mundo”.
La comisión no parece haber recogido esta propuesta. Pero en el “resumen ejecutivo” de su informe sí sugiere que
habría que distinguir entre las estrategias dirigidas a “reducir los mercados de drogas per se” y las políticas represivas
focalizadas en las organizaciones criminales violentas.
El objetivo final de la comisión es quizá romper el tabú y abrir el debate en los Estados Unidos y Europa. Los países que
hemos sufrido por décadas el problema tendríamos que presionar más por ese debate amplio. La iniciativa de los ex
presidentes latinoamericanos merece más difusión. Y, claro está, más debate.
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