Obama’s Sin Eater

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Pobre Keneth Melson. Enterarse de su muerte oficial, como director en funciones de la Oficina de Alcohol, Tabaco y Armas (ATF) desde las páginas de The Wall Street Journal, antes incluso de ponerlo frente al pelotón de fusilamiento, lo ha convertido de forma automática en cabeza de turco.

En el “Devorador de Pecados” que la administración de Barack Obama ha elegido en busca de la absolución por los errores de cálculo, por la falta de sensibilidad política y por las incontables tragedias humanas detrás del fallido operativo de “Rápido y Furioso”, el esquema supervisado de tráfico de armas que habría permitido el ingreso ilegal de entre 2 mil y 2,500 armas de alto poder hacia México a lo largo del 2009 y el 2010.

Un operativo que ha arrojado a ésta agencia federal en brazos de uno de sus peores escándalos en su historia y la ha dejado a merced de quienes, desde siempre, han buscado su ruina para mayor gloria de la poderosa industria de las armas que, tan sólo en Estados Unidos, genera ventas anuales por un total aproximado de 28 mil millones de dólares.

La inminente salida de Melson, cuyo nombre figura en los correos electrónicos aportados el pasado 15 de junio por el comité de supervisión gubernamental de la cámara baja, para señalarle como uno de los funcionarios de alto rango que supervisó los operativos de “Rápido y Furioso”, se producirá a comienzos de ésta misma semana, en medio de una estrategia de control de daños que buscará expiar culpas, al tiempo que organiza el relevo.

Cuando el pasado miércoles el congresista Darrel Issa, presidente del comité de supervisión gubernamental, hizo comparecer a los familiares del agente de la patrulla fronteriza caído en acción en diciembre pasado, Brian Terry, para acusar al Departamento de Justicia y a los responsables de ATF de haber actuado de forma “estúpida e irresponsable” en el operativo de “Rápido y Furioso”, muchos de los ahí presentes nos preguntamos si acaso éste acto iba más allá de un simple ejercicio de transparencia, de rendición de cuentas y justicia a favor de las víctimas hacia ambos lados de la frontera.

Nos preguntamos si acaso éste tipo de acciones sólo buscan convertirse en operaciones de distracción, en cortinas de humo que, aprovechándose del dolor y la indignación de las víctimas de “Rápido y Furioso”. Del escándalo y la indignación tanto en México como en Estados Unidos, pretenden el desmantelamiento gradual de ATF.

Quizá por ello, la administración Obama ha decidido que ha llegado el momento de mover pieza. Y, en ésta lógica, todo parece indicar que la salida de Melson buscará organizar el contra ataque para evitar que los sectores del partido republicano y la poderosa Asociación Nacional del Rifle (NRA) se salgan con la suya en esta nueva operación de acoso y derribo.

Sin embargo, aún antes de que se produzca su renuncia, las dudas sobre la decisión de convertir a Melson en el “Devorador de Pecados” por el operativo de “Rápido y Furioso”. La falta de certezas a la hora de valorar, si acaso, la cabeza de Melson será una ofrenda suficiente, han comenzado a pulular en medios próximos al partido republicano y entre los blogs conservadores que comulgan con las ideas y los objetivos de la Asociación Nacional del Rifle (NRA).

Desde estos sectores la renuncia de Melson y, posiblemente, la de dos de sus subalternos como el subdirector, Billy Hoover y el director adjunto de Operaciones, William McMahon –otros de los implicados en los correos electrónicos difundidos por el comité de supervisión gubernamental–, no serán suficientes.

Los defensores de la segunda enmienda y la NRA adelantan incluso que la humillante salida de Melson será el pretexto ideal que la administración Obama ha buscado para hacer avanzar la designación de Andrew Traver, el hombre designado por Obama desde noviembre pasado para pasar a ocupar la dirección de ATF.

Traver, cuya designación ha sido obstaculizada una y otra vez por el poderoso lobby de la NRA, a través de sus correas de transmisión en el Congreso, se ha colocado así en la línea de sucesión que podría materializarse a comienzos de esta semana.

El futuro de ATF vivirá así un capítulo más, dentro de la serie de incidentes que ha experimentado a lo largo de una historia plagada de operaciones de acoso y derribo. Un historial de constantes luchas por su supervivencia desde el momento en que nació en 1972.

Desde entonces, su plantilla de 2,500 empleados y agentes se ha mantenido inamovible –a diferencia de otras agencias federales como el FBI y la DEA que si han experimentado una notable expansión de personal y recursos–, en medio de las presiones de quienes siempre han deseado una ATF disminuida y desprovista de los poderes y atribuciones para controlar a la poderosísima industria de las armas.

Una industria que seguramente no quedará satisfecha con la cabeza de Keneth Melson, por más culpas y pecados que éste arrastre consigo en su humillante retirada.

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