Se prestan ni más ni menos que a reflexionar sobre el proceso electoral en República Dominicana las notas que han aflorado en la campaña para el Partido Republicano elegir su candidato presidencial en las elecciones de noviembre en Estados Unidos. Resulta que el exgobernador de Massachusetts, Mitt Romney, quien en 2010 tuvo ingresos por 21,6 millones de dólares tributó sólo 13,9%, lo mismo que una familia de 50 mil anuales, que es el promedio en su país. Pero Romney, que es multimillonario y favorito para ganar la candidatura, no es un evasor. La razón por la que paga tan pocos impuestos se debe a que sus ingresos se consideran intereses devengados de las inversiones en una compañía que se dedica a comprar, sanear y vender empresas. Lo simpático es que fue su rival republicano Newt Gingricht, el autor de la frase de que “el poder del pueblo acabará imponiéndose al poder del dinero”, el que lo obligó a realizar la declaración de impuestos. Y es que en Estados Unidos, a diferencia de países como República Dominicana, a los candidatos y funcionarios les sacan y no les ocultan todo su pedrí. No importa, como el caso de Romney, que sea un millonario e hijo de millonarios. Lo censurable es que el exgobernador de Massachusetts se viera forzado a hacer una declaración de impuestos que debió presentar desde que se lanzó al ruedo por la candidatura presidencial republicana. Se sabe que, a fin de cuentas, el historial no es lo determinante, pero no deja de ser un factor importante a la hora de calibrar los discursos. No en todas partes, como en República Dominicana, la gente se deja distraer por soluciones de fachada y trucos de mercadotecnia. El presidente Barack Obama tuvo que presentar no sólo el acta de que había nacido en Estados Unidos, sino hasta buscar testigos. Y es que los políticos deben ser transparentes para poder hablar de transparencia. Lo de Romney es un ejemplo.
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