Opinión |20 Mar 2012 – 11:00 pm
Unilateralismo
Por: Andrés Hoyos
Es cierto que el encargado de divulgarla, John Feeley, no ostenta un cargo demasiado significativo: es apenas el coordinador del Departamento de Estado para la Cumbre de las Américas; no deja, sin embargo, de representar oficialmente al gobierno de Estados Unidos. Feeley dijo, en tono de aparente nimiedad, que Estados Unidos se opone a la despenalización de las drogas, pero no cree que haya problema si otros países la intentan en alguna forma.
¿Le oímos bien? Recordarán los lectores las miles de veces en que nos han amenazado con que un país como Colombia sería crucificado por el mundo, y en particular por los centuriones del gobierno gringo, en caso de que procediera de forma unilateral a suspender la fatídica Guerra Contra las Drogas que acumula más de 40 años de fracasos. ¡Qué miedo! Ya venían los portaaviones del imperio a disciplinarnos a cañonazos si nos ensayábamos de díscolos.
Yo nunca creí del todo en este apocalipsis anunciado y alguna vez propuse explorar con cautela las sendas del unilateralismo, pero para los responsables del Estado colombiano la amenaza de los portaaviones vengadores era una verdad de a puño. Ahora, en cambio, son los propios funcionarios americanos los que nos invitan a experimentar con lo que a bien tengamos, suspendiendo, de facto, las amenazas.
Lo que dijo Feeley en términos de realpolitik significa que el gobierno de Barack Obama no puede por ahora cometer ninguna audacia en materia de la política antidrogas, ya que eso sería dañino en un año electoral de cara a las cada vez más precarias mayorías blancas, anglosajonas y protestantes del país (los famosos wasp), pero que ellos también han llegado a la conclusión de que la bendita Guerra Contra las Drogas es una barbaridad y necesitan que otros países los pongan colectivamente contra un hecho cumplido, de suerte que más adelante puedan rasgarse las vestiduras y gemir un poco antes de aceptar lo que habrá aceptado buena parte del mundo: que las drogas deben ser legales. El gobierno americano por lo visto no está en condición de liderar este cambio de paradigma (como, dado el radicalismo hirsuto del Partido Republicano, no está en condiciones de liderar casi ningún cambio civilizador), si bien descubrió que tiene la opción de pasar de agache.
No estoy diciendo que el fin de la Guerra Contra las Drogas, y por ende la disminución radical del narcotráfico, esté a la vuelta de la esquina. Conspira contra ello la propia miopía de las mayorías en los países víctimas, entre ellos, y de forma notoria, las de Colombia. Sin embargo, se pueden radicalizar de inmediato las opciones de reducción del daño y hacer planes pilotos legalizadores en toda América Latina. Ya lo decía Voltaire: “todo es peligroso en este mundo, hasta la prudencia”. La idea es espantar el miedo que aún cunde y prepararse para manejar los eventuales coletazos en materia de salud pública. El modelo que se debe estudiar al respecto es la lucha contra el tabaco que tanto éxito ha tenido en los países desarrollados, muy en particular en Estados Unidos.
Se trata de una gran noticia: por fin se vislumbra el día en que cesará el cruento despilfarro de la Guerra Contra las Drogas y la consecuente intervención abusiva del Estado en la vida privada de las personas. Habría que descorchar champaña, recordando que el alcohol también estuvo prohibido alguna vez.
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