Between Capitalism and Leninism

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Llego a Beijing (China) el mismo día en el que la delegación encabezada por la secretaria de Estado, Hillary Clinton, y el secretario del Tesoro, Timothy Geithner, terminan su misión en este país y en los medios compiten dos noticias sobre su visita.

Los medios locales destacan el “éxito” de la reunión bilateral y anuncian que en cuatro rondas de pláticas se pudieron concretar 67 acuerdos en materia económica, comercio bilateral, inversión y cooperación financiera entre ambos países y habrá una mayor apertura para la banca china en EE. UU. y para las instituciones financieras estadounidenses en China: que China ha dado un enorme paso hacia un sistema de tasa de cambio más flexible y en el que el mercado juega un papel más importante, es decir, que avanza más hacia el capitalismo; que EE. UU. flexibiliza su restrictiva política a las exportaciones de alta tecnología a China; que ambos países sostuvieron discusiones sustantivas sobre temas candentes como Corea del Norte, Irán, Sudán y Siria, aunque no se revelaron resultados concretos en ninguno de los cuatro temas de actualidad. Lo principal, sin embargo, es que, según los jefes de ambas delegaciones, las relaciones entre China y EE. UU. nunca han estado mejor.

Por otro lado, en los medios internacionales la noticia central ha sido la complicada negociación sobre el futuro del disidente chino Chen Guangcheng, quien inicialmente encontró refugio en la embajada estadounidense en Beijing, regresó a su hogar voluntariamente, más tarde se dijo arrepentido del pacto y finalmente parece que su asunto se resolverá de forma positiva para todas las partes. Es decir, China no se decide a salir del atascadero leninista.

El contraste en la manera de enfocar las noticias sobre China no me extraña en lo absoluto, porque antes de salir a este viaje estuve revisando algunos de los últimos libros que se han escrito sobre este país y encontré que en la mayor parte de ellos prevalece una visión no solo encontrada sobre los hechos y su significado sino que generalmente presentan una visión que implica una confrontación entre China y EE. UU. o por lo menos una competencia despiadada entre la segunda y la primera economía mundial. Peor aún, parecería que mientras más encontrada es la visión del autor más se vende su libro.

Considere por ejemplo los títulos de dos libros que han tenido un enorme éxito de ventas: China, al borde del colapso, dice uno, y Cuando China dirija el mundo, dice el otro.

En efecto, si la literatura sobre el tema del desarrollo en China y sus vínculos reales o imaginarios con EE. UU. tiene una constante, esta sería que el éxito de una implica que la otra ha fracasado.

Para unos, China va a enterrar a EE. UU. en unos cuantos años; para otros, EE. UU. seguirá siendo la primera potencia económica, política y militar del mundo y China entrará en una época de turbulencia política que implicará una tremenda crisis económica.

En este mismo sentido, la semana pasada, los escritores especializados en temas internaciones del Financial Times terminaron también una visita a Beijing para participar en un debate cuyo tema fue esta visión encontrada-confrontada sobre el futuro de ambos países. Para dos de los columnistas ingleses, uno de los cuales vive en Gran Bretaña y el otro en EE. UU., “El surgimiento de China significa la declinación de América”. Desde el otro lado del debate, para los columnistas que viven en China, ya sean expatriados o nacidos aquí, el desarrollo económico de China no puede continuar mientras el país no se abra políticamente hacia la democracia.

¿Cuál de los dos bandos tiene la razón? No lo sé. Lo único que sé es que pasaré el mes de mayo en este inmenso y complicado país aprendiendo y a menudo comentando lo que observo.

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