El apoyo ofrecido al presidente Rafael Correa por prácticamente todos los países latinoamericanos, ante las amenazas de asaltar la sede diplomática de Ecuador en Londres, evidenció nuevamente que América Latina está rebelada como nunca antes contra Estados Unidos y sus aliados imperiales europeos..
La decisión soberana de Correa de conceder asilo al fundador de Wikileaks, Julian Assange, y responder con firmeza a las intimidaciones seguido por el inmediato apoyo que recibió de sus vecinos, demostró que Latinoamérica ha decidido definitivamente dejar de ser el traspatio de Washington, y a la vez ripostar enérgicamente a los palanganeros de la Casa Blanca en el llamado Viejo Continente.
Estados Unidos y sus aliados en Europa recibieron una bofetada diplomática sin precedentes, y fueron obligados a retractarse de aventurarse en una agresión violenta contra la embajada ecuatoriana en Londres.
El propio Assange agradeció el domingo a las naciones de América Latina su rápida actuación y respaldo al mandatario Correa, lo que impidió que las autoridades británicas, por orden expresa de Washington, intervinieran utilizando la fuerza en la legación ecuatoriana para secuestrarlo.
Agregó que si el Ejecutivo de Londres no tiró por la borda las Convenciones de Viena y las leyes internacionales fue porque el mundo estaba observando, gracias a las oportunas denuncias de los países latinoamericanos.
El ciudadano australiano apuntó hacia el régimen norteamericano como el cazador de brujas de Wikileaks, y llamó a Barack Obama, actual inquilino de la Casa Blanca, a respetar la libertad de expresión y no perseguir a los periodistas.
Los paladines de la llamada libertad de prensa, Estados Unidos y Europa, acosan a Assange por revelar informaciones confidenciales a los medios de comunicación, que implican a esos imperios en agresiones y acciones subversivas contra terceras naciones.
La determinación del Presidente ecuatoriano de otorgarle asilo al creador de Wikileaks tiene muy preocupado especialmente a Washington, por las posibles informaciones secretas que aún tenga en su poder el australiano, y que pueda sacar a la luz pública.
Aunque no debe descartarse una operación para apresar a Assange, un eventual asalto a la sede diplomática de Ecuador, tendrían que pensárselo una y otra vez sus organizadores, porque la reacción de América Latina podría ser más contundente, e incluso llegar al cierre de las embajadas norteamericanas y de Londres en esta región.
Washington, aunque obstinado como de costumbre, debe entender que los tiempos han cambiado en detrimento de su poderío en América Latina, donde imperan hoy la defensa de la independencia y la soberanía, además de la integración regional contraria al histórico dominio del Tío Sam.
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