El dilema de Obama
Manuel Gómez Granados | Opinión
2012-10-21 | Hora de creación: 23:33:09 | Ultima modificación: 23:33:09
Los candidatos presidenciales estadunidenses Barack Obama y Mitt Romney participaron el martes pasado en un debate, del tipo “asamblea popular”, en el que las preguntas son formuladas por personas del público. Obama lo hizo en el contexto de una crisis severa, pues el desempleo en EU se ha mantenido muy alto, por arriba del 8%, lo que hace muy difícil convencer a los electores de las ventajas de refrendarle su confianza.
No es que el récord de los republicanos esté limpio. Todo lo contrario. La crisis actual es resultado de los errores cometidos por George Bush en varias áreas clave de la economía. La más notable fue la desregulación que modificó por completo las reglas del juego en el mercado de las hipotecas. Eso permitió que personas sin los recursos suficientes contrataran hipotecas de renta variable. La prosperidad económica que EU vivió entre 2002 y 2006 era, todos lo sabemos ahora, un castillo de naipes que al caer en 2007 arrastró consigo a casi todo el mundo.
Romney ha tratado por todos los medios de actuar como si él y su partido fueran ajenos a George Bush Jr. A la Convención Republicana ninguno de los ex presidentes Bush acudieron, justamente para evitar que Romney fuera visto como el heredero de Bush. En el primer debate, de hecho, el ex gobernador de Massachusetts fue capaz de separarse de ese legado, aunque en este segundo debate una de las participantes preguntó directamente a Romney en qué era diferente de Bush y no fue capaz de ofrecer una respuesta clara.
Todavía queda un debate más entre los candidatos. Durante ese debate, tanto como en el que se celebró esta semana, el principal problema de Obama es que debe ser muy cuidadoso al confrontar las acusaciones, insinuaciones y —en algunos casos— las mentiras de Romney. Obama tiene que cuidar que cualquier respuesta suya pueda ser interpretada o enmarcada en el estereotipo de la cultura popular estadunidense de: “un negro enojado” (the angry black man).
La idea del “negro enojado”, como otros mitos del racismo estadunidense, asume que todos los varones negros son fuertes e iracundos y que actúan como depredadores de los blancos, por ello, necesitan mantenerse unidos para controlar una amenaza de ese tipo. Las referencias al “negro enojado” se pueden encontrar en muchos sitios de internet (http://bit.ly/AngryBlackMan1, http://bit.ly/AngryBlackMan2) de modo que aunque Obama hubiera querido ser más enfático al responder a Romney, debía ser muy cuidadoso y evitar ser visto como un peligro. Y no es sólo lo racial. Ahí está el hecho de que, cuatro años después de su toma de posesión, todavía una quinta parte de los estadunidenses creen que Obama es musulmán (http://bit.ly/ObamaMusulman).
Basta comparar la manera informal en que el actual vicepresidente Joe Biden y quien aspira a sucederlo, Paul Ryan, intercambiaron acusaciones y golpes bajos para darse cuenta de que la raza todavía pesa mucho en la política en EU. Mientras Biden y Ryan pueden mofarse, descalificarse y hacer todo tipo de insinuaciones entre sí, sin que nadie se espante, entre Obama y Romney, como hace cuatro años entre Obama y John McCain, la situación cambia.
Obama ya no puede presentarse como el heraldo de una nueva época. Él representa, para bien o para mal, a un gobierno con un registro de errores y aciertos y la realidad es que en materia económica la situación es muy difícil, pues además de la crisis en EU, enfrenta los efectos de la crisis en Europa e incluso, los problemas de Japón luego del tsunami que, en 2011, causó la tragedia de Fukushima.
A pesar de ello, Obama evidenció a Romney como insensible. En su mensaje final, Obama recordó la manera en que Romney habló despectivamente del 47 por ciento de los estadunidenses que —según dijo— “esperan todo del gobierno”. Días después de decirlo, Romney se arrepintió, y se dijo apesadumbrado por la manera en que se expresó de sus compatriotas (http://bit.ly/Romney47porciento).
El segundo debate presidencial de EU, no será un parte aguas. Habrá que ver qué ocurre en el tercer y último debate, que abordará —entre otros temas— la política exterior de EU. Lo que es un hecho es que ni México ni América Latina han ocupado un lugar en la campaña, como no sea para hablar de migración, tema en el que Romney no convence ni a republicanos como McCain o el primer Bush, que están más dispuestos a que EU mantenga una política migratoria flexible.
Para bien o para mal, en un mundo globalizado y con la dependencia que tenemos en México, las elecciones en EU nos afectan.
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