Edited by Laurence Bouvard
Petraeus en lo que es su obituario declaró: “Tal comportamiento es inaceptable, tanto como marido como para el líder de una organización como la nuestra”. Esto alude a su arrebato romántico y el indebido riesgo causado a la institución que dirigió. Subsistirá, sin embargo, la sospecha de que mas allá “de su pobre juicio” hubo interesados en hacerlo caer.
David Petraeus, director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA según su sigla en inglés), el jefe del espionaje estadounidense renunció, admitiendo una relación extramarital. Adulterio, lo llaman en el código de justicia militar norteamericano y constituye un delito si se demuestra que daña “el orden y la disciplina en las fuerzas armadas”.
Más allá de la censura moral, que ello puede suscitar en algunos, la dimisión fue precipitada por la vulnerabilidad a la que queda expuesta una autoridad en un cargo de semejante poder. Aunque al parecer ninguna potencia extranjera se enteró y aprovechó el flanco para extorsionarlo. Fue el servicio de contra espionaje, el FBI, el que según explicaron sus responsables descubrió por casualidad la relación del decorado militar con una periodista que escribió su biografía.
En el mundo del espionaje anglosajón utilizan la sigla MICE (que significa lauchas) para encapsular las cuatro vertientes más comunes de la vulnerabilidad: Money, dinero; Ideology, ideología o convicciones; Compromise, situaciones comprometedoras en general de tipo sexual o delictual y, finalmente, el Ego o el afán de fama y reconocimiento. Petraeus que tenía recursos económicos, era admirado como el general que condujo a las tropas norteamericanas en Irak y Afganistán, y que tenía un claro compromiso con Estados Unidos cayó por la letra C de situación comprometedora.
Lo más llamativo de su caso es que dejó rastros de su relación a través del correo electrónico. Nadie mejor que él sabe de los enormes recursos y sofisticados métodos para rastrear el mundo virtual y, por supuesto, el material. El renunciado general se comunicaba con su amante a través del traslúcido Gmail que emplean millones y no a través de correos protegidos de la propia CIA.
Quien asume la jefatura de un servicio de espionaje sabe que en ese momento renuncia a su vida privada y toda posibilidad de una intimidad secreta. Es algo que va con el cargo. Por ello, en forma inevitable, surgen especulaciones que hubo partes interesadas en la caída del “rey David” como lo apodaban algunos medios estadounidenses. Hay quienes señalan que la relación ya era conocida hace algún tiempo y se esperó que pasaran las elecciones presidenciales. Otros apuntan que es una pasada de factura por la inoperancia de la CIA ante el asesinato del embajador estadounidense junto a tres colegas en Libia.
Petraeus en lo que es su obituario declaró: “Tal comportamiento es inaceptable, tanto como marido como para el líder de una organización como la nuestra”. Esto alude a su arrebato romántico y el indebido riesgo causado a la institución que dirigió. Subsistirá, sin embargo, la sospecha de que mas allá “de su pobre juicio” hubo interesados en hacerlo caer.
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