Dos películas controvertidas
Arturo Balderas Rodríguez
Dos de las películas nominadas para recibir el premio Óscar este año, Argo, actualmente en cartelera, y Zero dark thirty, a estrenarse próximamente, fueron realizadas a partir de dos sucesos reales relacionados con la política externa de Estados Unidos, particularmente con sus servicios de inteligencia.
En Argo se hace la reconstrucción cinematográfica del espectacular rescate de seis ciudadanos estadunidenses que trabajaban en la sección consular de la embajada de Estados Unidos en Teherán, Irán y se refugiaron en la residencia del embajador canadiense, en una de las secuelas de la revolución islámica que en 1979 derrocó la monarquía de Reza Pahalavi e instauró un régimen teocrático.
Otros 52 ciudadanos y diplomáticos estadunidenses, a los cuales la película se refiere sólo incidentalmente, fueron rehenes durante 444 días; al cabo de ese tiempo fueron liberados después de una ardua negociación.
La película está salpicada de hechos ficticios que no desvirtúan su contexto histórico y en cambio mantienen su tono dramático durante los 120 minutos que dura el filme. Es un reconocimiento a la astucia de los servicios de inteligencia estadunidenses, aunque también se desliza una sutil crítica por su participación en el golpe de Estado que en 1953 derrocó al gobierno democráticamente electo de Mohammad Mosaddegh, para solaz y beneficio de las compañías petroleras inglesas y estadunidenses.
La película Zero dark thirty está basada en la dramatización del ataque, también espectacular, a la residencia de Osama Bin Laden en Pakistán por un comando de fuerzas especiales del ejército estadunidense. El desenlace, ya se sabe, es la muerte del líder de Al Qaeda.
Esta película ha sido la que ha creado mayor controversia, no sólo por su final, sino por la forma en que se refiere a los procedimientos utilizados para conocer el paradero del dirigente de Al Qaeda. Hay quienes consideran que la película no tomó una posición explícita en contra de la tortura. Para el senador John McCain, quien fue prisionero de guerra durante el conflicto en Vietnam, el filme tampoco demuestra suficientemente la crueldad de esos procedimientos.
Otros congresistas han expresado su preocupación por conocer cómo se obtuvo la información para realizar algunas escenas de la película, y por la crudeza con la que la tortura es presentada.
Han señalado que esto pudiera incluso tener secuelas nocivas para la política exterior de Estados Unidos, particularmente en los países árabes. En todo caso, en la cinta se advierte la futilidad de la tortura como medio para obtener la información, ya que el paradero de Bin Laden se conoció por una circunstancia fortuita.
Al margen de las interpretaciones y de la suerte que corra en la entrega del Óscar, vale la pena verlo y formarse una opinión propia al respecto.
A final de cuentas, ambas películas permiten asomarse a los avatares de la política exterior estadunidense y las cicatrices que ha dejado en algunas partes del mundo.
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