Hijo de un nigeriano y de una irlandesa-estadounidense, Brendon Ayanbadejo era un “blanco” para la comunidad negra y un negro para la blanca. La comunidad nigeriana no lo consideraba propio, sino “afroamericano”. Brendon creció en el campus de la Universidad de California, en Santa Cruz. Su abuelo dirigía allí el centro LGBT, las siglas que designan colectivamente a lesbianas, gays, bisexuales y personas transgénero, con los que convivió durante años. El 20 de enero pasado, su equipo, los Baltimore Ravens, se clasificó al Super Bowl, la gran final del football americano que paraliza a Estados Unidos. Esa misma noche, a las cuatro de la mañana, envió la pregunta por correo a tres conocidos activistas del matrimonio entre personas del mismo sexo en su país: “¿Hay algo que pueda hacer por la causa aprovechando el Super Bowl?”.
Los San Francisco 49ers, el otro protagonista del Super Bowl que se jugó el domingo pasado en Nueva Orleáns, se convirtieron hace unos meses en el primer equipo de la National Football League (NFL) que dio apoyo oficial a los matrimonios del mismo sexo. El tema se hizo inevitable en la previa del Super Bowl. Chris Culliver, de los 49ers, rompió la corrección política y dijo, despectivamente, que él no podía compartir un vestuario con gays. David Kopay, justamente de los 49ers, fue en 1975 el primer jugador de football americano que se declaró gay. Se recuerdan apenas dos casos más. Hasta que, también apenas horas antes del Super Bowl del domingo, Kwame Harris, jugador de los 49ers hasta 2007, fue detenido por la policía acusado de golpear a su novio. “Mis despectivos comentarios -se disculpó Culliver- son cosas que pienso, pero no que siento. Cuando los leí en la prensa advertí que eran desagradables e hirientes. Esos sentimientos discriminatorios realmente no están en mi corazón. Pido disculpas a quienes herí y ofendí y espero aprender de esta experiencia.”
La disculpa habría sido innecesaria años atrás. La NFL siempre se jactó de ser el “deporte macho” de los estadounidenses. “Los «delicados» no juegan football”, llegó a decir a comienzos del siglo XX el entonces presidente Theodore Roosevelt. Un siglo después, Barack Obama, primer presidente negro de Estados Unidos, se animó a opinar horas antes del Super Bowl que si tuviese hijos varones no querría que jugaran profesionalmente football americano, por su violencia. Nuevos estudios médicos avalaron en los últimos meses que la NFL sufre una media elevada de casos de CTE (encefalopatía traumática crónica, una enfermedad progresiva que va matando las células del cerebro), parapléjicos, Alzheimer, depresiones y hasta suicidios. CTE se detectó, por ejemplo, en el cerebro de Junior Seau, ex estrella de la NFL que se suicidó en mayo pasado. Dos semanas antes había hecho lo mismo Ray Easterling, ex Atlanta Falcons. Ed Reed, compañero de Ayanbadejo en los Ravens, dio razón a Obama. “A veces me despierto y me pregunto dónde quedó mi memoria. Yo -dijo Reed- juego para que mi hijo no tenga que jugar.” La familia de Seau demandó a la NFL. Lo mismo hicieron más de 4000 familias de ex jugadores con problemas físicos y síquicos, muertos o vivos. Reclaman una indemnización global de 1500 millones de dólares. Acusan a la NFL, un deporte bajo fuerte sospecha de doping, de no haber hecho lo suficiente para evitar los golpes fatales.
El Super Bowl, como sucedió el domingo pasado, apagón al margen, logra montar cada año un espectáculo formidable. Y la NFL, la patronal más conservadora del deporte en Estados Unidos, atenuó reglamentos y reforzó controles médicos. Pero, por momentos, parece detenida en el tiempo. Como le sucedió en 1963, cuando mantuvo inalterable su programación después del asesinato del entonces presidente John Kennedy. Habría hecho lo mismo tras el ataque a las Torres Gemelas del 11 de setiembre de 2001 hasta que la suspensión del béisbol le hizo notar que caería en un nuevo ridículo. No temió hacerlo en diciembre pasado, cuando mantuvo el juego de los Kansas City apenas horas después de que uno de sus jugadores, Jovan Belcher, mató a su pareja y madre de su hijo de 3 años y luego se suicidó ante uno de los técnicos del equipo. En una pausa del partido, Bob Costas, célebre comentarista de la NBC, habló de la cultura armamentista en Estados Unidos. Al día siguiente, Hank Williams, un periodista de Fox News que comparó a Obama con Hitler, afirmó que la NBC debía despedir a Costas.
El sábado, en la previa del Super Bowl, la NFL celebró el tradicional Gospel. Entre los invitados estaban varios personajes célebres y de posiciones duras antigay: Fantasia Barrino (“El casamiento gay es la prueba de que el mundo enloqueció”), Kirk Franklin (vocero de la “conversión” de gays en heterosexuales), el pastor Donnie McClurkin (“Los gays y lesbianas son vampiros”) y el obispo Paul Morton (de violentos sermones antigay), entre otros. En agosto pasado, un conocido líder religioso de la comunidad negra, representante demócrata, C. Emmet Burns Jr., enfureció cuando escuchó a Ayanbadejo haciendo campaña para que el estado de Maryland aprobara un referéndum sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo. Burns escribió a Dick Cass y a Steve Bisciotti, presidente y dueño de los Ravens, respectivamente. “Es inconcebible que uno de sus jugadores apoye el matrimonio entre personas del mismo sexo específicamente como jugador de los Ravens. Le pido que tome las acciones necesarias para inhibir algunas expresiones de su empleado y que le ordene que cese sus acciones injuriosas. No conozco otro jugador de la NFL que haga lo que hace Ayanbadejo. El deporte -afirmó Burns- es estrictamente un lugar de orgullo, diversión y emociones.”
“Brendon -apoyaron a su jugador Cass y Bisciotti-, eres una gran persona. Crees en ti. Este equipo no cree en ninguna clase de discriminación. Aquí tienes una tremenda plataforma. Úsala. Y sigue siendo tú mismo, con esa habilidad que tienes para intentar cambiar el mundo.” La defensa más notable de Ayanbadejo llegó sin embargo de otro jugador de la NFL, Chris Kluwe, de los Minnesota Vikings. Kluwe citó a Burns la primera enmienda de la Constitución, sobre la libertad de expresión, y pareció recordar a Abraham Lincoln al preguntarle si acaso no significaban nada para él “200 años de luchas por los derechos civiles”. El matrimonio interracial de los padres de Ayanbadejo también estaba prohibido unas décadas atrás. Ayanbadejo, que es heterosexual y tiene dos hijos, dice que no pelea por los derechos de los gays, sino por los derechos humanos. Ése fue también el sentido de la respuesta de Kluwe, uno de cuyos párrafos es citado como el mensaje político acaso más contundente de un deportista en Estados Unidos después de que Muhammad Alí se negó a combatir en Vietnam y dijo que “los verdaderos enemigos de mi gente están aquí mismo”.
El texto de Kluwe, alguna grosería incluida, dice lo siguiente: “Le puedo asegurar que el matrimonio gay tendrá un efecto cero en su vida. No van a ir a su casa a robarle a sus hijos. No van a convertirlo mágicamente en un monstruo lujurioso amante de las pijas. No van a derrocar al gobierno en una orgía de libertinaje hedonista solamente porque de repente tengan los mismos derechos legales que el otro 90 por ciento de nuestra población, como los beneficios de seguridad social, créditos fiscales por cuidado infantil, permisos médicos y familiares para ocuparse de sus seres queridos y las provisiones de salud para sus esposos e hijos. ¿Sabe qué va a pasar cuando los gays tengan estos derechos? Eso los va a convertir en ciudadanos estadounidenses plenos, tal como el resto, con la libertad para buscar su felicidad y todo lo que ello implica”.
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