Heroes of the Freedom of Information

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El mundo del internet se conmocionó con el suicidio, el pasado mes de enero, de Aaron Swartz, un gran programador y activista de la libertad de información que luchó para que el contenido de internet fuera gratuito. A los 26 años era un innovador y pionero en el manejo de contenidos. Creó un proyecto conocido como Open Library para que los libros sin editor tuvieran su propia página web y creó la organización Demand Progress, para oponerse a cualquier forma de censura en internet.

Con esa filosofía, y gracias a su genialidad informática logró bajar de los computadores de la prestigiosa universidad MIT, cuatro millones de artículos científicos que pretendía montar en una plataforma para el acceso libre y gratuito para que todo el mundo pudiera aprovechar los avances de las investigaciones. Su audacia le costó terminar en la cárcel, acusado de fraude informático por la obtención ilegal de los documentos. A ésta se le sumaba otra investigación del FBI por haber descargado en el 2008, 18 millones de páginas de un servicio de informes judiciales y datos relacionados con los juzgados norteamericanos por el cual había que pagar. Swartz creía que acceder a ellos era un derecho ciudadano y que por tanto el servicio debería ser gratis. Su horizonte judicial no era fácil y no resistió la presión del juicio en el que de haber sido declarado culpable, habría enfrentado 30 años de cárcel y el pago de un millón de dólares de multa. Un castigo desproporcionado, con el que el poder judicial quería sentar un precedente que Aaron Swartz prefirió enfrentar entregando su vida y morir por sus convicciones.

Fue hasta los límites, como de alguna manera ha ocurrido con otro defensor de la libertad de información en internet, el creador de los wikileaks, el australiano Julian Assange, quien sobrevive encerrado en una habitación en la embajada de Ecuador en Londres, atrapado en una paradoja diplomática que no le permite abandonar la embajada a pesar de haber obtenido el asilo político ecuatoriano.

Más triste aún es el destino del joven soldado Bradley Manning, responsable de la filtración de los documentos que le dieron la fuerza a la red de wikileaks, que revelaron incómodas claves sobre los hilos del poder en el Departamento de Estado. Con sólo 24 años Manning está sometido al rigor del aislamiento en una prisión militar y seguramente lo juzgará un tribunal castrense que lo acusa de 22 cargos entre ellos el de “de ayudar al enemigo”, que le daría cadena perpetua. No en vano, Manning ha intentado suicidarse en más de una ocasión.

La fuerza de la Web, que permite que la información navegue de manera incontrolable, es un hecho inmodificable y sus efectos son igualmente impredecibles. Así como wikipedia es una enciclopedia libre producto de una construcción colectiva y los wikileaks un gran buzón a donde llegan anónimamente documentos, que cualquiera puede consultar para entender mejor cómo funciona el mundo, Aaron Swartz no tenía propósito distinto al de asegurar que la navegación siguiera siendo libre en internet, sin censura ni obstáculos materiales. Sin duda, tres héroes de la libertad de información que mostraron el camino.

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