Para algunos, el hecho de que en la inusualmente elegante fiesta del Oscar todos los candidatos al premio principal, salvo La niña del sur salvaje , se hayan llevado por lo menos una estatuilla cada uno y que al fin de la ceremonia no hubiera, como en otros años, un film que ganara por goleada, indica que la cosecha de 2012 fue de excepcional calidad. Sobre la base de la misma observación, otros interpretan que a falta del gran film descollante de la temporada (porque no lo hubo, o porque no se lo descubrió a la hora de las nominaciones), los miembros de la Academia prefirieron simplemente premiar el mejor desempeño individual en cada categoría. Una producción tan pareja también explicaría, por ejemplo, que haya habido tantos cambios de humor en los votantes -o tantas marchas y contramarchas en los pronósticos de los profesionales del vaticinio- desde que se anunciaron las candidaturas el 10 de enero hasta la hora de la entrega.
Hace cuarenta días, todos daban por hecho que el Lincoln, de Spielberg, arrasaría, aunque unos cuantos también reservaban sus fichas para la cacería de Ben Laden reconstruida por Kathryn Bigelow o para el esperado western spaghetti de Tarantino, a pesar de que ninguno de los dos realizadores eran candidatos al Oscar como directores. Pocos, en cambio, se habrían jugado por Argo . Sin embargo, Ben Affleck, al que la Academia también había ignorado en la categoría, recibió esa misma noche de enero el Critics Choice Award a la mejor película y al mejor director, y pronto se sumaron los Globos de Oro y las distinciones de los productores, directores, actores y guionistas, además de las de la Academia Británica, mientras se cuestionaban ciertas tergiversaciones históricas en los films de Spielberg y de Bigelow. (Affleck, en cambio, hizo la debida aclaración respecto de las libertades que se tomó al recrear el famoso rescate hollywoodense de los rehenes en Irán). Y he ahí un detalle que no debe pasarse por alto y al que el Oscar es muy sensible: -recuérdese que El artista superó el año pasado a Hugo , que también hablaba de cine, pero el de Méliès-: Hollywood tiene participación directa en la historia que se cuenta. Las cosas, pues, empezaron a cambiar.
Al llegar la fiesta, ya se tenía del triunfo de Argo como mejor película casi tanta certeza como la que acompañó a Daniel Day-Lewis, Anne Hathaway y Amour (film hablado en idioma no inglés) desde un comienzo. Aunque se anotara como el segundo film en 80 años que iba a ganar el Oscar sin haber merecido una nominación para su realizador. Y ya no era difícil colegir que esa estatuilla iría a parar a manos de Ang Lee, no sólo por su admirable trabajo en Una aventura extraordinaria , sino porque parece ser un favorito de la Academia: ya había ganado con El tigre y el dragón el premio al mejor film extranjero y el de mejor director por Secreto en la montaña . Paralelos y asimetrías del azar: los dos títulos que le dieron el Oscar como director a Ang Lee no ganaron en la categoría mejor película. Lo que lo iguala a George Stevens, que pasó por la misma experiencia con Ambiciones que matan (1951) y Gigante (1956).
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