Terror in Boston

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El mortal atentado en el maratón de Boston le ha recordado a los estadounidenses su vulnerabilidad al terrorismo, a la vez que provocará un agrío y emocional debate acerca de cómo una democracia puede defenderse ante sus enemigos foráneos cuando súbitamente descubre que ya lo han penetrado, y que ahora ya están en casa.

Los hermanos asesinos vivían en EU desde pequeños, acompañantes de su padre que había solicitado ahí asilo político dadas las nefastas condiciones en su natal Chechenia, provincia rebelde de Rusia en la que la combinación de guerrilla, terrorismo y represión ha poducido sangrientos capítulos de la historia reciente de la antigua superpotencia. La mano dura del Kremlin se ha topado con una brutal resistencia de parte de los independentistas chechenos, que no han vacilado en atacar a civiles e incluso a niños pequeños en el pasado con tal de avanzar su causa o de cobrar perversa venganza contra Moscú.

La familia Tsarnaev emigró a EU cuando los niños eran pequeños, y nunca se vió en su comportamiento algo que alertara a las autoridades, hasta que el gobierno ruso, que da un seguimiento casi obsesivo a la comunidad chechena en el exilio, solicitó oficialmente al estadounidense información acerca de uno de ellos, Tamerlan, quien planeaba un viaje a su patria y a la vecina Dagestán, que tiene su propio movimiento separatista. La respuesta del FBI: nada sospechoso en su conducta. Sin embargo, investigaciones posteriores han encontrado que es a partir de ese viaje que la conducta del joven comienza a cambiar, y que encuentra en el fundamentalismo islámico un refugio. Su pagina de Youtube contiene videos que propagan la idea de la "guerra santa", la tristemente famosa jihad que los estadounidenses asocian ya con el odio a su país y a sus valores.

Evidentemente las investigaciones, el trabajo de inteligencia y los métodos de las agencias rusas y estadounidenses variaron en lo que a los jóvenes Tsarnaev se refiere, pero más allá del juego político de las culpas, varios elementos y consecuencias de los bombazos y la posterior cacería policiaca saltan a la vista:

En primer lugar veremos un aumento en la cooperación ruso-estadounidense, que se encontraba en un punto flojo debido a las tensiones entre ambos países por las críticas de Washington al respeto de Moscú a los derechos humanos y por la airada respuesta rusa, que además incluyó al siempre espinoso tema de las adopciones transfronterizas, que fueron suspendidas tras la muerte no plenamente aclarada de un niño ruso adoptado por una familia en Texas. A partir de ahora el clima entre ambos cambiará para bien.

En segundo lugar, se intensificará la discusión acerca de las medidas que una democracia puede y debe tomar para protegerse contra el terrorismo, sobre todo cuando proviene de sus propios ciudadanos. Uno de los dos hermanos Tsarnaev ya se había naturalizado, el otro estaba en espera de aprobación para adquirir la nacionalidad estadounidense. Ambos parecían modelos del sistema actual de integración y asimilación estadounidense, que ha quedado exhibido como fallido e incompleto.

Lamentablemente, y este es el tercer punto, los ataques y el estatus migratorio de los terroristas coinciden con el inicio del debate y análisis de la propuesta de reforma migratoria presentada la semana pasada por el llamado "Grupo de los 8" legisladores que la promueven. Lo que parecía iba a ser un proceso relativamente terso y fluido ahora estará contaminado por estos sangrientos acontecimientos, que ya han provocado declaraciones alarmistas y/o demagógicas entre la derecha estadounidense, además de una lógica y comprensible reacción visceral de miedo y rechazo a los extranjeros en la población en general.

Es evidentemente absurdo querer vincular los ataques de los hermanos Tsarnaev con la reforma migratoria. Ellos son el mejor ejemplo de que el actual sistema no funciona ni protege la seguridad de los estadounidenses, pero será un excelente pretexto para quienes se oponen a su transformación.

Los bombazos no harán libre a Chechenia ni avanzarán la causa de la guerra santa islámista, pero vaya que sí le han puesto un enorme obstáculo a los millones de indocumentados que esperan que las cosas cambien para ellos en EU.

Nadie sabe para quien trabaja…

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