Tres años después de su detención en Irak, el lunes anterior empezó el consejo de guerra contra el soldado Bradley Manning, acusado por la justicia militar estadounidense de 22 cargos, entre ellos el de “colusión con el enemigo”, tras protagonizar la mayor filtración de documentos clasificados (cerca de 700.000) jamás sufrida por EEUU, que remitió a la organización WikiLeaks.
De ser hallado culpable, podría ser condenado a cadena perpetua en una prisión militar sin posibilidad de libertad condicional. En el mejor de los casos, pasará tras las rejas unos 20 años, pues, según dijo uno de sus abogados, Manning se declarará culpable de diez de los 22 cargos que se le imputan. Pese a ello, la justicia estadounidense insiste en procesarlo por espionaje y por ayudar al enemigo. Todo sugiere que el juicio persigue un escarmiento ejemplar y desproporcionado. No obstante, el tiro podría salirse por la culata, pues no son pocos, dentro y fuera de EEUU, los que defienden la actuación de ese joven soldado que se atrevió a ventilar actos vergonzosos, cuya difusión era el primer paso para promover un debate sobre los horrores de la guerra y así evitar que se repitan.
Destinado en 2009 a un servicio de inteligencia en Irak a los 22 años, encargado de analizar las informaciones, Manning tenía acceso a redes informáticas protegidas. Gracias a ello pudo acceder a decenas de miles de documentos confidenciales almacenados en distintas bases de datos. Algunos analistas sugieren que su homosexualidad lo aisló del resto de sus compañeros, y lo llevó a ensimismarse en internet y en los documentos desclasificados.
Independientemente de los motivos, lo cierto es que se encontró con una serie de abusos y decidió hacerlos públicos con el apoyo de Julián Assange. “He visto arreglos políticos casi criminales (…). Cosas increíbles, horribles, que deben pertenecer al dominio público y no quedarse en un servidor en una oscura habitación de Washington”, le confesó a su amigo Adrian Lamo, quien se asustó ante la enormidad del asunto y lo denunció.
Bradley fue detenido y trasladado en julio de 2010 a una celda militar en Virginia, donde recibió un trato deplorable. “23 horas de aislamiento sobre 24, con un paseo de una hora, otra hora de televisión, sin almohada, sin sábanas y sin ningún efecto personal. Estaba obligado a presentarse desnudo al ser llamado a las 5 de la mañana”, según denunció Amnistía Internacional.
Ahora bien, no cabe duda de que Manning cometió varios delitos y afectó los intereses de EEUU. No obstante, tiene derecho no sólo a un juicio justo y con plenas garantías, sino también a ser tratado con dignidad. De allí que los abusos cometidos en su contra, el hermetismo y la sobreactuación judicial lejos de contribuir podrían dañar la credibilidad de la justicia y de la administración estadounidenses.
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